Como adelantaba en la entrada anterior, el verano ha estado lleno de experiencias fascinantes que en buena parte quedarán integradas del libro. Otras quedarán sólo en mi memoria.
Sin embargo, sí me gustaría dar unas pinceladas de cosas interesantes, que tendrán su desarrollo en el libro, pero que merece la pena esbozar.
Antes de nada, situándonos en el verano de 2014, es evidente que la mayor parte de lo probado procedía de la inmediatamente anterior cosecha 2013. Un año malo, posiblemente de los peores que se recuerdan, con maduraciones irregulares que culminan con lluvias torrenciales en vendimia, pero que permite una visión más clara (siempre más que en una buena añada) de quien trabaja bien donde cuenta, que es en la viña, de quien arriesgó, de quienes se conformaron con una producción más pequeña, quienes decidieron mantener el nivel y no sacar su mejor marca, o de quienes simplemente tuvieron la suerte de recoger antes sus uvas a punto.
Historias para todos los gustos tenemos entre los ya conocidos, que siempre mantienen el nivel: los Algueira, Palacios, Mateo, Tricó, Zárate, Pedralonga, que no necesitan mayor abundamiento pues, por mal que vengan dadas, ellos siempre lo hacen bien; en definitiva lo llevan haciendo bien muchos años. Hoy no hablaremos de ellos sino de historias menos conocidas.
Una de nuestras primeras visitas en Ribeira Sacra fue Pincelo, la bodega pionera en embotellar vinos en Lugo que sin alardes reúne coherencia y honestidad a espuertas, características que se trasladan a sus vinos, mencías jóvenes, sencillas y directas pero con capacidad de evolución en buenas añadas. Testigo de ello es su vino 1985 El Orígen, que sale al mercado en su segundo año de crianza, sin madera. Probamos el 2012, en el que la fruta se había difuminado en favor de terruño y complejidad.
Desde luego ayuda degustarlo en su sencilla bodega, que ofrece sin embargo una visión infinitamente más hermosa que la que cualquier gran arquitecto pueda diseñár.
Tienen un alter ego ecológico llamado Diego de Lemos, que proporciona una visión más salvaje de la mencía, vibrante y carnosa, fruto del empeño de Esther Teijeiro una mujer a quien la agricultura en Galicia le debe mucho. La ejecución de ese empeño corresponde a su hijo, Alfonso Regal, un tipo verdaderamente entrañable y a su nieto Roberto, inquieto enólogo con interesantes proyectos entre manos, uno de los cuales ya es bebible y se llama Toalde.
De allí nos fuimos a conocer en directo el cuchicheo más sonado entre los mentideros del vino rebelde, la iniciativa de los hermanos Juan y Carlos Rodríguez, a quienes conocerán por Viña Regueiral y el blog Roco&Wines, respectivamente. Ellos han sido el catalizador de Sílice Viticultores, un proyecto en el que jóvenes productores con viñedo de la Ribeira Sacra (ojo, no abundan) ponen a disposición de un fin mayor su trabajo, su tierra y sus uvas.
La asesoría técnica de Fredi Torres ha supuesto el punto de inflexión de armonía y recuperación de suelo que hacía falta, y, aunque quedan cosas por hacer, el resultado no se ha hecho esperar: Sílice 2013 es explosión de terruño, más allá de la fruta, pese a su juventud. Me recordó a algún Morgon de las mejores añadas de Marcel Lapierre. El tema promete.
Había que descansar tras tanta emoción y el destino quiso que paráramos en uno de los rincones más deliciosos en los que uno puede alojarse. Cuando uno conoce proyectos respetuosos por el entorno y termina descansando en Canto da Terra todo parece una continuidad. El desayuno en forma de menú degustación que Luisa Ranier allí prepara merece, si lo hay, el premio nacional de hostelería.
Intenté quedarme allí a vivir, pero mi querida esposa, siempre con más sentido común, me recordó que teníamos que irnos hacia Peares, a visitar Facenda Pradio, el escondrijo de Xabi, una especie de hombre orquesta, capaz de hacer una mencía sensacional, recuperar variedades autóctonas, hacer un rosado y que le echen de la D.O. (de esto hablaremos otro día), acometer un ambicioso proyecto de desarrollo rural, gestionar un divertidísimo alojamiento rural a un precio imbatible, pelearse con los distribuidores y, entre medias, hacer deporte de aventura. Habrá tiempo en el libro de hablar de ello, pero si no pueden esperar, déjense caer por allí.
De allí a Monterrei, para conocer a un maestro del terruño, Xico de Mandín, a caballo entre España y Portugal. Es impactante observar su conocimiento de cada variedad (tinto serodio, zamarrica, caiño longo, tinto gordo, blanca de Monterrei, sousón, verdello, ¡cariñena!...), de cada palmo de tierra mientras se arrodilla ante las cepas. Sus vinos son pura uva, intensa, crujiente y masticable. Lo del 2013 no es una mera salvación de la añada, es un espectáculo para beber por palets.
Y terminamos con la escena más evocadora, y de la que precisamente no guardo instantánea (Anabel, las prepara para el libro), la de Lagar de Sabariz, un lugar tan mágico, rebelde, hermoso, prometedor y punk (¡sí, todo eso junto!). Que me resulta difícil describirlo con palabras. Me cuesta también hablar de su alma, Pilar Higuero, sin recurrir a figuras poéticas. Por poner un ejemplo algo más general, Pilar es al Ribeiro (cuya D.O. la ignora), lo que Tom Bombadil a la Tierra Media:
Tom estaba aquí antes que el río y los árboles. Tom recuerda la primera gota de lluvia y la primera bellota. Abrió senderos antes de que apareciese la Gente Grande, y vio llegar a la Gente Pequeña. Estaba aquí antes que los Reyes y los sepulcros y los Tumularios. Cuando los Elfos marcharon hacia el oeste, Tom ya estaba aquí, antes de que los mares se replegaran. Conoció la oscuridad bajo las estrellas antes de que apareciera el miedo, antes de que el Señor Oscuro viniera de Afuera.
Pasará mucho tiempo antes de que su propia zona sea capaz de comprender lo importante que es que proyectos como A Pita Cega, no sólo no sean denostados, sino que deben ser elogiados, compartidos y si es necesario subvencionados. En pocos lugares he visto tanta armonía, tanto respeto por la naturaleza. El círculo por fin cerrado, hasta un punto que ni siquiera sus deliciosos vinos han tenido el tiempo de transmitir.
Volviendo a lo terrenal, A Pita Cega 2011, un auténtico vinazo para no olvidar.
2 comentarios:
Dan ganas de beberselos todos :-)
Mención especial para quien ha sido expulsado de la DO. No le conozco de nada, pero creo que ya hace bastante tiempo que ser expulsado de una DO es lo mejor que te puede pasar. Todo un regalo.
Saludos,
Jose
Muy buen post.
Un proyecto que seguro que te gustaría es el de Ladeira da Mata en Bibei Ribeira Sacra. Un vino y un queso muy interesante.
Muy interesantes todos los viticultores que visitas, especialmente Xico es uno de esos injustamente desconocidos.
También comentar el caso de Lagar de Sabariz que me parece muy curioso. Debe tener algo especial ya que todos los que lo visitan vienen alucinados con el vino, sensación que no se mantiene cuando ese vino es colocado a ciegas con otros Gallegos.
Con ganas de echar el guante a ese libro.
Un saludo
Publicar un comentario