miércoles, 25 de septiembre de 2013

A Tafona, y el ocaso de la excelencia

Interrumpimos el bombardeo relativo al Ranking para sumarnos a un lamento tan crudo como incomprensible.

Hace unos días el amigo Jorge, más conocido como Gastroerrante, nos hablaba de A Tafona do Peregrino, un pequeño restaurante de Santiago de Compostela encuadrado en un hotel muy cuco, que languidece mientras realiza un esfuerzo hercúleo por servir algunas de las mejores viandas de las que se puede disfrutar en la capital gallega, y además por un precio irrisorio.

Creo a piejuntillas todo lo que sale de la pluma del asturiano en cuestión, pero es que además me permito decir que estuve allí. Hace tan solo unas tres semanas.

Un local llamativo y acogedor. Telas y lámparas de diseños y colores vivos en combinación con piedra desnuda.

Nadie me conocía, ni yo conocía a nadie. Nos limitamos a preguntar por un sitio para dos. Salvo un par mesas ocupadas (por guiris, me dio la impresión)- El que ustedes quieran- respondieron, con una atención sobria pero distinguida, y absolutamente correcta.

Llega el menú, tan atractivo que ni miramos la carta. Sólo la de vinos, una no muy larga, pero cuidadosa selección con especial apuesta por el territorio. Precios igualmente ajustados.

Mientras mi santa opta por unos impecables niguiri y una ensalada oriental, yo me voy a la flor del calabacín rellena, en tempura y con jamón ibérico. Una verdadera delicia, perfecta la fritura y relleno croquetero al más alto nivel.


Fue la antesala ideal para un bacalao, sabroso y preciso al milímetro en su punto de cocción y acompañado de un llamativo y sabrosísimo arroz.


Las hojas que lo adornaban, cuyo nombre no recuerdo, eran un poema verde, sabroso y crujiente, así como un acompañamiento elegido con genial criterio.

Con el vino nos fuimos a As Furnias 2011, fresco y divertido por momentos, aunque algo desordenado en nariz, con alguna nota acética, y desconcertante en boca. Quizás no fuera su mejor botella.


Un postre basado en frutos rojos cerró la sesión, dejándonos atónitos el conjunto, al precio, llamativo hasta lo casi injusto, por producto y trabajo, de 15 euros.

Desde aquí, y para evitar reiteraciones, me limito a hacer mías las reflexiones del Gastroerrante, y es que el hecho de que este restaurante no prospere, me entristece, me colma de rabia, y me hace replantearme muchas cosas. El más triste pensamiento de que aun haciéndose todo bien, un proyecto puede no funcionar.

Yo no lo entiendo. Tampoco entendía nadie en Fantasía qué era la Nada, hasta que poco a poco, se fue apoderando de todo a su paso.




jueves, 19 de septiembre de 2013

Convocatoria: IV Ranking Independiente de los 10 mejores vinos por menos de 10 euros


El título no engaña. Ha llegado el día.

De nuevo, y por cuarto año consecutivo, volveremos a reunir a los mejores y más desinteresados catadores ante las botellas que, a ciegas, se postulen como los mejores vinos económicos del mercado.

Pocas cosas cambian, salvo la sede. Nos vamos a Santiago de Compostela y la casa de acogida, para este evento homeless por excelencia, será SINGULARIO. Un atractivo y renovado local que brota de las instalaciones que en su día dieron forma a la excepcional Viña de Xabi. Hoy se renuevan, con criterio, nuevos rostros, buen gusto, una abrumadora selección de vinos y una cocina de excepción, en perfecta armonía con la relación calidad – precio que buscamos en esta plataforma, y, muy especialmente, en el concurso que nos ocupa.

La mecánica del concurso no cambia, por refrescar algo la memoria, recordar que los visitantes proponen y las bodegas disponen, así que desde este momento esperamos los comentarios de quienes quieran hacer sus propuestas de vinos candidatos al podium de los 10 mejores vinos por menos de 10 euros, y asimismo, queda abierta la convocatoria para los productores y bodegas que se animen a participar libremente. Las bases pueden descargarlas pinchando aquí, o en el logo que encontrarán a la derecha.

A pesar de la continuidad, hemos acogido las críticas sobre errores cometidos en el pasado con espíritu constructivo. Una de ellas, especialmente acertada, la de algunos vendedores de vino que veían difícil reaccionar  al mercado navideño con un listado publicado a mediados de diciembre. Por ello hemos adelantado la celebración de la cata al 2 de noviembre, comprometiéndonos a publicar el ranking definitivo antes del 15 de mismo mes.

