Hablamos de una finca de 1,1 hectárea de syrah, con cepas de un mínimo de 33 años, suelos de granito. El vigneron, Jean-Pierre Monier, friki y biodinámico él, representa la tercera generación de agricultores de la familia, donde el vino es una parte más en la producción de su granja.
lunes, 30 de enero de 2012
Rebajas, rebajas...
Hablamos de una finca de 1,1 hectárea de syrah, con cepas de un mínimo de 33 años, suelos de granito. El vigneron, Jean-Pierre Monier, friki y biodinámico él, representa la tercera generación de agricultores de la familia, donde el vino es una parte más en la producción de su granja.
miércoles, 25 de enero de 2012
Placeres con Ñ
Sin embargo, si se habla de vinos encabezados, España lleva sin lugar a dudas la voz cantante. Creo haber comentado ya en alguna ocasión, que los generosos nos brindan la mejor relación calidad precio que puede encontrarse en el mercado, aparte de una fuente de disfrute ilimitada.
Miren, mientras escribo esto, me encuentro frente a este Fino Una Palma, servido en una Riesling/Sangiovese de Riedel, y creo que se me están cayendo las lágrimas. Se trata de una elaboración limitada creada por los González-Byass y que al parecer se presentó en el Millesimé en su pasada edición de 2011.

Esta primera procede de botas seleccionadas de la 4ª criadera de fino amontillado. La mayoría, de más de 6 años de vejez, que siguen cubiertas por una ligera capa de flor. Las mejores botas han sido seleccionadas de un total de 142 de la 4ª criadera de la solera de fino amontillado en la pierna nº 20 que se encuentra en el 2º piso de la Bodega de Tío Pepe. Mi ejemplar fue embotellado, según aparece en la contraetiqueta, el 21 de octubre de 2011 con una atractiva presentación, tipo Sauternes, de 0,5 l.
Su color ya nos da muestras de una evolución pausada, con un bonito amarillo dorado. Una tremenda nariz, profunda y compleja, nos brinda aromas de avellanas, alga seca, corteza de limón, aceitunas verdes, cortezas, maíz tostado. Todo esto se vuelve casi liviano ante una boca sencillamente brutal, muy seca, amplia, salina, punzante. Tajante a su paso, fresco y muy aromático. Diría que joven y alegre, al tiempo que grueso, profundo y reflexivo. Larguísimo. Devuelve todo lo ofrecido en nariz. Una auténtica pasada.
Creo que los 14 euros que costó en el Grumete del ECI difícilmente podían haber dado más de si.
Y claro, no podíamos tomarlo solo. Por fortuna contábamos con los salazones de Ricardo Fuentes e Hijos y, concretamente con su atún ahumado, uno de los más sabrosos y frescos que he probado, que sería la envidia de cualquier preparado noruego.

Así da gusto hacer patria.
domingo, 22 de enero de 2012
Largo domingo de Lamprea
martes, 17 de enero de 2012
Cuanto más conozco al político, más quiero a mi Rodaballo
No es mucho, pero mientras no les llegue la trena, es lo que hay.
Entre tanto y al hilo de esto, a nosotros se nos acabaron los días de mero y lubina salvaje, aunque nos quedan algunos productos de acuífero que, bien preparados, no están nada mal.
Y es que cuanto más detesto a la clase política y a aquellos que nos representan y se presuponen ejemplares- tiene narices-, más aprecio siento por el rodaballo.
Su gesto circunspecto, casi irónico, quevedesco, y su mirada bóveda, me resultan entrañables.

Parece que te está diciendo, “¡qué!, menudo hachazo te van a pegar este año en el IRPF, ¿eh?”.
El rodaballo es un pez de categoría. Mientras otros tienen nombre vulgares como merluza o congrio (por no hablar de ordinarieces como la palometa), rodaballo suena fino, elegante y señorial. Parece el nombre de una cápsula de café... ¿Qué prefieres, Vivalto o Rodaballo Lungo?, ¿un Rodaballo from
El caso es que el que nos zampamos el viernes se parecía un poco a Angela Merkel, al menos antes de entrar en el horno. Al salir tenía un bronceado más bien tipo Berlusconi.
Si quieren repetir la escena, les recomiendo que se hagan con un ejemplar que no sea sindicalista, (y ya no les digo liberado), que revolucionará la guarnición y las almejas se les quedarán cerradas. Lo podrán acompañar de unas buenas patatas, cebolla, ajo, una guindilla, un puñadín de almeja o berberecho, otro de guisantes, un vaso de vino blanco (mejor albariño), sal, pimienta y aceite de oliva virgen.
