lunes, 30 de enero de 2012

Rebajas, rebajas...


Es posible que ésta sea una de las cuestas de enero más duras que se recuerdan, sin embargo las rebajas, afortunadamente, no se reducen a los trapillos que sufren inexplicables reducciones de hasta el 80% de su precio inicial.

Al contrario, no olviden que las grandes superficies del vino también tienen que hacer "destockaje" y vale la pena estar avispados para aprovechar las ocasiones. Yo les hablaré de la última, se llama Terre Blanche 2006, y se trata de una de las cuveé más exclusivas que Domaine Monier hace en Saint Joseph.


Hablamos de una finca de 1,1 hectárea de syrah, con cepas de un mínimo de 33 años, suelos de granito. El vigneron, Jean-Pierre Monier, friki y biodinámico él, representa la tercera generación de agricultores de la familia, donde el vino es una parte más en la producción de su granja.

Sin embargo, sólo utiliza la uva, y de la parcela Terre Blanche, para elaborar esta fantástica cuveé, que fermenta en huevos de hormigón a temperatura controlada para criarse posteriormente en troncocónico usado, durante un año.

El resultado es una syrah limpia y franca, que ofrece aromas de aceituna negra, ciruela, tomate seco y recuerdos balsámicos. En boca directa, sabrosa, tensa, con muy buena acidez y un alcohol perfectamente integrado. Resulta un vino fresco y peligrosamente bebible con una fruta que rompe y llena la boca. Taninos apretados, pero sedosos y con un recorrido francamente largo, profundo y aromático. Un vinazo vamos.

Una syrah que juega en otra liga distinta a cualquiera de las que se hacen en España, pero a un precio más accesible que muchas de éstas, pues, con las rebajas de Lavinia ha pasado de sus anteriores 26 pavos a unos más que razonables 13 euros. Y lo digo aun a riesgo de quedarme sin nada, porque pienso volver por más...


Y por dar otra pista, sencillamente les diré que su armonía con una buena pasta (no pierdan el tiempo con aves de corral) gratinada, bañada en una bechamel de tiro lento y removido, con un par de cucharadas de tomate seco triturado y un toque de chorizo y champiñón, fue sencillamente celestial.

Ahora les ruego que me correspondan y, si encuentran un chollazo de este calibre, no se lo guarden y háganmelo saber.

miércoles, 25 de enero de 2012

Placeres con Ñ

Tendemos a mitificar, y un servidor el primero, todo lo que viene de fuera.

Muchas veces por razones justificadas, ya que en cuanto a vinos tranquilos tenemos mucho que aprender de paises como Francia o Alemania, y ello sin perjuicio de tener excelentes blancos y tintos aquí.

Sin embargo, si se habla de vinos encabezados, España lleva sin lugar a dudas la voz cantante. Creo haber comentado ya en alguna ocasión, que los generosos nos brindan la mejor relación calidad precio que puede encontrarse en el mercado, aparte de una fuente de disfrute ilimitada.

Miren, mientras escribo esto, me encuentro frente a este Fino Una Palma, servido en una Riesling/Sangiovese de Riedel, y creo que se me están cayendo las lágrimas. Se trata de una elaboración limitada creada por los González-Byass y que al parecer se presentó en el Millesimé en su pasada edición de 2011.

Según el libro de “Jerez-Xeres-Sherry” de Manuel María González-Gordon (Co-fundador del grupo), los Palmas son “denominaciones aplicadas a los vinos finos de Jerez que se distinguen notablemente por su limpieza, finura y delicadeza en el aroma, y el número de palmas es proporcional a su grado de vejez”. Una denominación casi en desuso que recuperan en esta colección que llega hasta la cuarta palma.

Esta primera procede de botas seleccionadas de la 4ª criadera de fino amontillado. La mayoría, de más de 6 años de vejez, que siguen cubiertas por una ligera capa de flor. Las mejores botas han sido seleccionadas de un total de 142 de la 4ª criadera de la solera de fino amontillado en la pierna nº 20 que se encuentra en el 2º piso de la Bodega de Tío Pepe. Mi ejemplar fue embotellado, según aparece en la contraetiqueta, el 21 de octubre de 2011 con una atractiva presentación, tipo Sauternes, de 0,5 l.

