miércoles, 26 de febrero de 2014

Cincuenta rompedores, una nominación y un vinazo

Aparte del disfrute personal, una de las razones que dan sentido a este blog, desde mi punto de vista y especialmente en lo que a lo vinícola se refiere, es intentar divulgar y extender el vino como placer, pero también como cultura.

La situación es complicada, y especialmente insólita cuando un país como España, teniendo no sólo la mayor extensión de viñedo del mundo, sino también la mayor producción, resulta que es consumidor de cerveza por goleada.

Si ponemos el foco en el público joven, el panorama es más dramático, si cabe. Por eso, cuando desde Vinorum contactan con el que suscribe para colaborar en una iniciativa vinícola, dirigida especialmente a este público, es imposible decir que no.

Así, un día del pasado 2013, nos plantamos en Barcelona junto a un equipo de notables como Onneca Guelbenzu, Flequi Berruti, Toni Omedes o Ezequiel Sánchez-Mateos ante el que no puedo hacer otra cosa que empequeñecer. Convocados por Lluis M. Barba, nos toca consensuar y confeccionar un listado, cincuenta rompedores con los que sacar al vino de las telarañas y colocarlo entre los trending topic. O como se llamen.

La selección, aparte de ponernos de acuerdo, debe aunar calidad, autenticidad, facilidad y atracción visual. Además - aspecto importante- deben estar presentes en la Feria Alimentaria de Barcelona que acogerá el stand de estos 50 Rompedores.


Evidentemente, esto no es fácil, y como en la selección del fútbol o la bechamel, cada uno tiene la suya. Por fortuna la muestra es lo suficientemente amplia como para que unos y otros dejemos nuestra impronta y, sobre todo, para alcanzar el gusto de todos los que pasen por la feria, quieran disfrutar de una buena copa y, lo más importante, compartir el vino como una opción de consumo y disfrute habitual. 

Pueden ver más sobre el concepto aquí, y conocer el listado en Diario de Gastronomía.

Y como, entre muchas otras cosas, no pude evitar dejar entre mis propuestas alguna perla de Galicia, o lo que yo considero presente y futuro del vino, traigo a colación una nominación que me alegra enormemente, como la conocida esta semana a los Premios Magnum que otorga el Instituto Galego do Viño

Nos postulamos- sin pretensiones, dada la excelente competencia,- en la categoría de mejor difusión del vino gallego, labor que me enorgullezco de acometer por convencimiento y sobre todo puro placer.

Además aprovecho para poner en valor la ingente actividad de este organismo en su defensa del vino y su servicio, que este año ha tomado forma en un ambicioso y bello proyecto, materializado en el Curso Superior de Sumiller, una de las pocas opciones del país para formarse plenamente en la cultura del vino. Prueba de ello, su equipo docente, entre los que me permito destacar a monstruos como Juancho Asenjo, Antonio Portela, José Luis Mateo, Joan Gómez Pallarés o el mismísimo Josep Roca.

Y terminamos, hilando de nuevo, con una joya gallega que tengo el placer de catar en este momento, así como confirmar, tras haber probado casi todas sus añadas, que nos encontramos ante el punto de inflexión entre un buen vino y uno excelente por identidad, terruño y disfrute directo.

Hace ya algunos años que hablo de Viña Regueiral, el proyecto de Juan y familia, así como de su compromiso con la escasa hectárea que detentan en Ribeira Sacra. Pero la añada 2012 es, sencillamente, un espectáculo, o cuando menos una botella gloriosa que en este momento tengo entre manos.


Mi vino del año, por el momento, es tremendamente intenso, mostrando flores, violetas, cerezas y moras, cacao. Vaivenes balsámicos de eucalipto. Vuelve la Ribeira Sacra más fresca, exhuberante y precisa que tenía casi olvidada. Tierra mojada y mina de lápiz al fondo.

En boca es tenso y vivaz. Agil. Con acidez refrescante, muy integrada, y un alcohol imperceptible. Sabroso y vibrante, deja a su paso amargos muy elegantes y peso de fruta. Algo caliente al final.  No rehuye la complejidad del terruño y se muestra largo, devolviendo la parte más frutal de su recorrido, con canela y eucalipto.
Una delicia que muestra la cara más fina y borgoñona de la Ribeira Sacra.



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