En este mundillo de la "cultureta del vino", que decía Manuel Camblor, hay pocas cosas tan polémicas como la aplicación de la biodinámica a la viticultura.
Hay quienes lo defienden a ultranza como única forma de no hacer vino industrial, y otros que lo rechazan, hasta el punto de ridiculizar a sus devotos como a una especie de chamanes estafadores, cobrando sus botellas a precio de barril de brent mientras danzan en torno a la viña mirando a la luna, con un cuerno relleno de boñigas.
Deshecho los extremos, y carezco de la formación científica suficiente para posicionarme con un criterio sólido, más allá del que me proporciona la experiencia de haber probado unos y otros vinos, pero sí he de decir que los principios que inspiran la dichosa biodinámica me gustan. Mucho más que los fertilizantes químicos, los sistémicos, los transgénicos y demás recursos devastadores de horizonte incierto.
La teoría biodinámica parte, en el caso que nos ocupa, del viñedo como un todo, un organismo en el que suelo, plantas y animales forman un sistema de autonutrición con la mínima intervención externa. A diferencia de otros tipos de agricultura ecológica, aquí se usan preparados vegetales y minerales como aditivos de compost, así como un calendario de siembra basado en el movimiento de los astros- el famoso calendario biodinámico- que distingue entre días raíz, hoja, flor y fruta, en función de la aptitud de la jornada para uno u otro cultivo.
Pueden saber más acerca de el movimiento en la asociación Demeter, una de las más extendidas en este aspecto, así como en lo que ha escrito Nicolás Joly, el padre de la aplicación de la agricultura biodinámica a la viticultura, así como responsable de unos grandísimos vinos del Loira- cuando no sale la botella rana- elaborados bajo el nombre de La Coulee de Serrant.
Por mi parte, sin haberme decantado por ningún extremo, y partiendo de que el método no es aplicable en todos los lugares, pruebo y opino. Encuentro grandes vinos entre aquellos que rechazan el sistema, pero disfruto también con sensaciones verdaderamente auténticas y deliciosas en el extremo biodinámico de la balanza, y si hay algo que debo reconocer tras aciertos y fracasos, es que sus vinos saben mejor cuando el dichoso calendario indica "día fruta".
Por esa razón cuando me vi con una botella del Faugères 2009 de Leon Barral, tiré del calendario al efecto, a la espera de un día fruta. El pasado 5 de enero tuvo lugar.
Suelos de esquisto y un rebaño vacuno como único control de plagas enmarcan la propiedad de Didier Barral, heredero de M. Leon, y al frente de la producción de 25 hectáreas propias situadas en el Languedoc, la zona más cálida y mediterránea de la Francia vinícola. Viñas viejas de garnacha, cariñena, monastrell, syrah y cinsault.
La mitad del vino que nos ocupa es cariñena. El resto se lo reparten garnacha y cinsault.
Su falta de brillo específico muestra sinceridad. Heno, mata de tomate, fresa ácida que se alterna con sésamo tostado. Al tercer golpe aparece la manzana asada con un toque de oporto. Hierbas aromáticas, sándalo, hierba limón.
En boca resulta intenso, carnoso. Fresco, con acidez tensa. Taninos gruesos, esféricos. Carácter salvaje, crudo. Muy bebible en su astringencia, conforme devuelve sabores especiados, a los que simplemente les falta algo de longitud para enamorar sin caer en el olvido.
Un vino con aristas, con notas misteriosas (algo confusas, dirían los más pesimistas), pero con disfrute y mucha autenticidad, que puede encontrarse en torno a los 15 euros.
Curiosa su expresión de una copa a otra. Tras pasar por la syrah, la tempranillo y la cabernet de Riedel, e incluso por un catavinos, encuentra su mejor acomodo en una hermitage. Curioso.
Curiosa su expresión de una copa a otra. Tras pasar por la syrah, la tempranillo y la cabernet de Riedel, e incluso por un catavinos, encuentra su mejor acomodo en una hermitage. Curioso.