Su color ya nos da muestras de una evolución pausada, con un bonito amarillo dorado. Una tremenda nariz, profunda y compleja, nos brinda aromas de avellanas, alga seca, corteza de limón, aceitunas verdes, cortezas, maíz tostado. Todo esto se vuelve casi liviano ante una boca sencillamente brutal, muy seca, amplia, salina, punzante. Tajante a su paso, fresco y muy aromático. Diría que joven y alegre, al tiempo que grueso, profundo y reflexivo. Larguísimo. Devuelve todo lo ofrecido en nariz. Una auténtica pasada.

Creo que los 14 euros que costó en el Grumete del ECI difícilmente podían haber dado más de si.

Y claro, no podíamos tomarlo solo. Por fortuna contábamos con los salazones de Ricardo Fuentes e Hijos y, concretamente con su atún ahumado, uno de los más sabrosos y frescos que he probado, que sería la envidia de cualquier preparado noruego.



Ante un producto tan afinado no creo que tengan mucho sentido las recetas. Basten un buen corte (y no el impaciente de un servidor) unas almendras y un aceite de oliva de nivel, si es de arbequina y primera prensa, mejor que mejor. Uno de los pocos bocados que se me ocurren, a la altura de este colosal vino.

Así da gusto hacer patria.

domingo, 22 de enero de 2012

Largo domingo de Lamprea


Recapitulando un poco en las andanzas de este blog, me sorprende sobremanera no haber hablado hasta el momento del que, sin duda, está entre mis tres o cuatro bocados favoritos: La Lamprea.

Para quien no lo conozca- hecho bastante frecuente fuera de Galicia- se trata de un bicho prehistórico y feo de narices que, de manera similar al salmón, vive entre mar y río. Es algo así como el antepasado del pez. Nace y crece en el río y a los cuatro o cinco años baja al fondo del mar a conocer mundo. Después remonta el río para desovar y vuelve a cumplirse el ciclo.

Se alimenta de la sangre de otros peces, a los que se adhiere con su boca redonda, que es como una ventosa llena de dientes, con la que los deja como una pasa. Muy valorada desde los romanos, tiene una carne firme, grasa, oscura y tremendamente sabrosa, y no se parece a ninguna otra, ya sea carne o pescado, que hayan probado.

Por dar una idea, es como si un rape ibérico se hubiera comido a un jabalí, guisado y todo. La veda concluye al llegar el més de enero, y el período de pesca (generalmente en vivo, para evitar la pérdida de su valiosa sangre) finaliza en mayo. Aunque las mejores son las capturadas en los primeros meses.

La preparación más habitual es a la bordelesa, pese a ser realmente típica de la cocina de Borgoña, guisada en su propia sangre y vino tinto, y acompañada de arroz y pan frito.

Durante su temporada puede encontrarse en muchos buenos restaurantes de Valga, Tui, As Neves e incluso en algunas casas de Portugal. Sin embargo, cuando nos enteramos por el amigo Lendoiro de que Pablo, de Allo e Aceite (de quien ya hemos hablado, en más de una ocasión) se había puesto con ello, nos plantamos allí en un periquete.

Solo les diré que su generosa ración valía con creces cada uno de los 25 euros que costaba. Sin dejar de ser el plato contundente que supone tanto el animalillo como su preparación, es sin duda la versión más fina y delicada que he probado hasta ahora, sin renunciar en absoluto a todo el placer que por sabor y textura obtendrán los amantes de este plato.


Desgraciadamente el vino que escogimos, que no comentaré, no estuvo en absoluto a la altura, sin tener defecto real y pese a ser un Ribeira Sacra que me ha deleitado en muchas otras ocasiones, en esta fue un absoluto desastre.

Sin embargo, esto me viene al pelo para recomendar un maridaje fantástico para este plato, se trata de Pricum Primeur 2010, un 100% Prieto Picudo de Pajares de Los Oteros (D.O. Tierras de León), que ha conseguido encandilarme como en absoluto lo hicieron sus hermanos mayores, duros y demasiado cargados de madera.

