jueves, 5 de diciembre de 2019

Fé de erratas

Hace un par de días presentamos en Madrid, concretamente en Lavinia, Vinos y Lugares para momentos Inolvidables, el fruto de un trabajo de más de tres años y un proyecto en el que se ha volcado la ilusión y las ganas de comunicar de muchas personas, entre ellas quien suscribe. 



Escribir un libro tiene más que ver con la constancia que con la brillantez intelectual (salvo que sea un gran libro), y más allá del trabajo visible encierra cuestiones más terrenales que tienen que ver con costes, plazos y riesgos varios que las editoriales asumen. Entre estas cuestiones se encuentra la extensión. El número de páginas de una publicación está muy lejos de ser aleatorio, y una mínima alteración puede suponer un extracoste enorme que supone en ocasiones un tira y afloja entre los escribientes y sus editores, pero que debe resolverse con sentido común.

Por otro lado, cuando uno agarra la pluma, es difícil atenerse a páginas, o a contar letras y palabras, fruto de lo cual existe un trabajo final de ampliar o recortar para ajustarse a lo que en términos de extensión se encuentra previsto. Si a esto añadimos la dificultad en tener una visión de conjunto cuando el trabajo se extiende durante años, el tema se complica más.

A lo que voy, es que se escribió más de lo que finalmente se publicó, y tanto las presencias como las ausencias, son mi responsabilidad. 

El objeto de este post, es destacar dos ausencias importantes. La primera tiene que ver con el trabajo de un buen amigo, Jorge Díez y obedece a que consciente de mi incapacidad de llegar a todos los rincones, y de su buena pluma, le pedí unas líneas sobre dos lugares que le eran bien conocidos: Las Rías Bajas (Gijón) y Cork (Bilbao). Sin dudar un momento Jorge se puso manos a la obra como estrella invitada, dando luz a un excelente trabajo que hubiera dado lugar a un capítulo adicional, pero que finalmente quedó sacrificado merced al espacio.

La segunda es uno de los vinos que nos cautivaron a lo largo del viaje, pero que finalmente quedaron fuera, nuevamente, por exclusivas razones de espacio, habiendo merecido ser destacado con honores. Me refiero a Con Viento Fresco de Javier Castro (Bodegas Ziries), una deliciosa garnacha disfrutada en el restaurante Monastrell, de la mano de Nuria España.

Procede de viñas de cerca de 50 años cultivadas en Cuerva (Toledo) en estricta agricultura ecológica, y es una 


Han pasado ya más de dos años desde que visitamos la casa del arroz regentada por María José San Román, y sin embargo aun recuerdo la elegancia con la que Nuria nos explicó la fascinación que le había causado este vino. Se había mostrado tímido en su descorche, sin embargo, el buen instinto de esta sumiller le aconsejó airearlo y decantarlo, para seguidamente devolverlo a la botella y permitirle sacar toda su expresividad, que es mucha. Volverlo a catar siguiendo el mismo proceso me devuelve tomillo y romero, jara y arcilla, zarzamora y el bizcocho borracho al fondo que delata a la garnacha patria, pero que se traduce en un trago jugoso y refrescante con taninos dulces y esféricos. Una delicia para los que sean pacientes.

Merece la pena esperar.

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