Otro reto, que ya no depende de nosotros más allá de saber comunicar el espíritu del evento, es conseguir que espumosos y generosos, tengan su representación en el ranking.

Pese a la oficialidad de la convocatoria, el carácter indie del certamen me permite dedicar unas lineas finales a poner en valor el esfuerzo de los implicados en esta gesta. Y es que, aunque muchos pudieran pensar que, con una iniciativa ya consolidada, todo va rodado, nada más lejos de la realidad. Muchas puertas se nos han cerrado. Otras ni siquiera se han llegado a abrir y el resultado es que este año, en un evento carente de presupuesto de por sí, las colaboraciones se han reducido al mínimo.

Pero esto, lejos de desanimarnos, lo acogemos como un desafío, y lo entendemos como parte de la lucha por mejorar la imagen, y sobre todo, el consumo del vino en este país, así como hacer salir a flote aquellos proyectos de vinos auténticos escondidos en la masa del precio medio. Joyas singulares que buscaremos con las manos desnudas.


Quizás esas puertas se abran cuando la crisis deje de golpear duro. Por nuestra parte, la satisfacción de saber que cuando las cosas iban mal, estuvimos ahí de la misma forma que estaremos cuando el sol vuelva a salir; que lo hará.

Entre tanto, animo a todos a formar parte de este concurso.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Orgullo y prejuicio


Surge este título con la relectura del post, pues igual me ha quedado un poco cursi. Como el ignorante embrutecido que reconozco ser, generalmente disfruto más leyendo la versión de Seth Grahame-Smith. No obstante, guardo humanismo suficiente para reconocer que lo de Jane Austen es una obra esencial y lo otro es bazofia, pero uno es así.

El caso es que dejaba el otro día en el tintero la referencia de un vino que me enamoró. No aclaraba entonces que hablaba de un personaje ya conocido.

Aunque algunos ya tuvieran constancia del proyecto de Xurxo Alba, e incluso hubieran probado sus vinos, muchos otros lo pusieron en el mapa cuando el año pasado se publicaba el Ranking 2012 de Los 10 mejores vinos por menos de 10 euros.

Cuando el propio Xurxo me habla de aquel día, como el punto de inflexión en su proyecto, los que organizamos este Certamen, no podemos evitar sentir cierto orgullo. No desde luego, por el vino en cuestión, ni por su elección. La calidad fue su argumento, y los profesionales que asistieron a la cata ciega, la herramienta para despuntar.

Según él mismo cuenta, no tardó en recibir llamadas de diversos lugares de España, pedidos desde los rincones más insospechados y su teléfono no ha parado de sonar este verano. Tanto es así, que ha tenido que retrasar algún etiquetado para atender a las visitas que diariamente se presentaban en su modesta bodega. Pero tampoco es esa la razón del orgullo.

La cuestión es que todo esto le ha proporcionado un impulso emocional, y también económico, para hacer las cosas que le gustan y que otrora hubieran sido impensables. El que nuestro humilde certamen, carente de presupuestos, de intereses y de patrocinios, haya servido para que un proyecto como el de Xurxo salga adelante con solvencia es motivo de orgullo, pero más si cabe, si de aquel impulso surge la posibilidad de hacer esos vinos con los que muchos soñamos.

Así descorchamos uno de los más emocionantes Rías Baixas con los que he topado jamás. Albamar “Finca O Pereiro” 2012 surge de la ilusión de elaborar un albariño de parcela con personalidad propia. Cepas plantadas en 2005 en atrevida espaldera, que sobreviven en arena y algo de arcilla, que hace poco más de un lustro fue ría, y hoy es terreno ganado al mar. Ahora la viña se asoma a escasos metros del agua, entre las mareas de Ons y Ogrove. Restos de moluscos lo testimonian.


A partir de ahí, sencillez, y dejar que el vino se exprese. Nada de maderas, battonages, lías o pastas. Solo albariño y la sal que se haya colado. La maloláctica no arrancó. Pues nada. Va así.

Manzana verde, hinojo, mar de fondo, chillidos de gaviotas, pedernal, justo antes de hacer fuego. En boca es un poema de sutileza natural, vivaz, algo dócil quizás para su juventud en botella, pero que resulta una delicia. Todo en equilibrio, alma, esencia de albariño.

