jueves, 23 de abril de 2015

Ferias de Abril

Siempre he pensado que las ferias de vino son el peor sitio imaginable para disfrutar de un vino. Físicamente no es posible hacerlo por varias razones. 

Suele hacer mucho calor y demasiada gente. Demasiados vinos para probar en una jornada, y en condiciones que hacen imposible prestar a cada copa la atención que merece. Las botellas acaban de sufrir el impacto de un viaje, están recién abiertas y a temperaturas incorrectas. De los espumosos ni hablamos. 

Para cualquier productor que no sea un Sisseck o un Palacios, debe resultar frustrante tener que explicar en apenas cinco minutos toda su filosofía, y su mejor suerte tiene lugar cuando consiguen que alguien les escuche. Por si esto fuera poco, hay que aguantar a la correspondiente colección de divas y divos cuando se presentan ante la mesa, ya sean distribuidores, sumilleres o prescriptores, aguantar su discurso ególatra y, en ocasiones, hasta sus ponencias. 

Sin embargo, hay cosas buenas y la fundamental, como siempre, son encuentros con personas. Algunas hacen vino, y otras no. Aparte de poder hablar de Galicia entre Copas, esa fue la gran alegría de que me invitaran a FEVINO.

Poder hablar con Laura Montero es un lujo, y si en la conversación salpican las particularidades de las burbujas de Raventós, aunque la escena no permita al vino expresarse, la cosa gana enteros, especialmente cuando llega la finura interminable de Manuel Raventós. Dominique Roujou no suele andar lejos y emociona ver cómo el trabajo de ambos ha calado tan hondo en un proyecto como Adega Pombal, sin duda y en su virtud, la bodega que hará alguno de los vinos más grandes de Rías Baixas en los próximos años, con etiqueta de la D.O., o sin ella.


Esta foto es de mi taller en Compostela Gastronómica, pero es que me quedé sin recursos...

Si en la misma mesa añadimos vinos y buena conversación como los de José Crusat, Roberto Regal Pilar Higuero, hay ya razones suficientes para no moverse de allí en toda la feria. Pero además, porque el talento tiende a juntarse, conocimos sin movernos medio metro, el proyecto de la encantadora Esmeralda García y Jesús HermidaPagos de Nona y su especialmente excepcional SantYuste, un blanco enigmático y posiblemente el mejor verdejo que haya probado jamás que, como apunta Louzán, recuerda a anís y a zarza, y también a laurel y a cantueso, crujiendo en una boca eterna. 

En el mismo medio metro encontramos los blancos del Condado de Begoña Troncoso, que lleva unos cuantos años ya trabajando la viticultura biodinámica silenciosa, sin dogmas, aspavientos, sellos, y sin hacer ruido, de ahí salen los blancos Xangall y el excepcional Lar dos Soños, ya con unos años de botella. 

Y de nuevo seguimos en la misma mesa para probar un joven pero emocionante proyecto llamado Cume do Avia. Son un grupo de gente muy joven, con ganas e ilusión. Trabajan en ecológico desde hace ya más de seis años, aunque 2013 fue su primera cosecha y hacen blanco y tinto con un puñado de variedades autóctonas plantadas en Eira de Mouros, cerca de Ribadavia. Los vinos son frescos, vibrantes y con identidad propia. 


Pero no sólo de copas fue la cosa, conocí a Enrique López, quien tuvo el detalle de regalarme un ejemplar de su libro ¿Te cuento un vino?. En él ofrece pasajes y paisajes que enganchan, historias evocadoras, fugaces que devoré entre vuelo y aeropuerto. Me gusta su propuesta, mucho, porque devuelve el vino al lugar que le corresponde, que es el del placer sin complicaciones. Muy recomendable.
Hay más cosas en Fevino, unas las conocíamos bien ya, y otras no las recordamos.

Entre medias nos escapamos para ver a otro buen amigo, José María Jordán, a quien recordamos hace unos años en Casa de Comestibles y que, tras un periplo mallorquín, vuelve con fuerza a Ferrol en un nuevo proyecto llamado Timón Bar, o la democratización de la alta cocina de mimo, desarrollada una vez más con los medios imprescindibles, pero con cabeza, experiencia y mucha emoción.


Los boquerones de Timón Bar

Banquetes que apenas alcanzan los 20 euros, vinos singulares y un sabor intenso en cada plato que justifica irse a Ferrol desde Tarifa, sólo para experimentarlo.

Yo, desde luego, no tardaré en volver aunque poco se me pierda por aquellos lares. 

1 comentario:

El Vino más Barato dijo...

Me encanta el post, en particular el inición y su reflexión sobre las Ferias...que no puedo estar más de acuerdo.

Un saludo y gan trabajo

Vinos y lugares para momentos inolvidables

Galicia entre copas, SEGUNDA EDICIÓN

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