Pese a ello, algunos se preguntan el porqué del panorama político y televisivo actual, sin que la viga en el propio ojo les permita ver el fiel reflejo de la cruda realidad.
Afortunadamente, Galicia entre copas también se vende en vinotecas, aunque visto el consumo de vino nacional, que no le va a la zaga, mejor haría un servidor, si viviera de esto, dedicándose a la venta vídeos beta.
Evadiéndome de tan triste escenario, leía no hace mucho un curioso artículo sobre vinos refrescantes. Compartía con su autor su interés gastronómico y puramente hedonista, pero discrepaba frontalmente con una consideración, muy extendida, y a mi juicio errónea, y es que un vino, por su propia condición de refrescante, tenía que ser alegre, sencillo y divertido, perdiendo automáticamente su capacidad para ser complejo o decir algo más sobre su procedencia y elaboración, respetando además el entorno y poniéndonos en armonía con él, como dice Joan en estas hermosas líneas.
Creo que la única forma de rebatir esto, es acreditándolo con hechos, como los que a continuación les mostraré.
El autor de mi prueba número uno se llama Charles Dufour, y es un joven vigneron con parcelas en Aube, una de las zonas más prometedoras de la Champaña. Allí hace viticultura orgánica, trabajando de la manera más natural posible y sólo con levaduras autóctonas. Sus elaboraciones buscan el mínimo ruido adicional entre el terroir y el vino.
El vino en cuestión recibe el nombre de #4 Vinorama dentro de su colección Bulles de Comptoir. Elaborado con pinot noir, chardonnay y pinot blanc de cultivo propio, ecológico certificado, con mezcla de las añadas 2010, 2011 y 2013, el vino fermentó de manera espontánea (esto tiene mucho mérito en Champagne, porque hace mucho frío y a las levaduras les da sueño) y se crió con sus lías en barricas de roble de varios usos. Sin clarificar ni filtrar. Se embotelló con un pequeño tiraje de 4 g/l en octubre de 2014 y permaneció en rima hasta su degüelle en marzo de 2016.
La frescura es la primera estocada, pero tiene para mucho más. Huele a hierba limón y a salvia, para profundizar después en su tremendo carácter mineral, de tiza y pedernal. Es un cuchillo en boca, afilado y persistente, pero con una burbuja fina y melosa. Sobre todo es profundo y largo, una deliciosa amalgama de pequeños detalles interminables que hacen pensar y disfrutar.
Los autores de mi prueba número 2 son un tandem que lleva ya algunos años elaborando en el Ampurdán bajo el nombre de Terra Remota. Allí, al pie de la sierra de la Albera, Emma y Marc Bournazeau comenzaron a elaborar en 1996, y en ecológico certificado desde 2012. Cultivan unas cuantas variedades, tanto autóctonas como foráneas, pero con una perspectiva clara de hacer vinos pegados al terreno marcadamente mediterráneo que quieren transmitir.
Caminante 2014 se elaboró con un 50% de garnacha blanca, repartiéndose la otra mitad entre chardonnay y chenin blanc. Esta última variedad fue la causante de la salida del vino de la D.O. Empordà, pasando a acogerse a la D.O. Catalunya, pese a que este vino siempre tuvo algo de chenin. Se cría en roble mayoritariamente usado y permanece con sus lías durante unos 9 meses hasta el embotellado.
Sus aromas son austeros, y recuerdan a romero, a sandía y algo de pomelo rosa. Terso en boca, aun guarda pequeñas burbujas con su apertura. Es vibrante, con gran acidez sápida, luce pequeños taninos y su trago evoluciona con gran longitud herbácea. Un delicioso blanco que podría guardarse con buen pronóstico, disfrutarse como refresco, o darle además el tiempo y la atención necesarias para ver cómo a su tensión ácida la acompañan la mineralidad y la sal caliente de la Costa Brava, refrescada por la tramontana.
Tengo más pruebas, y poco tiempo de exposición, así que les iré contando en los próximos días... entre tanto cuídense de quienes, desde la contraparte y con las manos manchadas de venenos para el campo y aditivos para el engaño, les ofrezcan bebidas artificiales, que les refresquen el gaznate, dejando su alma sedienta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario