Y qué mejor manera de constatar las posibilidades de evolución de un vino que una cata vertical, sólo nos faltaba elegirlo. Necesitábamos uno auténtico, varietal, con añadas anteriores accesibles (lógicamente) y que estuviera dentro de los parámetros de precio de esta plataforma. El elegido fue portugués, y uno de los mejores albariños que conozco en relación calidad precio (7-9 euros), el Dorado Superior que Marcial Dorado elabora como Vinho Verde en la subzona de Monçâo, y del cual mis amigos del Bagos pudieron obtener las añadas 2001, 2002 y 2003.
Con todos en copa y tras algunas dudas sobre con cuál empezar, comenzamos con el más joven, permitiendo así que los más longevos tuvieran tiempo para abrirse.
Empezó Dorado 03 mostrándonos un amarillo oro claro algo mate y una extraña nariz, nada discreta, algo deslavazada que por un lado daba manzana y pomelo rosa, y por otro hierbas y mieles con algo de gasolina. En boca algo cálido y denso. Acidez presente aunque algo caida. Bastante evolucionado en conjunto.
Tras probar los siguientes estaba claro que este vino fue una víctima de su terrible añada de insoportable calor que dio pocos vinos aceptables.
Seguimos con el 2002, con un atractivo amarillo verdoso y una nariz que tarda en darse a conocer, mostrando un sutil romero, mieles y un potente fondo mineral. En reposo van apareciendo más notas herbáceas y de hidrocarburos. En boca es muy cítrico, algo untuoso pero agil y con una acidez mucho más juvenil de lo ,esperado. Deja a su paso recuerdos de piel de naranja y aceitunas con hueso. Un excelente blanco con capacidad para seguir mejorando.
Rematamos con Dorado 2001, muy similar al anterior en su aspecto visual, pero mucho más cerrado en nariz. Poco a poco van asomando aromas de frutas de hueso, cítricos y mieles. Predominan después los segundos con recuerdos de gominolas de limón y hierba fresca. El fondo mineral es algo más sutil que en la añada anterior y se impone el queroseno. Muy complejo.
En boca es lento y graso, pero cerrando con una buenísima acidez. Todo se corresponde con la fase aromática, pero con más opulencia. Va dejando recuerdos de salmuera y tiempo para pensar. Largo y, de nuevo, ciertamente complejo. Vinazo. Me gustaría probarlo dentro de un año.

Se percibe una evolución mucho más lineal en relación al 2002, pero aquí todo está más integrado. Y es que la primera conclusión que sacamos con esta cata es el desastre generalizado que supuso la calurosísima añada 2003. Por eso hubiera estado bien disponer de un 2004 y comprobar que, en mayor o menor medida, la mencionada linealidad volvía a su cauce normal.
La segunda conclusión es que no cabe duda que la albariño es una variedad perfectamente capaz de evolucionar y de mejorar con los años (independientemente de maderas o no maderas), dando vinos mucho más complejos y, sobre todo singulares, sin que por ello surja la necesidad de verse comparada con otras variedades como la riesling, con unas características que, a mi juicio la hacen muy distinta, por más que puedan compartir alguna nota evolutiva común.
Además, me atrevo a afirmar rotundamente lo anterior desde que, la semana pasada (y gracias, de nuevo, a Rodri) tuve la ocasión de catar un albariño artesanal con nada menos que 32 años, un cóctel de sensaciones brutal y muy difícil de describir, nada que ver con algo probado anteriormente (si acaso algún cognac) pero que además seguía manteniendo una tremenda y casi numantina acidez.
En fin, que, salvo que los fabricantes de refrescos se empeñen en otra cosa, y si tenemos algo de paciencia, hay albariño para rato.