La cosa es bien sencilla. Horno a 180 º. En una fuente de barro ponemos las patatas y la cebolla cortadas finas, bien engrasadas de AOVE con sal y una vuelta de pimienta. Cuando se ablanden y se vayan fundiendo subimos a 200º y añadimos el vino. Evaporado el alcohol, los guisantes, las almejas y una pizca de azafran entre los borbotones.
Entre tanto pueden poner la sartén grande en el fuego a tope y marcar el rodaballo pintado con un poco de aceite. Solo marcar, eh, crudo por dentro. Si es de pisci pueden insertarle unos cortes de limón muy fresco, cual banderillas. Pero no me hagan eso con uno salvaje que se le va la sustancia como a Obama.
Una vez que las patatas tengan un aspecto que de ganas de comérselas solas, queda meter a nuestro amigo, y, si van a comerse la piel, espolvorearle un poco de pan rallado. Aunque no como la de nuestros queridos políticos, que es de amianto, les diré que tienen la piel bastante dura.
Seguimos a 200. Y en unos 15 minutos o algo más, en función de su horno y del tamaño del bicho, estará listo. A mi me gusta salsearlo antes con el caldo del fondo, pero eso va por barrios.
Para acompañar, lo cierto este este guiso, por sapidez y textura da unas posibilidades tremendas. Irá fenomenal con blancos frescos y incluso con tintos jóvenes y frutales, pero si no se quieren perder la sutileza del rodaballo, que aunque sea de zona obrera, tiene lo suyo, yo les recomiendo un blanco seco, pero no demasiado aromático...
Casualmente había abierto el día anterior una muestra de barrica, cortesía de Bernardo, de lo que será Issué 2010. Recordarán que hace no mucho hablé de su 2009. Si éste era un excelente vino, las trazas del 2010 apuntan aun mejores maneras. El problema, sin duda fruto de la prematuridad, fue que estaba absolutamente cerrado. Tras tres días peleándome con él sacó sutiles aromas de piña por madurar, pedernal, notas herbáceas y un liviano anís estrellado.
Lo que no deja lugar a dudas es su tremenda boca, seca, punzante, fresca, casi agreste, con formidable acidez y músculo. Un carácter mineral y muy borgoñón con muchísima vida por delante, y, sin duda la mejor boca con la que me he encontrado en un blanco de ribeiro por frescura y autenticidad.
Sin embargo, esa discreción de aromas y su rotundidad en boca fue de miedo con la sutileza del rodaballo en contraposición además con la contundencia de su bocado.
Y si la cosa está muy mal y el rodaballo y un buen ribeiro se les ponen fuera de alcance, prueben la receta con unos jureles (chicharros) que son una delicia y un Blanc Pescador de esos, que a las señoras les encantará.
A disfrutar.
miércoles, 11 de enero de 2012
Cositas buenas
La primera es tinta y en botella. Se llama Los Cipreses de Usaldón y es una cabezonería de Rafa Bernabé, fenómeno y amiguete que tuvo el detalle de acercarnos un par de botellas del susodicho. Pueden saber algo más de este vino en este fantástico post de Joan, ante el cual todo lo que yo diga, se queda pequeño y ridículo. Yo solo les esbozo lo básico, suelos pobres de solemnidad en Villena (Alicante), cepas de casi 50 años de garnacha peluda y una filosofía: "dame y te devolveré".

En boca es una bomba de fruta balsámica, ardiente, con frescura, buena acidez, profundidad, tersura, largo recorrido, taninos sabrosos, alegres pero secos, dando forma, como en esa escena de Ghost. De nuevo la fruta, la tierra, la sal, la amplitud, el recuerdo que te hace salivar. Una auténtica delicia que me sirvió de postre tras el pollo plancha (estoy a dieta), pero que, como bien apunta Jose, iría de miedo con unas Patatas a la Riojana.
No saben lo que me alegra desdecirme en mi apriorística aversión por los vinos de estas zonas tan cálidas si es a fuerza de probar sorpresas como ésta. Sin duda ha sido para mí el mejor vino levantino probado hasta el momento, y no crean que no me han pasado por el gaznate privativos Ciscas y Nidos.
Otra de las alegrías nos la trajo esta humilde plataforma que, hace algunos días que mi despiste no me permite controlar, superó las doscientas mil visitas desde que se puso el contador. Bien es cierto que uno no es esclavo de las audiencias, pero desde luego hace ilusión saber que se habla para alguien.
