lunes, 2 de febrero de 2015

El descanso y la cacerola

Creo que uno no se da cuenta del cansancio real hasta que comienza a descansar. Eso al menos me ha ocurrido a mí tras un año de compaginar vida normal, blog y la confección de un libro en ruta. Ayer puse el punto final del susodicho, que salvo imprevisto, saldrá a la luz en Marzo. Y descansé.

Tenía pocas ganas de cocinar, y el temporal junto con algún catarro casero desaconsejaban salir fuera. Afortunadamente, a esos oasis de mi pueblo que en alguna ocasión he comentado se ha incorporado uno esencial, se llama La Cacerola.

Los comercios de comida preparada rara vez se salen de la fritanga congelada, la tortilla atascaburras, un correcto pollo asado... y el antiácido que va después de todo ello. Sin embargo, en La Cacerola han ido mucho más allá, desarrollando una propuesta de cocina casera, variada, con sabor y, sobre todo, con ilusión. 

Muchos comerciantes del sector no lo saben, y sin embargo, si ya es fundamental encontrar en cualquier tienda inquietud, una sonrisa y cierta pasión por lo que se va a vender para volver, cuando el producto en cuestión sale de las propias manos de quien lo vende y se dirige a ser disfrutado con los sentidos, la cuestión se torna esencial. Puedo entender (que no compartir) la desidia en una gestoría, en la ventanilla de un banco o incluso en la venta de picaportes, pero no en la cocina. Al menos no por mucho tiempo.

En La Cacerola la cocina está a la vista y quienes son las mismas personas que atienden, siempre con una sonrisa, con platos nuevos, propuestas diferentes y, como decíamos, ilusión. Los productos son buenos, y los tiempos los que marca el fogón, el horno o la cuchara. Como es lógico, el resultado sólo puede ser bueno. 

He probado muchas cosas ya, pero sobre ellas voy a destacar dos. El primero, el testigo delator de toda cocina, aquél que revela si se han tomado atajos, que obliga a un trabajo constante, casi siempre poco agradecido, y que además no puede faltar. Se trata de las croquetas.




Aquí la bechamel tiene sabor, textura cremosa y un relleno presente y reconocible, la fritura es crujiente y ligera. Dan lo que uno pide a unas croquetas hechas en casa sin poner la cocina hecha unos zorros.

Pero la ola sin duda la merece su arroz al horno. Porque en la cocina hay valencianos y se nota. Además son muy escrupulosos con los tiempos. Ni un minuto más, ni uno menos (con las consecuentes colas esperando que el dichoso arroz saliera del horno).




Este se elabora con tocino, costillas, morcilla, verduras (las cabezas de ajos van enteras cortadas a la mitad) y lo mejor, el caldo es el del cocido. En resultado no puede ser otro que sabor, combinado con un muy buen punto del arroz. 

Como los precios son de risa nos podemos permitir un experimento de maridaje por plato, así que para las croquetas probé con uno de los últimos en llegar a Ribeira Sacra. Tolo do Xisto 2013 o el fruto de la unión entre la bodega catalana Coca i Fitó y la enóloga gallega Andrea Obenza, quienes en Vilachá de Salvadur, entre Doade y Quiroga, encontraron el terroir de Ribeira Sacra que querían desarollar. 



Algo alejado de la precisión y la exuberancia de Amandi, aquí encontramos mencías más sutiles, menos evidentes y que además requieren mucho tiempo de aireación. Tras una apertura con pocas revelaciones, llegó a las croquetas al segundo día de descorche, cuando empezó a mostrar fruta roja, mina de lápiz y mentolados. En boca se advierte la falta de botella (acidez y volumen van aun algo separados), pero la croqueta tuvo la capacidad de acelerar el proceso, haciendo destacar las notas más frutales y cremosas, dando en conjunto, un excelente aperitivo. El vino creo que mejorará a lo largo del año.

En el caso del arroz, como el sabor (sobre todo el de la morcilla), puede con casi todo, me parece preferible un vino sencillo y alegre que refresque, sin obligarnos a demasiado detenimiento. Confieso que me llevé una sorpresa con este Cuvée 1872 de Codorniu, en el que encontré poco aroma de autólisis y levadura, y sí bastante fruta blanca junto con una burbuja de cierta finura y acidez viva que hacía el vino agradable, fácil y armónico. Sin demasiada profundidad, pero sin defecto ni artificio visible, nada que molestara y con una generosa capacidad gastronómica. Un cava, fresco, joven y sin complicaciones. 



La presentación es muy aparente para sorprender a las visitas, y su precio (no llega a los 8 euros) hace que no se eche nada de menos mientras se disfruta. 

11 comentarios:

Maestre Patarrán dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Carqueixa dijo...

Oiga, disculpe, si no he leído mal, haga el favor de poner la dirección, que los demás también tenemos derecho a comer.
Un saludo

Carqueixa dijo...

Oiga, disculpe, si no he leído mal, haga el favor de poner la dirección, que los demás también tenemos derecho a comer.
Un saludo

Mariano dijo...

Hola Carqueixa. Hay un enlace a la web en la primera mención a La Cacerola. Ahí dispone de todas las indicaciones.

Saludos,

Maestre Patarrán dijo...

No conozco ni una sola de las parroquias que suele mencionar (bueno, casi ninguna).
Me estoy empezando a sentir como un indigente gastronómico.
Ainsssss...
;-)

Mariano dijo...

Patarran no se aflija. La idea de esta plataforma es precisamente descubrir joyas ocultas...

Mariano dijo...

Patarran no se aflija. La idea de esta plataforma es precisamente descubrir joyas ocultas...

Vicente V dijo...

Una pena que quede tan lejos, porque una ración de esas croquetas tengo yo que probar. La proxima vez que me acerque a Villaba caerán.

José Luis Louzán dijo...

En serio, eso que haces debería estar penado... :-)

Había aqui un sitio con esa premisa, comida para llevar a un nivel top y me lo has recordado. Como tantos otros "se lo llevo la marea". Pero también recuerdo especialmente unas croquetas de cocido que hacían precisamente al día siguiente de ofrecer el cocido para llevar. A mi, que no me gusta el caldo me ponían fino esas croquetas....que tiempos.

No conocía ese Ribeira Sacra, habrá que ponerse al día. Es mencía?

Mariano dijo...

Vicente, pues no es el único sitio de Villalba donde las croquetas son excepcionales. En Cárnicas Marbris las hacen de ventresca, de morcilla, de cecina, chipirón en su tinta y las clásicas entre otras... son sensacionales y te las ponen directas para freir en casa.

La ruta croquetil de la sierra no está nada mal!

Mariano dijo...

Jose, es que muchas veces el reciclaje es mejor que el original.

La Ropa Vieja del Bohío es de los mejores platos que he comido jamás.

Tolo do Xisto 2013 creo que es su primera añada. Es una de las zonas más abandonadas de RS y hay mucha cepa vieja, mayoritariamente de mencía. Son vinos más tímidos y menos evidentes, pero con mucho recorrido, creo. No debe ser dificil de encontrar. Yo el otro día me lo encontré en el Grumete del Corte Inglés de Goya por unos 16 euros.

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