Solo espero que ningún hortera coja esto último para llamar así a su vino.

¿Y el prejuicio?, el que me lleva a elucubrar que quizás todo está demasiado afinado ya, precipitado equilibrio como para que el futuro pueda reconocer a este vino lo que merece, pero también a pensar en que no tardará en desaparecer la última botella.

Carpe Diem.



lunes, 9 de septiembre de 2013

Regueiro

 Como les adelantaba en el post anterior, este verano estuvo movido en lo gastronómico, y la primera parada de interés se produjo en Asturias.

En un minúsculo y hermoso pueblo del occidente del Principado llamado Tox, se esconde Regueiro, un hotel muy cuco y acogedor en el que se aloja el restaurante, del mismo nombre, dirigido por Diego Fernández.

Un par de recomendaciones y el antojo irrefrenable de comernos un buen arroz con pitu de caleya nos condujeron hasta allí, ya que entre sus dos menús, vanguardista y clásico, éste último (29 euros) incluye este plato en su propuesta.

Tras una espera algo más prolongada de lo deseable, nos recibe una sala vestida con buen gusto. Maderas nobles, ambiente acogedor y mesas bien separadas. Dos menús, carta y la posibilidad de que el chef configure uno a la medida. Como nosotros veníamos con la decisión tomada, nada de esto hizo falta, así que nos centramos en la brillante carta de vinos by David Barro, a precios muy ajustados, por cierto, que comentábamos en el post anterior.

Con el agua- el vino tardó lo suyo- trajeron el primer aperitivo cortesía de la casa, unos divertidos y ricos bollos preñaos en version “mini”.


Sí llegó a tiempo de catar el espumoso de Colet una crema de pitu de caleya realmente sabrosa y muy concentrada, nos adelantaba el sabor de fondo con el que nos íbamos a encontrar más tarde.


Tras ello empezaba el menú propiamente dicho con unas croquetas de jamón sencillamente perfectas, que demuestran con transparencia la escuela del chef en templos como Casa Marcial. Bechamel fina y sabrosa con un rebozado finísimo con el crujiente ideal.


El siguiente clásico, el bonito en rollo, uno de esos platos que siempre tengo en mente acometer, pero que por diversas razones acabo dejando para otra ocasión. Quizás sea porque normalmente me encuentro con una vianda fantástica de bonito y la plancha se hace demasiado atractiva.


En este caso nos encontramos con  un plato de abuela, jugoso y pleno de sabor sin un atisbo de sequedad – principal peligro de este plato-. El fondo revela trabajo, y su maridaje con las últimas gotas de Colet fue muy interesante.

Nos preparamos entonces para recibir aquello que habíamos venido a buscar, el arroz con pitu de caleya. Dos fuentes (éramos cinco) realmente abundantes nos anunciaban que  quedaríamos muy lejos del hambre. No decepcionó.


Sabores profundos, casi cercanos a la caza, carne sabrosa y arroz en su punto, bien trabajado. Por su grosor y textura me atrevería a decir que se trataba de alguna variedad italiana. La campanada llegó, de nuevo con algo de retraso, con el encuentro entre el arroz y la gamay de Dominique Pirón. Fescura para compensar un bocado contundente como el del arroz, y fruta con estructura para ponerse a la altura. El resultado es una delicia memorable.

El postre no bajó el listón y de nuevo vino a demostrar escuela. Un arroz con leche brillante, tan solo superado en mi experiencia personal por el prodigio de Casa Gerardo.


Petit fours, café, y un rato agradable en la terraza redondearon la jornada. La única pega, un servicio algo falto de experiencia y, tal vez, de una dirección clara, lo que se traduce en cierta descoordinación, algunas esperas y detalles que ensombrecen ligeramente el nivelazo de la cocina. 


Sin embargo hay que decir que de existir en Regueiro una sala a la altura de la enorme cocina que practican, posiblemente se justificarían también unos precios mucho más elevados. No olvidemos que el menú que acabamos de relatar se sirve por 29 euros.

Volveremos y comprobaremos, sin dudar, cómo han pulido esos flecos.




martes, 3 de septiembre de 2013

Las botellas del camino

En fin. Ya estamos de vuelta.

No negaré que las vacaciones de este verano han sido largas. Más que en años anteriores. Huelga continuar con el tópico de las pilas cargadas y demás. El cuerpo lo pedía y se lo hemos podido dar, así que espero estar a la altura del descanso, y de lo mucho experimentado en este mes de agosto, también en lo gastronómico.