Por cierto, fue de miedo con La Bomba de los Quesos La Cabezuela. Un poema de cabra no apto para cualquier vino, pero que con la rusticidad del que nos ocupa se llevó de maravilla, refinándose el uno al otro. Tremendo.
Y del tema Bio, les animo a que prueben, comparen, opinen, saquen sus conclusiones y, en caso de duda, busquen lo auténtico. Empiezo a encontrar cosas muy interesantes, no tanto entre los radicales del sistema, como en aquellos que adoptando alguno de sus principios, los aplican sin dogmatismos a las particulares dificultades de su zona. Seguiré probando en todo caso, y guardo una botella del Morgon 2012 de Marcel Lapierre para el próximo encuentro en día fruta.
***********INCISO***********
2 comentarios:
"Encuentro grandes vinos entre aquellos que rechazan el sistema, pero disfruto también con sensaciones verdaderamente auténticas y deliciosas en el extremo biodinámico de la balanza,"
Según esto, no hace falta ser biodinámico para hacer un buen vino. Reconozco una cosa: los biodinámicos suelen cuidar mucho la viña. Es decir, entre los miles de productores de vino, los pocos biodinámicos forman parte de los que tienen un interés especial por el cuidado de sus vides y por hacer algo bueno, por lo que sus vinos, probablemente, salgan mejor que los de miles de productores 'del montón'.
"si hay algo que debo reconocer tras aciertos y fracasos, es que sus vinos saben mejor cuando el dichoso calendario indica "día fruta"."
Así que existe un calendario, que además se basa en los mismos principios que el horóscopo, que predice cuándo un vino (biodinámico) sabrá mejor. Como mínimo, suena raro.
Teniendo en cuenta el enorme elemento subjetivo de la cata, parece que la afirmación puede deberse, principalmente, a la sugestión.
Como se ha visto en varios experimentos y estudios, conocer el precio de un vino, ver las indicaciones de la etiqueta o el color del propio vino influyen en la cata, hasta el punto de que un blanco teñido se describe con características de tinto, o que un mismo vino etiquetado de distinta forma sabe mejor o peor. (http://www.directoalpaladar.com/enologia/la-cata-de-vino-es-un-fraude)
Eso sin contar con que en las catas a ciegas puede ocurrir cualquier cosa (ver juicios de París y de Princeton).
Para compensar el enlace a la asociación Demeter, que obviamente defiende la biodinámica, dejo dos:
elmundovino, 2005: http://elmundovino.elmundo.es/elmundovino/noticia.html?vi_seccion=11&vs_fecha=200510&vs_noticia=1128619190
Directo al paladar, 2013: http://www.directoalpaladar.com/enologia/la-estafa-de-la-agricultura-biodinamica-antroposfia-agricola-en-bruselas
No quiero terminar sin decirte que sigo y disfruto mucho tu blog, que me has descubierto vinos y restaurantes, y que estoy seguro de que seguirá siendo así. :-)
Saludos,
Hola,
Te agradezco enormemente tu detenimiento a la hora de desgranar el post. Sin duda invita a ser lo más minucioso y preciso posible a la hora de hablar de algo, y da gusto escribir con lectores así.
Creo que dejo el tema muy abierto como para tomar ahora partido, sin embargo sí diré que la sugestión ha podido influirme, pero solo en cierta medida.
¿Cómo puedo afirmar eso?, pues sencillamente porque ya me ha ocurrido en más de una ocasión que en vinos de este estilo, ya catados con anterioridad y varias veces, me surge de repente una botella gloriosa, y a toro pasado compruebo que era día fruta. Antes de eso era escéptico como el que más.
Dicho esto, quiero insistir en que esto es una excentricidad más que no espero que nadie siga y que publico porque esta es una plataforma minoritaria, más que nada porque si hay algo que el consumidor no necesita es que le compliquemos aun más, un ya maltrecho consumo de vino.
De nuevo gracias, y espero verte por aquí a menudo (y si es con un nombre, ya inmejorable).
Saludos,
Publicar un comentario