Mencía, godello, treixadura, albariño, alvarello, merenzao, garnacha, alicante, sousón, caiño... y muchas otras más, forman parte del patrimonio varietal autóctono gallego, que puede encontrarse en el enclave vinícola único del Valle del Sil.
Ribeira Sacra.

Hace más de una década, cuando todo esto no le interesaba a nadie y la moda eran los supertempranillos de autor, Fernando y Ana de Algueira apostaron (junto con otros temerarios como Chema en Régoa, Pedro en Guímaro o Javier en Bibei) por profundizar en lo autóctono, y muy especialmente en los tintos gallegos de larga vida. Las críticas les llovieron tanto como los apoyos casi brillaron por su ausencia. A pesar de todo su compromiso fue claro: variedades indígenas, cuando por sí sola la mencía ya era una extravagancia, búsqueda de la tipicidad, del terruño, y respeto por el suelo y su entorno.

Y miren, todo esto es caro. Muy caro, tanto en esfuerzos como en dinero, y por eso un servidor, que no es precisamente amigo del despilfarro, tiene claro desde el respeto, que no son acertados los comentarios de aquellos que critican los vinos de esta bodega por sus precios. Sinceramente creo que están justificados, no solo en relación con lo que supone sacarlos al mercado, sino también por su indiscutible calidad, que pudimos constatar, primero en bodega, y luego con el delicioso hilo conductor de un cocido, del que disfrutamos en su acogedor restaurante, O Castelo.
Algueira Joven 2011, y más dosis de coherencia. Creo que la consecuencia lógica de que un proyecto esté centrado en hacer vinos de largo recorrido, pasa necesariamente por que sus vinos del año puedan resultar duros o algo salvajes.
Entramos en materia con Algueira 2009. Solo mencía. Mencía en estado puro. Directa, precisa. Con el empaque que da una crianza prolongada pero sin un solo rastro de vainillas u otras obscenidades que da la madera mal entendida. Sabroso, frutal, complejo... fantástico.
Algueira Alvarello y Algueira Merenzao son palabras mayores que quizás merecen una cata más pausada. Aunque cada uno tiene un estilo, claramente definido, ambos comparten la engañosa ligereza que nos recuerda a borgoña. Ligeras capas y finísimos aromas que en absoluto ponen a uno sobre aviso del fuste, la frescura, la profundidad y la longitud que ofrecen.
Algueira Fincas es el friki, el que va por libre. Tras probar depósito y botella, puedo afirmar que el recorrido de este vino es una auténtica pelea entre dos señores llamados Caiño y Sousón, antagónicos como Holmes y Moriarty, o como Jorge Javier y la elegancia, pero que reunidos en la botella, no sólo hacen las paces, sino que se ensamblan de manera formidable, creando un tinto voluptuosamente fresco y sugerente. Caiño aporta aromas y nervio y Sousón estructura y complejidad. El resultado: un cañón.
Menos interés encontré en sus Garnachas vinificadas por separado, ojo plenas de cuerpo, frescura y tipicidad, pero que, creo, aportarían más en un ensamblaje.
Probamos algunas cosas más, pero la sorpresa mayuscula la protagonizaron dos vinos que para mí quedarán entre los diez grandes de mi memoria.
Uno, Algueira Godello FB 2003, año terrible al que este blanco no sólo ha sobrevivido saliendo de rositas, sino que demuestra una complejidad creciente año tras año. La demostración de que la dirección es correcta, y de que el tiempo sienta bien a la godello bien tratada. Aun mejor que cuando probé este mismo vino allá en 2009, y seguramente peor que cuando me vuelva a encontrar con él, si tengo la suerte, en un par de años.

Ribeira Sacra.


Desde ese compromiso, con la ayuda de Raúl Pérez, y con muchos caminos abiertos, hasta entonces nunca recorridos, tuvieron las ideas claras, empezando por lo fundamental, que el vino se hace en la viña y que solo se vinifica aquello que se controla desde el viñedo. A partír de ahí, investigar, saber qué pueden ofrecer esas variedades por separado, y conocer qué hace el tiempo con sus vinos.
Esto supone ir sacando vinos al mercado con más tiempo de botella, y guardar existencias para ir probando con el tiempo.
Y miren, todo esto es caro. Muy caro, tanto en esfuerzos como en dinero, y por eso un servidor, que no es precisamente amigo del despilfarro, tiene claro desde el respeto, que no son acertados los comentarios de aquellos que critican los vinos de esta bodega por sus precios. Sinceramente creo que están justificados, no solo en relación con lo que supone sacarlos al mercado, sino también por su indiscutible calidad, que pudimos constatar, primero en bodega, y luego con el delicioso hilo conductor de un cocido, del que disfrutamos en su acogedor restaurante, O Castelo.

