Y como colofón de esta crónica (aunque no descarto un epílogo si encuentro la oronja), qué mejor manera de terminar que los níscalos de mi abuela. También conocida como rovellón o técnicamente como lactarius deliciosus, posiblemente sea la seta de temporada que más se prodiga en los mercados. Yo la compré en dos ocasiones, y en dos ocasiones tuve la mala suerte de encontrarme con gusanitos, y como no me va el estilo Bear Grylls, no me quedó más remedio que tirarlos.
Afortunadamente ahí estaba mi abuelita y sus contactos en el mercado que le guardan el mejor producto.
Evidentemente, podría intentar trasladarles la receta que ella me contó, pero como el resultado no estaría cerca de su guiso, en ningun caso, pues ella va echando los ingredientes a ojo y según le va pareciendo, prefiero, simplemente, dejar testimonio gráfico, y que cada uno busque en internet la receta de níscalos con patatas que más le guste.
Adoro ese sabroso caldillo a mitad de camino entre la salsa y el consomé, que se va espesando conforme machacas las patatas con el tenedor, y el sabor del níscalo impregna todo el bocado.
Para maridarlo hicimos caso a las sugerencias que se plantearon en los comentarios del primer post setero, y comenzamos con un rosado de valencia, El Miracle Music (Chill out wine de Vicente Gandía) 2008, un ensamblaje de syrah y garnacha de aspecto desenfadado y elaborado mediante la maceración corta y fermentación a temperatura constante de 18º.
El resultado es un cereza tirando a salmón, muy frutoso en nariz, con dejes gominoloides de frambuesa y ciertas notas de verdor. Tiene buena acidez en boca, y es fresco y agradable, y predomina la variedad syrah con su característico amargor final. No ofrece demasiada complejidad. Sin embargo con los níscalos se dio un batacazo de narices, convirtiéndose en una extraña agüilla con sabor a zumo de pomelo. Quizás habría funcionado con unas setas salteadas, no lo sé. De todas formas el experimento me ha servido para casi dar por finalizada la temporada de rosados hasta que vuelva el calor.
Así, sin más, seguimos con la otra propuesta de un maceración carbónica, y qué mejor que el buque insignia de los M.C. como lo es el Beaujolais Noveau, sobre todo ahora que hemos descubierto uno decente como este 2009 que Isabelle y Bruno Perraud elaboran en Vauxrenard, dentro de la A.O.C. Beaujolais-Villages y que comentábamos hace algunos días.
Y este sí que fue bien, muy bien incluso. La ausencia de madera hacía que el pimentón, auténtico verdugo de tablones, no se llevara por delante al vinito de gamay, y sin embargo éste acompañara con toda su fruta a cada bocado, y le diera el remate con ese punto sidroso que tienen todos estos vinos naturales que cada vez me gustan más.
Me gustaría probar con uno de los premieur clásicos españoles, tipo Erre Punto, Luberri o Primero de Fariña... ya les contaré.