Si uno está medianamente conectado al mundo, es difícil abstraerse al hecho de que en estos días se celebrase el evento gastronómico conocido como Madrid Fusión.
No puedo comentar mucho sobre el mismo en sí, ya que su horario es irremediablemente incompatible con el de mi trabajo. Sin embargo este año desde EsMadrid se han puesto las pilas más que nunca para hacer que el encuentro se pudiera saborear por el gran público, a través de la iniciativa conocida como GastroFestival.
Entre el sin fin de actividades que lo enmarcan encontramos la apertura de las cocinas del Palacio Real, exposiciones temáticas en el Prado, Rutas, Catas y un largo etcétera que pueden ojear aquí, con la posibilidad de disfrutar de muchas de ellas, que aun se extienden hasta el tres de enero.
Quizás lo más destacable para el mileurista gastrónomo sea la confección de interesantísimos menús a 25 y a 40 euros en un nutrido listado que incluye diversos y reputados locales y restaurantes.
Nosotros no podíamos esperar a saltarnos la dieta, y escogimos lo que por cercanía nos permitiera volver al trabajo en tiempo y forma, y eso nos llevó a El Patrón de La Máquina, dentro de los acogidos al menú de 25 euros.
Tampoco me entretendré demasiado en explicar la relevancia del Grupo La Máquina en el panorama gastronómico madrileño, aunque sí creo importante señalar su mérito de demostrar que es posible convertir la restauración en un negocio próspero, a gran escala, sin despreciar la cocina y la calidad del producto. Al menos eso me dice la experiencia.
La rica chistorra que nos entretuvo mientras nos decidíamos con un golpe de sidra, dio paso al comienzo del menú, unas croquetas de jamón ibérico con una bechamel deliciosa y bien trabajada, aunque algo penalizadas por un empanado demasiado tosco. En todo caso en conjunto el balance era muy positivo.
Seguimos con un platillo de boquerones muy bien fritos, ligeros y en absoluto aceitosos y terminamos los entrantes con una ración de pulpo á feira con patata, bien cocido y en su punto.
Después tocaba elegir, y la cuestión no era fácil, entre fritos de rodaballo salvaje, cocotxas al pil pil o ternera de la sierra al ajillo. Finalmente me decidí por el steak tartar al que mi vertiente troglodita suele inclinarme. En este caso encontramos solomillo de calidad y una ración abundante, aunque por gusto personal quizás hubiera disfrutado de algo más de gracia en el aliño.
Y como a fin de cuentas estamos en un astur, no podía faltar el arroz con leche, algo entero pero muy rico. Lástima que llegara mi dieta en forma de angelito y no me permitiera comerme más de la mitad, que ya está bien.
La compañía fue una botella de sidra correcta, embotellada para el Grupo, que se comportó muy bien con todos los platos, especialmente con el steak y la chistorra. Una opción francamente interesante (5,90 euros) que permitía volver a trabajar en condiciones, aunque la tendremos en cuenta si volvemos por allí, dado que la carta de vinos es corta y ramplona, en absoluto a la altura de los platos que allí se sirven.
Un menú serio y honesto donde la sorpresa fue la excelente relación calidad precio, hasta el punto de hacernos dudar que esto fuera mínimamente rentable para el restaurante, teniendo en cuenta que hablamos además de un flamante local en pleno Paseo de la Castellana y que, sin embargo, no estaba lleno como hubiera sido de esperar.
Termino estas líneas tras haber disfrutado además de la opción de menú maridado de Lavinia, francamente interesante también, y con la esperanza de que hasta el día tres en que finaliza la campaña, encontrar hueco para catar alguno más.
Nos vemos en los bares.