Además, recordando aquella gesta de hace un par de meses llamado Ranking de los 10 mejores vinos por menos de 10 euros, decir a los interesados que, al parecer, no ha sido posible reunir un pack accesible con esos 10 clasificados (como nos pedía el apreciado Gaitero)- uno no es négociant del vino, ni tiene interés en serlo-.

*Me ha parecido importante destacar, en aras a la transparencia, que ni mileurismo gourmet ni un servidor obtienen de esta venta beneficio alguno más allá de la difusión del Ranking, que esperamos se repita el año que viene.
domingo, 8 de enero de 2012
¿Por qué cierran algunos restaurantes?
Entre mis propósitos para este año, se encuentran volver a nadar, y darle a este blog un punto más reflexivo. De vez en cuando, claro, ya que uno da para lo que da. Lo curioso es que haya sido la tele la que me haya llevado a pensar algo...
No sé si han visto alguna vez un programa llamado “Pesadilla en
Por poner un poco al personal en antecedentes, Ramsay fue un jugador de fútbol frustrado a quien una lesión, a punto de fichar por el Glasgow Rangers, obligó a reconducir su carrera por otros derroteros, que casualmente vinieron a ser los de la cocina. Se formó y tras una brillante carrera por los mejores fogones, incluido el mismísimo Robuchon, acabó reuniendo 12 estrellas Michelín entre sus múltiples restaurantes.
Hoy su imagen es una empresa en sí misma y él ha sabido explotarla a la perfección, como bien demuestran los programas de televisión, como Hell’s Kitchen, Gordon’s Great Scape, Ramsay’s Best Restaurant, que ha protagonizado junto al Kitchen Nightmares que hoy nos ocupa.
La idea de Pesadilla en
Gordon se presenta allí. Lo primero que hace es sentarse solo en una mesa, pedir algunos platos del menú y poner a parir la decoración. Es muy borde y salvo que alguna de las preparaciones le guste mínimamente- algo que no suele ocurrir- los prueba, los escupe y los destroza con una mala leche capaz de hundir al cocinero más engolado. "Disgusting"(asqueroso) o "Shit" (mierda) son los adjetivos más generosos y benevolentes que emplea.
Hasta aquí el show morboso que atrae audiencia y le traslada al espectador cierta compasión por el restaurante.
Después entra en la cocina como un elefante en una cacharrería, sacando a la luz los congelados y pre-cocinados que generalmente son la causa de la falta de clientela. La compasión que uno podría tener, desaparece cuando se pone de manifiesto la escasa higiene existente entre los fogones, llegando a aparecer comida caducada y en mal estado, moho, cucarachas e, incluso, ratas. En los casos más exagerados, el propio Ramsay llega a ponerse una escafandra y un mono en plan alarma biológica para limpiar personalmente la cocina. Mola.
Salvando exigencias del guión, a veces poco creíbles, lo realmente interesante es la reinvención del negocio. Siempre y cuando- eso sí- pasemos por alto los dramatismos de lloros, amargas discusiones e, incluso, insultos y reyertas barriobajeras que son las que llaman al respetable y, por tanto, a la publicidad que mantiene el show. Ramsay toma nota de los errores del restaurante en un turno de cenas real, que suele estar repleto, ante la llamada local de la presencia del Chef escocés en el restaurante.
A partir de ese momento empiezan los cambios. Primero, una transformación física del local, que suele pasar de fórmulas caducas y barroquizantes y rancias moquetas, a espacios limpios, minimalistas y diáfanos, junto con exteriores de carteles sencillos y divertidos. Con frecuencia opta por una inteligente aunque poco novedosa, conversión del restaurante en bistró, gastrobar, tapería o como le quieran llamar.
En cualquier caso el tema siempre tiende hacia la informalidad y es que, y aquí coincido con Ramsay, no hay peor cosa en un restaurante que se vista de lo que no es, porque se nota. Por ejemplo, no tiene sentido que los camareros vistan de esmoquin en un lugar donde se sirve pollo al ajillo y la clientela habitual llegue con gorra y pantalón corto.
La metamorfosis continúa en la cocina. Aquí pueden suceder dos cosas, o el cocinero local traga con la propuesta de Ramsay, o sale por piernas tras haber recibido más palos que una estera. Si además es el dueño, no le queda más remedio que tragar.
Estos cambios suelen pasar por la utilización únicamente de productos de temporada, más baratos, frescos y accesibles. Por ejemplo, servir espárragos frescos fuera de temporada, resulta tremendamente caro, el producto es de peor calidad y encima ello no comporta ninguna ventaja sobre quien no los sirve.
