¿Saben algo? Audacia no es sólo la que demuestra un pollo vistiendo pantalones estrechos de color verde fosforito. Hay un vino así llamado que representa a las mil maravillas el concepto, al igual que a su autor, Dominique Roujou, de quien ya hemos hablado.
Cuanto más le he podido conocer (tuve la suerte de aprender y disfrutar enormemente de una jornada entre viñedos con él), más claro tengo lo necesario que era el aterrizaje de un tipo con sus características en Galicia.
Porque no basta con tener unas condiciones geo-climáticas excelentes (ausentes este último par de años), un gran patrimonio de variedades ancestrales y ni siquiera tener buenos viticultores, hacen falta técnicos con criterio y experiencia mundial, que demuestran que teniendo todo lo anterior los vinos pueden fallar si el componente humano no acierta en sus decisiones. Por más que digamos que el vino se hace en la viña, no existiría sin ese factor humano, y si esta clase de personas hubieran estado hace cien años por aquí, la barbarie del palomino nunca habría tenido lugar.
Recordemos que la tendencia natural del mosto es a ser vinagre, no vino.
Dominique tiene dos obsesiones, una es el terroir, que llega a su excelencia donde la viticultura es más dificil. Él dice que la mejor expresión de las variedades se encuentra en el límite norte de su zona de producción, osea, donde más cuesta madurar. La otra obsesión es eliminar el ruido que obstaculice la expresión de ese terroir. Cuando ambas cosas coinciden encontraremos grandes vinos, capaces de envejecer con gracia, en los que el carácter de la variedad irá cediendo en favor de la tipicidad del lugar.
Sin duda, es Galicia un lugar donde se producen esas condiciones para multitud de variedades y posiblemente haya sido esa la razón que ha llevado a este inquieto enólogo a acometer o colaborar con varios proyectos en Galicia.
Una iniciativa audaz de la que hace gala el godello de Valdeorras que nos ocupa. Las uvas con las que lo elabora proceden de la finca O Cabalín en Viladequinta, muy cerca de A Rúa. Les aseguro que la pendiente en la que se encuentra, de orientación sur, es realmente vertiginosa, y sus suelos son esencialmente de pizarra. Las cepas, de unos 25 años de edad, ofrecen rendimientos bajos y tienen una elevada mortalidad debido a los ataques de yesca, muy agresivos en la zona.
Su elaboración no tiene más secretos que la paciencia, una crianza en inox de unos diez meses con lías, y el concienzudo trabajo de Dominique, preciso y siempre preocupado en evitar oxidaciones que puedan introducir ese "ruido" en el vino.
Dentro de la voluptuosidad habitual del godello y sobre una añada reguleras como la 2012, ha sabido extraer, con gran elegancia además, su carácter más fresco y pétreo. Una nariz muy varietal de hinojo y notas herbáceas que no oculta su noble fondo mineral. En boca es untuoso y fresco a partes iguales, sensaciones grasas combinadas con otras vibrantes. Formidable equilibrio de acidez y alcohol. Complejidad. Hechuras de gran blanco, más allá de la variedad. Largo y envolvente, va adquiriendo más terciarios (clavo, algún hidrocarburo, tierra mojada) con la temperatura (ojo, importante no enfriarlo mucho, lo mejor está por encima de los 12º)
Me hubiera gustado guardar este vino y ver como ese hinojo iba cediendo en favor de la complejidad y del terruño, pero la impaciencia me lo ha impedido.
A cambio he obtenido una valiosa enseñanza, la excelente armonía que un godello de calidad ofrece con el tomate de guisos y sofritos. En este caso, se entendía a las mil maravillas con un pisto de excepción (y no es por que yo lo hiciera), pues mitigaba la acidez del tomate y acentuaba el punto más dulce de las verduras, haciendo del conjunto una verdadera golosina.
No explicaré los secretos de un pisto, porque no los tiene, más allá de buenas hortalizas, mejor aceite, y todo el tiempo que podamos dedicarle al fogón, pero sí diré que teniendo en cuenta el precio del vino (unos 12 euros) y el de las hortalizas, les ofrezco un festín garantizado de lo más mileurista. No me digan que no.
Si quieren saber algo más de lo que Dominique opina sobre el terruño en Galicia y en el mundo, o si simplemente les interesa la esencia del vino y su cultura, el artículo que publicó en El Mundo Vinos el pasado 3 de septiembre es IMPRESCINDIBLE. Aquí se lo dejo, ahora que todavía no cobran por eso.
Cuanto más le he podido conocer (tuve la suerte de aprender y disfrutar enormemente de una jornada entre viñedos con él), más claro tengo lo necesario que era el aterrizaje de un tipo con sus características en Galicia.
Porque no basta con tener unas condiciones geo-climáticas excelentes (ausentes este último par de años), un gran patrimonio de variedades ancestrales y ni siquiera tener buenos viticultores, hacen falta técnicos con criterio y experiencia mundial, que demuestran que teniendo todo lo anterior los vinos pueden fallar si el componente humano no acierta en sus decisiones. Por más que digamos que el vino se hace en la viña, no existiría sin ese factor humano, y si esta clase de personas hubieran estado hace cien años por aquí, la barbarie del palomino nunca habría tenido lugar.
