lunes, 7 de enero de 2013

Cosas que merecen la pena

Ahora que con cuatro quilos más, se avecina la dieta; que las noches en familia con un botón desabrochado son un diciembre lejano, es cuando uno valora, no tanto el sabor de una buena mesa, sino todo lo que la precede, la rodea y la decanta; con sus posos.


Pensaba hablar de recetas tal cual, pero tal vez la niebla me haya dispersado y en lugar del mero al horno que disfrutamos en Nochebuena, lo que me venga a la cabeza sea el mero de mi Madre.

Un mero de levantarse y saludar, que uno habría hecho al vacío, o al vapor. Tonterías quizás. Ella piensa de otra forma. Marcado irreverente y al horno con cebolla pochada largo tiempo, reposada con azafrán y un chorrito de albariño. ¿A qué temperatura?, ¿cuanto tiempo?, ni idea. El que transcurre con unas copas de Pierre Moncuit Rosé ante el horno. Puede que un poquito más. Sencillamente delicioso. Medieval. Para disfrutarse entre risas, regalos, burbujas.


Y lo que yo habría cocinado diferente se transforma en algo que nunca cambiaría.

En esta misma linea diré que el dulce no me gusta. Suele cansarme y me invita a pensar en bocadillos de calamares. 

Sin embargo, año tras año me embarco en la gesta de preparar uno de los empalagues más obscenos conocidos, hasta que la tarta banoffee cruzó el charco. Galletas de jengibre, pan de jengibre o ginger bread men. Como lo quieran llamar.

Si les gustan estas cosas, encontrarán decenas de recetas por ahí. Todas salen, aunque no sin trabajo. Del glaseado ni les cuento.

Pero vale la pena.


El simple hecho de juntar bajo mi techo a esos amigos que esta jodida metrópolis solo me permite ver un par de veces al año, hace que estas galletas sean mágicas. Hasta terminan gustándome leñe, aunque sea tan solo por haber conseguido que mi mujer, que sí es golosa, disfrute un rato en la cocina.


Con esto me permito enorgullecerme de que la temática de este blog no sea la economía, el motor, la política o las series de intriga, sino algo más pequeño como la comida y sus tragos, pequeños placeres que hacen mesas, juntan personas y nos entregan recuerdos de cosas que merecen la pena.

Aunque a dieta, empezamos el año con ganas. Bien.

6 comentarios:

Jose dijo...

Y dile tú algo a una madre, o a una abuela, de los tiempos y modos de cocción, que se van a estar riendo contigo (de ti) hasta el próximo diciembre ;)

Saludos,

Jose

Afilando mis tacones dijo...

Estas galletas ya son tan clásicas en mis Navidades como la cabalgata de reyes! Doy fe de que el que escribe es un artista que cada año se supera (bravo por ese glaseado y las galletas personalizadas!) y por supuesto a por su ayudante de cocina! :)

Eso si, lo de vernos dos veces al año.... Por ahí no paso!!!

Mariano dijo...

Hola Jose, y que lo digas... En mi entorno se llevan riendo a mi costa unos cuantos años ya.

Mariano dijo...

Hola Isabel. La verdad es que este año entre la amasadora y lo que hizo mi señora el ayudante de cocina más bien es un servidor...

Un besote!!

Toni dijo...

Las madres lo hacen todo bien siempre, eso no se discute, pero siendo realistas el 99% pasan media hora de más los pescados o el cordero... ;-)

Anónimo dijo...

Muchas felicidades querido Mariano por tu espectacular ascenso en el ranking de blogs de cocina, absolutamente merecido. Enhorabuena

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