Apenas queda un puñado de horas de "no dieta". Momentos en los que uno engulle como si no hubiera un mañana... o como si ese mañana fuera similar al de un Apocalipsis Zombi.
Feliz Año, por cierto.
En efecto a uno le cuesta escapar a los clichés estacionales, como nunca pretendió hacerlo, y por tanto empiezan las buenas intenciones, el volver a apuntarse al gimnasio, comprar acelgas y una colección de infusiones que se resecará en un aparador, congelar el turrón sobrante y leer el artículo de turno en el que hacen recomendaciones para comenzar el año.
Un horror, pero al menos ya se acabaron los anuncios de perfume, que no es poco.
Para aquellos que decidan pasar de todo esto, o que, al contrario, decidan apurar sus últimos minutos de inconsciencia compulsiva, les voy a recomendar dos golosinas llenas de autenticidad, que, aunque no puedan pautarse en ninguna dieta de adelgazamiento, no llevan ni un miligramo de nada que no deberían llevar.
Empiezo por la pureza de la mantequilla. ¿Hay algo más básicamente delicioso que un pedazo de mantequilla salada untada sobre un buen pan?. Seguramente coincidirán conmigo en lo difícil de encontrar una buena que no proceda de un conglomerado internacional. Sin hablar de los mejunjes de margarinas y otros plásticos hidrogenados.
La que Rubén hace en Granja Cantagrullas huele a nata y a heno. Es punzante y fresca. Persiste en el paladar y nos hace pensar en prado, en montaña, y en aquellos homenajes que se pegaban Heidi y Pedro antes de que llegasen los forasteros a incordiar.
Lo ideal es acompañarla de un buen pan. En Madrid escasean, aunque justo al lado de Quesería Cultivo, donde venden esta mantequilla, encontrarán uno de los pocos obradores de verdad que existen: Panic.
En Galicia lo tienen más fácil, porque el pan está rico en muchos más sitios, y porque Alejandro, en Quesería Marqués de Valladares, tiene esta deliciosa mantequilla y se la hará llegar donde haga falta. Yo me la traje de allí.
Y como no nos la vamos a tomar a palo seco, les presentaré un maridaje la mar de curioso, el que nos proporcionó una buena noticia como la elaboración de un vino básico por la gente de Terroir al Límit. Algo que es de agradecer puesto que sus vinos, siempre a un gran nivel, no son especialmente baratos.
Por primera vez en 2015 elaboraron este Terroir Históric blanco, con uvas procedentes de distintos pueblos y parcelas del Priorat, todas ellas de cultivo ecológico, y fundamentalmente de garnacha blanca, con algún aporte de macabeo. Para su elaboración se recurrió a la tradición introduciendo en depósitos de cemento los racimos enteros, que, tras un ligero pisado, fermentaron de forma espontánea. Se elaboró como los antiguos "brisat", proceso ahora de moda (por fortuna para los que nos gustan), y que consiste básicamente en macerar el blanco como si fuese un tinto.
El resultado encaja con el proceso y ofrece un vino austero en aromas y florituras, pero intenso y muy presente en boca. Tras superar algo de reducción, huele a orejón, a cera de abeja y a resinas al sol. En boca es terso, apretado, con taninos recios pero refrescantes, que hacen que no echemos en falta acidez. Es muy seco, templado y sabroso.
Sin embargo tampoco puedo resistirme a ofrecer una segunda opción, que precisamente propusimos en una divertida cata que disfrutamos hará un par de semanas en Marqués de Valladares, en la que a la mantequilla de Cantagrullas enfrentamos la cremosidad de las mejores burbujas que hasta el momento se han hecho en Rías Baixas, las del vino Górgola, elaborado por Cabana das Bolboretas.
Ambos vinos ideales para fundirse con nuestra mantequilla, mientras disfrutamos del sol de diciembre.
1 comentario:
No he probado mantequillas que tengan ese sabor y ese aroma, como la de Cantagrullas. No he probado muchos panes que tengan ese sabor y ese aroma, como los de Panic.
Saludos,
Jose
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