Recordemos que la tendencia natural del mosto es a ser vinagre, no vino.
Dominique tiene dos obsesiones, una es el terroir, que llega a su excelencia donde la viticultura es más dificil. Él dice que la mejor expresión de las variedades se encuentra en el límite norte de su zona de producción, osea, donde más cuesta madurar. La otra obsesión es eliminar el ruido que obstaculice la expresión de ese terroir. Cuando ambas cosas coinciden encontraremos grandes vinos, capaces de envejecer con gracia, en los que el carácter de la variedad irá cediendo en favor de la tipicidad del lugar.
Sin duda, es Galicia un lugar donde se producen esas condiciones para multitud de variedades y posiblemente haya sido esa la razón que ha llevado a este inquieto enólogo a acometer o colaborar con varios proyectos en Galicia.
Una iniciativa audaz de la que hace gala el godello de Valdeorras que nos ocupa. Las uvas con las que lo elabora proceden de la finca O Cabalín en Viladequinta, muy cerca de A Rúa. Les aseguro que la pendiente en la que se encuentra, de orientación sur, es realmente vertiginosa, y sus suelos son esencialmente de pizarra. Las cepas, de unos 25 años de edad, ofrecen rendimientos bajos y tienen una elevada mortalidad debido a los ataques de yesca, muy agresivos en la zona.
Su elaboración no tiene más secretos que la paciencia, una crianza en inox de unos diez meses con lías, y el concienzudo trabajo de Dominique, preciso y siempre preocupado en evitar oxidaciones que puedan introducir ese "ruido" en el vino.
Dentro de la voluptuosidad habitual del godello y sobre una añada reguleras como la 2012, ha sabido extraer, con gran elegancia además, su carácter más fresco y pétreo. Una nariz muy varietal de hinojo y notas herbáceas que no oculta su noble fondo mineral. En boca es untuoso y fresco a partes iguales, sensaciones grasas combinadas con otras vibrantes. Formidable equilibrio de acidez y alcohol. Complejidad. Hechuras de gran blanco, más allá de la variedad. Largo y envolvente, va adquiriendo más terciarios (clavo, algún hidrocarburo, tierra mojada) con la temperatura (ojo, importante no enfriarlo mucho, lo mejor está por encima de los 12º)
Me hubiera gustado guardar este vino y ver como ese hinojo iba cediendo en favor de la complejidad y del terruño, pero la impaciencia me lo ha impedido.
A cambio he obtenido una valiosa enseñanza, la excelente armonía que un godello de calidad ofrece con el tomate de guisos y sofritos. En este caso, se entendía a las mil maravillas con un pisto de excepción (y no es por que yo lo hiciera), pues mitigaba la acidez del tomate y acentuaba el punto más dulce de las verduras, haciendo del conjunto una verdadera golosina.
No explicaré los secretos de un pisto, porque no los tiene, más allá de buenas hortalizas, mejor aceite, y todo el tiempo que podamos dedicarle al fogón, pero sí diré que teniendo en cuenta el precio del vino (unos 12 euros) y el de las hortalizas, les ofrezco un festín garantizado de lo más mileurista. No me digan que no.
Si quieren saber algo más de lo que Dominique opina sobre el terruño en Galicia y en el mundo, o si simplemente les interesa la esencia del vino y su cultura, el artículo que publicó en El Mundo Vinos el pasado 3 de septiembre es IMPRESCINDIBLE. Aquí se lo dejo, ahora que todavía no cobran por eso.
5 comentarios:
Magnífico el artículo de EL MUNDO, sin duda.
Aunque confieso que la godello no es mi uva favorita, si la trabaja tan buen productor habrá que darle una oportunidad.
Un abrazo
Vicente
No tengo el gusto de conocer a Dominique más allá de aus tuits y artículos. Pero sin duda creo que alguien a quien se debe conocer, y a sus vinos. Todo se andará.
Saludos.
Hola Vicente,
Es un placer verte de nuevo por aquí (y saber que volverás al blog).
En cuanto a lo del godello, es cierto que tiene sus fans acérrimos (muchos dispuestos a tragarse cualquier brebaje infame) y sus detractores (mi mujer entre ellos). Yo creo que es una uva con un punto difícil de coger, sobre todo cuando uno espera la exuberancia de otros vinos de Galicia. Pero, por contra, tiene una gran capacidad (al estilo chardonnay) de transportar la tipicidad del terruño. Luego hay estilos de elaboración, mayor o menor madurez (incluso algunos como Guitian trabajan con Botrytis) y frescura,... etc. En resumen, que hay de todo, y que le des una oportunidad a este Audacia, creo que al menos te sorprendería.
Un abrazo
Hola S. Lo cierto es que poca distribución, unido al mejorable manejo que Hijos de Rivera hace de los excelentes Ponte da Boga, hace que los vinos de Dominique no sean fáciles de encontrar. El Sumiller tiene alguno y a buen precio.
Lo de conocer a Dominique, es cuestión de pillarle, que tampoco es fácil, pero vale la pena sin duda.
Saludos!
Gente como Dominique, Telmo Rodriguez o Rafa Palacios y alguno mas, hacen una apuesta clara por una uva con una inmenso potencial, y algún bebedor de Don Simón se atreve a hablar de algo que no conoce.
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