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Me encanta la sopa en general, y especialmente la sopa de ajo, también conocida como sopa castellana. Es sabrosa, reconfortante, fácil de hacer y perfecta para el fresquito. Con una olla y una chaqueta ligera, podemos hacer frente a cualquier viento polar.

Pero… resulta que a mi esposa no le gusta. Al parecer, detesta esa textura esponjosa, casi como de casquería, que el pan adquiere al integrarse en el caldo. Es una pena, porque a mí me parece deliciosa.

Normalmente, rara vez cocino para mí solo. Si les contara las cosas poco saludables que hago para comer cuando estoy solo, probablemente terminaría cerrando el blog o escribiendo una oda al bocadillo de sardinas, en el mejor de los casos.

Por esa razón, necesitaba inventar algo que se pareciera a la sopa de ajo, pero sin pan. Parece lógico pensar que sin pan sería simplemente un caldo de ajo, así que tuve que buscar un sustituto. En una noche de emergencia, opté por uno de los ingredientes más versátiles, especialmente ahora que estamos en tiempo de vigilia: los garbanzos.

La receta es muy sencilla. Basta con picar cuatro dientes de ajo y dorarlos en aceite de oliva virgen junto con un par de rodajas de cebolla, que luego retiraremos. Si queremos enriquecer un poco más el plato, podemos añadir unos trozos de chorizo picado, una cucharada de concentrado de tomate y una pizca de pimentón de la Vera. Removemos bien para evitar que se pegue y añadimos los garbanzos cocidos. A fuego fuerte, cuando todo comience a chisporrotear, agregamos una pizca de comino molido (opcional pero recomendable para mejorar la digestión) y caldo de pollo. La cantidad de caldo dependerá de lo caldoso que les guste el plato. Si lo coronamos con un huevo poché, ¡quedará espectacular!

Si no les gustan los garbanzos, pueden usar cualquier otra legumbre cocida, patatas, repollo o incluso carne. ¿Y para acompañar? Aunque el pimentón suele ser complicado para los vinos, yo recomendaría un tinto con un toque dulce, como este Camino 2009 de Terra Remota, un proyecto de Marc y Emma Bournazeau en el Ampurdán, que resulta perfecto para esta ocasión.

Este vino, elaborado a partir de una mezcla de Syrah, Cabernet, Garnacha y Tempranillo, tiene una nariz destacada por las notas de aceituna negra y vainilla, con un fondo muy balsámico. En boca es amable y casi cremoso, con taninos bien integrados y una acidez equilibrada. Tiene una buena longitud y se vuelve más frutal con el tiempo.

En resumen, este vino se comportó de manera excepcional con nuestro potaje improvisado, realzando su frescura y frutosidad.

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