Sin embargo también dicen que "el hombre que más vacaciones necesita es aquél que acaba de disfrutarlas", así que no esperen mucha brillantez por nuestra parte en estos primeros días (tampoco solemos darla el resto del año), aunque intentaremos contar lo posible.

El camino del mes pasado fue largo no sólo en kilómetros, sino también en sorpresas, y como el movimiento se demuestra andando, o en este caso bebiendo, empezaré hablando de los vinos que me han impactado este verano, sin perjuicio de que más adelante hablemos también de las viandas y entornos que les acompañaron.

La primera sorpresa tengo que agradecerla al amigo Jorge (Sibaritastur) y al grupo de cata que reúne año tras año en Oviedo al pelanas que suscribe con un grupo de cata de astures, excelentes catadores y mejores personas. Este año, entre otros vinos también interesantes, destacó con creces un ejemplar de As Caborcas 2010 que elabora Telmo Rodríguez en Valdeorras. Viñas en bancales de entre 50 y 70 años de edad, clavadas en suelos graníticos de laderas del Bibei. Mencía, merenzao, sousón, garnacha y godello y una añada especialmente agradecida con las variedades de ciclos más largos y su acidez.

El resultado, el vinazo que comenta Jorge en este post con el que comulgo plenamente.

Seguimos en Asturias, hacia el oeste, y en un pequeño pueblo costero llamado Tox encontramos un enclave culinario, Regueiro. Hablaremos de él más adelante, aunque adelantaré dos triunfos vinícolas con los que topamos allí, fruto del excelente trabajo de asesoría que David Barro, de Coalla Gourmet, ha hecho en esta casa. Una carta precisa, atrevida, compensada y no necesariamente larga. El primer golpe fue el Extra Brut de Colet, que en esta última tirada se muestra más fresco y champenoise que nunca. Para beber palets. La segunda, el Côte du Py 2010 de Dominique Piron, un lieu-dit de Morgon en el que la gamay muestra su cara más borgoñona. Fresco, terso, mineral y con fruta roja a paladas, ofreció uno de los maridajes más arrolladores con los que me he topado al enfrentarse a un arroz con pitu de caleya del que ya contaremos cosas.


De Asturias nos fuimos a Monforte. Allí nos esperaba la hospitalidad de un amigo, Jose Mª Prieto (Régoa), que además tuvo el detalle de reunir en torno a nuestra mesa a un puñado de jóvenes vignerons que, sin duda, forman parte del futuro más prometedor de la Ribeira Sacra.

Especialmente llamativo resultó Ronsel do Sil, un proyecto donde, pese a los pocos años que lleva en marcha, sus promotores tienen claro el objetivo de mostrar la tipicidad de cada terruño, razón por la cual parten con varias marcas desde su inicio. Vel'uveyra, arpegio y ourive, darán que hablar. A falta de volver a probarlas con calma -los vinos catados en Monforte fueron muchos- brilló con luz propia Alpendre 2012, un tremendo monovarietal de merenzao granítico, fresco, fino y muy sutil, pese a su rabiosa frutosidad.


Tampoco quisiera olvidarme de la grata sorpresa recibida con la evolución del Blanco de Blancos 2011 de Ponte da Boga. Voluminoso, glicérico y mucho más interesante ahora que cuando acababa de salir al mercado. Me voy convenciendo de que los vinos de esta bodega requieren un tiempo que no les damos.


Ya en casa, en Pontevedra, me tocaba el turno de lucimiento. Por eso saqué de la manga, ante un público atónito, una botella a la que tenía muchas ganas, ya antes de haberme hecho con ella. Se trata de El Marciano 2012, un vinazo del Maestro Alfredo. En Navarredondilla (Avila), donde Gredos se pierde en altura y ya no trabaja nadie, Alfredo vendimia el último, a casi 1.200 metros, garnachas de granito, las que me gustan, jugosas y directas. Sin crianza ni más artificio que un 10% de uva sin despalillar. Moras y arándanos crujientes, lavanda. Explosivo en boca, taninos esféricos, madurez y frescura nunca se entendieron tan bien.


Sigo en Pontevedra y otro vino me arrebata el corazón, pero como por diversas cuestiones merece un capítulo aparte, lo dejo caer y nos vemos en el próximo post. 






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