Un proyecto coherente desde sus líneas más humildes, como el blanco básico, coupage de godello, albariño y treixadura, con claro predominio de esta última, con sus notas de flores blancas y albaricoque, un vino sencillo, fragante y fresco que es la antesala de su Algueira Escalada, un monovarietal de Godello que exprime lo mejor de esta variedad, gruesa y opulenta en su vinificación, pero soportada por una excelente acidez. A pesar de sus doce meses en barrica usada de 500, sale al mercado con tan solo una pequeñísima cumplida de todo el tiempo que le queda por delante.
Probamos mucho I+D, de la bodega, de lo que solo revelaré parte, destacando en el capítulo de blancos, una treixadura, pisada con los pies y vinificada como un tinto, con su raspón y todo, que sin duda dará mucho que hablar. Pese a estar en una fase muy precoz, demostró una presencia, un músculo y una tipicidad, acongojantes.

Entramos en materia con Algueira 2009. Solo mencía. Mencía en estado puro. Directa, precisa. Con el empaque que da una crianza prolongada pero sin un solo rastro de vainillas u otras obscenidades que da la madera mal entendida. Sabroso, frutal, complejo... fantástico.
Algueira Alvarello y Algueira Merenzao son palabras mayores que quizás merecen una cata más pausada. Aunque cada uno tiene un estilo, claramente definido, ambos comparten la engañosa ligereza que nos recuerda a borgoña. Ligeras capas y finísimos aromas que en absoluto ponen a uno sobre aviso del fuste, la frescura, la profundidad y la longitud que ofrecen.

Menos interés encontré en sus Garnachas vinificadas por separado, ojo plenas de cuerpo, frescura y tipicidad, pero que, creo, aportarían más en un ensamblaje.
Probamos algunas cosas más, pero la sorpresa mayuscula la protagonizaron dos vinos que para mí quedarán entre los diez grandes de mi memoria.
Uno, Algueira Godello FB 2003, año terrible al que este blanco no sólo ha sobrevivido saliendo de rositas, sino que demuestra una complejidad creciente año tras año. La demostración de que la dirección es correcta, y de que el tiempo sienta bien a la godello bien tratada. Aun mejor que cuando probé este mismo vino allá en 2009, y seguramente peor que cuando me vuelva a encontrar con él, si tengo la suerte, en un par de años.

Y la otra, Algueira 2005, un vino del que lo peor que se puede decir es que se encuentra intacto y en estado de gracia. La única evolución que demuestra es un afinamiento de su tipicidad rompedora y su profunda mineralidad. Interminables cerezas, mina de lápiz, violetas... un portento y la demostración de que el proyecto de vinos de guarda está más que encarrilada. Lástima que prometan tanto y no nos los podamos beber todos ahora.

Para hacer la espera más agradable, les dejo con mi transcripción de una acertadísima afirmación de Raúl, "...una D.O. será grande cuando sus vinos viejos lo sean".
Incontestable.
7 comentarios:
Gran entrada como siempre, pero echo de menos el algueira pizarra, le probaste también ???
Saludos
Gracias Ankrabi
Lo cierto es que no lo probé, porque había mucha cosa que catar y lo tenía bastante reciente (dos post atrás...).
Saludos!
Si ese ya lo leí por eso me extraña no lo pusieras aquí, pero claro como tu dices muchos vinos jejeje
Fantástico post, Mariano, y fantásticos vinos, por lo que cuentas.
Cuantos deberes tengo pendientes na terriña...
Saludos.
Efectivamente Mariano, estos vinos son los que me atrajeron más de la exposición de este invierno en Poio.
En las vacaciones de este verano les visitaré seguro
Hola S., sin duda ponte con ellos porque merece la pena no solo probar añadas sino guardar botellas....
Saludos
Y harás bien Alfredo. Te recibirán como mereces y además creo que ppr filosofia encajareis muy bien.
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