Seamos honestos. Aunque en general hablamos de productos reguleros elaborados con masas industriales bastante indigestas, las comemos y nos gustan. Existe además un aditivo seguramente no revelado que nos hace seguir engullendo, de manera casi enfermiza, cuando el apetito está ya saciado, y que seguramente tendrá que ver con cantidades ingentes de sal, azúcar y glutamato monosódico. Fruto de ello, uno come más de lo que debe y acaba contándole el resto del día al vaso de agua con bicarbonato.
Mientras nos encontramos dando cuenta del festín, se manifiesta además el efecto de otro aditivo tampoco revelado que obliga a beber mucho, generalmente bebidas enlatadas gaseosas y muy azucaradas o, en su defecto, cerveza mala. Vamos, un cóctel terrible todo.
Es curioso que esto no ocurra, o lo haga en menor medida, cuando uno se lo ha currado y elabora la pizza en casa desde la masa (los engendros congelados no cuentan), pero claro, me dirán, y con razón, que encender el horno en julio es (o debería ser) un delito grave contra la salud pública, y por ello se hace necesario buscar alternativas.
Esta tan fina la hizo un servidor, cuando el calor de julio aflojó |
Hace algo más de un año que yo descubrí una en los aledaños de mi domicilio llamado Al Toke. Se trata de un proyecto tan sencillo como efectivo, consistente en tener un horno de leña y sólo meter en él productos decentes. Masa fresca elaborada con harinas ecológicas, aceite de oliva, mozzarellas de verdad, cebollas y pimientos asados al fuego y mucho sentido común en las recetas. Además, te las traen a casa. Fruto de lo anterior, yo hago menos pizza, y sí me apetece beber vino con ella. Vino fresco, de trago largo y de empaque suficiente como para hacer frente a crujientes y a sabores intensos. Para esto hay vinos naranjas que a mi juicio van especialmente bien.
Si bucean en mi historial verán que hablo poco del color del vino. Es un aspecto que trae un poco sin cuidado cuando se buscan aromas y sabores. El color es lo de menos, salvo cuando, como en el caso que nos ocupa, revela cierta información interesante.
En este caso hablamos, seguramente con millones de excepciones y salvedades que no mencionaremos hoy, de vinos de uvas blancas elaborados parcialmente como tintos, es decir, en los que el mosto ha permanecido durante un tiempo variable en contacto con las pieles. Aunque hay quien dice que esto no es nada más que una moda, hay multitud de zonas en las que puede demostrarse una tradición elaboradora según este método, interrumpida, en la mayoría de los casos, por los procedimientos ortodoxos que se imparten en las escuelas de enología, aunque en otros casos como el del Friuli al norte de Italia, o también al sur de Eslovenia, este método ha subsistido hasta nuestros dias desde hace más de un siglo.
¿Qué se busca con esto?, antes, seguramente, era lo que había. Hoy en día, posiblemente incorporar al vino una complejidad que difícilmente alcanzaría con una elaboración estandar, o simplemente dar una expresión diferente a la zona. Así encontramos, respectivamente, los casos de los deliciosos albillos que Orly Lumbreras elabora en Gredos (La Peguera y Sade), o los albariños con pieles que elaboran Rodrigo Méndez (Cos Pés) o Alberto Nanclares (Crisopa), así como cosas interesantísimas que se elaboran en Swartland (Sudáfrica), de las que estoy enamorado y de las que algún día hablaré.
Entre tanto, en aquella primera línea encontramos también algunos de los vinos de la Bodega Cueva que Mariano Taberner elabora en un paraje excepcional de Utiel-Requena, donde trabaja exclusivamente en ecológico para elaborar vinos como el delicioso Orange 2016 que hoy nos ocupa.
La maduración lenta y prolongada de la variedad tardana aporta un punch de frescura, dificil de imaginar en esta zona, a la mezcla que completa el macabeo. La armonía con una pizza artesanal (en este caso la hice yo en los días que refrescó) es casi atávica, cuando uno acerca la nariz. Huele a masa fermentando lentamente, a pomelo y a manzana asada. Al rato también a hierba limón y hojaldre en el horno.
En boca es fresco, chispeante, casi picante, pero al tiempo fluido y fácil de beber. Alegra con taninos pequeños, como un bocado crujiente y melancólico, parecido al del último borde de la pizza. El último trago que llega sin darse cuenta, porque se bebe solo.
Sabiendo que en algunos foros no está bien visto, les recomiendo que prueben un vino naranja, aunque sea en la intimidad y para poder decir que no les gusta.
Así hay más para los que lo disfrutamos. Suelen ser producciones pequeñas.
1 comentario:
Pues va a tener usté razón, Don Mariano.
Para variar.
;-)
Primero porque en esto... totalmente de acuerdo: "encender el horno en julio es (o debería ser) un delito grave contra la salud pública". Sin duda ninguna.
Segundo porque proyectos como el que comenta al que suscribe le agradan sobremanera. Y mas estando "de rodríguez", pasando la canícula, oigan.
Y tercero porque el vinito que comenta es de "la terreta" y como uno nunca pierde sus raíces, lo voy a probar en cuanto se me dé la oportunidá.
Que Uno Tiene debilidá Por Los Vinos De Su Tierra
Y de lo del atracón...
Yo creo que NO SÓLO NOS PASA CON LA COMIDA
;-)
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