Continúa con la reducción de las raciones, en muchos casos, americanamente desmesuradas que suelen ir a casa de los comensales en forma de fiambrera; optimización del trabajo del personal, lo que suele incluir detección y expulsión fulminante de vagos y maleantes; reducción de las extensísimas cartas a una reducida serie de platos entre los que no suelen faltar los mejillones, el salmón y el pastel de carne.
Finalmente, tiende a la simplificación y homogeneización de las técnicas y mucho cuidado en las presentaciones. Memorable el capítulo en el que quema con un soplete el embudo que solía utilizar el chef local para dar forma a sus horterísimas ensaladas.
En definitiva, todo esto me lleva a pensar en mi entorno, y en el porqué del cierre de algunos negocios que lo conforman. Evidentemente, faltan algunas cosas para que Kitchen Nightmares pueda tener un verdadero valor didáctico, más allá de su teatralidad. Falta hablar de cosas tan importantes como la política de precios, de turnos, de medios, de proveedores, de vino... etc., que no generan audiencia y no son en absoluto interesantes para el gran público.

Sin embargo sí se pueden extraer ciertas ideas fundamentales que todo profesional de la hostelería debería tener en cuenta y, sobre todo, analizarlo si no le salen las cuentas. Me explico:
- Un restaurante es una empresa y debe tener un plan de empresa (solo con emoción las cosas no salen)...
- Pero un restaurante no es solo una empresa, y sin emoción las cosas pueden no salir. Esto ya no ya no siempre es aplicable, y si no miren los Vips hasta arriba...
- De una cocina sucia, difícilmente pueden salir platos limpios, y el que se encuentre alguna guarrería, les aseguro que no vuelve jamás, ahuyentando a todo su entorno.
- El congelador y el microondas, rara vez aportan algo bueno.
- El producto de temporada es mejor, más barato y encima atrae al público.
- Tener mucho producto en la nevera (del congelador ni hablamos) genera unos costes elevadísimos o una deficiente calidad en el producto y además, salvo en china, el público no valora una carta abundante.
- Tiene que haber de todo, pero un formato desenfadado (ese "gastrobar" del que hablábamos) permite reducir los precios al aumentar el número de clientes por turno, tanto por alternancia como porque se puede servir a más gente al tiempo.
- Por mucho que se empeñen algunos, y otros vengan a intentar demostrar lo contrario, la mayor parte de la gente no es imbécil. Si desde la cocina se respeta la inteligencia y el buen gusto de los clientes, la mayor parte de la batalla estará ganada, y a la inversa.
Como es evidente, esto no es una fórmula del éxito, ni el piernas que suscribe es nadie para darla. Por el contrario, habrá centenares de restaurantes que se vean obligados a echar el cierre a pesar de cumplir con creces estas premisas, e incluso habrá algunos otros que sobrevivan sin problemas a pesar de moverse en una auténtica pocilga, pero la realidad demuestra que bajo la gran mayoría de negocios prósperos existe una importante serie de cosas bien hechas que merece la pena analizar.
Con esto quiero decir, que seguramente la crisis tiene efectos devastadores, pero también en muchos casos sirve de argumento a aquellos que no quieren reaccionar y pensar por qué realmente su negocio se va a pique, porque en términos de esfuerzo es mucho más cómodo dejarse caer y atribuir la culpa a terceros, que intentar resolver el problema.
El simple hecho de que, a pesar de los tiempos que corren, existan lugares- y muchos- en los que hace falta reservar con semanas de antelación, tiene que dar qué pensar. Y si no me creen, intenten presentarse a pelo, viernes noche, en la mayoría de restaurantes medio decentes de Madrid…
* Pueden ver Pesadilla en la Cocina las noches del jueves en Nova.
lunes, 2 de enero de 2012
Algún día tiene que empezar el año
Imaginando cómo debiera ser un día tan aciago, en el que los empachos de diversa índole pasan factura, trato de pensar en cómo lo atajaría si en él me materializara.
Lo tengo claro. Un buen manojo de grelo o berza en su defecto. Muy fresco y bien limpio en cualquier caso, a la cazuela con un par de patatas, un pulgar (uno de verdad, no como el mío) de unto, un hueso de espinazo y un chorizo de algún sitio donde llueva mucho. Hasta arriba de agua y a cocer hasta que toda la casa huela a morriña.
Si no hay tiempo, se pierde algo de alma, pero vale media hora larga en la olla express. Al final lo corregimos de sal.
Y si esto, calentito, por si solo te arregla el cuerpo, no les quiero ni contar con una copa de Manzanilla