Aquí por el contrario, hay guindas, hierbas de monte, profundo carácter térreo y alguna nota de chocolate con leche que en boca se tornan alegres y atlánticos, con buena acidez, frescura, y todo muy bien ensamblado. Seco, tenso, con mucho más cuerpo del esperado en forma de hermosa tanicidad que irá de fábula con la potencia de sabor y textura de la lamprea, ante la que sucumbiría cualquier tinto redondito y estirado.

Nos ofrecería, de hecho, la caña dura que necesita este plato, pero sin renunciar a la elegancia que nos da su final franco y amargo.

Qué pena no haberlo tenido al lado entonces. Habrá que repetir.



martes, 17 de enero de 2012

Cuanto más conozco al político, más quiero a mi Rodaballo

Resulta insólito oír a los políticos hablar de ahorro, de apretarse el cinturón y de contención del gasto cuando día tras día nos van contando una nueva de Urdangarín, de los ERE de la Junta de Andalucía, de Chaves y familia, de Matas, de gasolineras en Lugo o de trajes en Valencia. Supongo que la parte positiva es que mientras otros se enriquecen con nuestros impuestos nosotros podemos dormir por las noches con la conciencia tranquila.

No es mucho, pero mientras no les llegue la trena, es lo que hay.

Entre tanto y al hilo de esto, a nosotros se nos acabaron los días de mero y lubina salvaje, aunque nos quedan algunos productos de acuífero que, bien preparados, no están nada mal.

Y es que cuanto más detesto a la clase política y a aquellos que nos representan y se presuponen ejemplares- tiene narices-, más aprecio siento por el rodaballo.

Su gesto circunspecto, casi irónico, quevedesco, y su mirada bóveda, me resultan entrañables.


Parece que te está diciendo, “¡qué!, menudo hachazo te van a pegar este año en el IRPF, ¿eh?”.

El rodaballo es un pez de categoría. Mientras otros tienen nombre vulgares como merluza o congrio (por no hablar de ordinarieces como la palometa), rodaballo suena fino, elegante y señorial. Parece el nombre de una cápsula de café... ¿Qué prefieres, Vivalto o Rodaballo Lungo?, ¿un Rodaballo from India?, ¿macciatto?.

El caso es que el que nos zampamos el viernes se parecía un poco a Angela Merkel, al menos antes de entrar en el horno. Al salir tenía un bronceado más bien tipo Berlusconi.

Si quieren repetir la escena, les recomiendo que se hagan con un ejemplar que no sea sindicalista, (y ya no les digo liberado), que revolucionará la guarnición y las almejas se les quedarán cerradas. Lo podrán acompañar de unas buenas patatas, cebolla, ajo, una guindilla, un puñadín de almeja o berberecho, otro de guisantes, un vaso de vino blanco (mejor albariño), sal, pimienta y aceite de oliva virgen.

La cosa es bien sencilla. Horno a 180 º. En una fuente de barro ponemos las patatas y la cebolla cortadas finas, bien engrasadas de AOVE con sal y una vuelta de pimienta. Cuando se ablanden y se vayan fundiendo subimos a 200º y añadimos el vino. Evaporado el alcohol, los guisantes, las almejas y una pizca de azafran entre los borbotones.

Entre tanto pueden poner la sartén grande en el fuego a tope y marcar el rodaballo pintado con un poco de aceite. Solo marcar, eh, crudo por dentro. Si es de pisci pueden insertarle unos cortes de limón muy fresco, cual banderillas. Pero no me hagan eso con uno salvaje que se le va la sustancia como a Obama.

Una vez que las patatas tengan un aspecto que de ganas de comérselas solas, queda meter a nuestro amigo, y, si van a comerse la piel, espolvorearle un poco de pan rallado. Aunque no como la de nuestros queridos políticos, que es de amianto, les diré que tienen la piel bastante dura.

Seguimos a 200. Y en unos 15 minutos o algo más, en función de su horno y del tamaño del bicho, estará listo. A mi me gusta salsearlo antes con el caldo del fondo, pero eso va por barrios.


Para acompañar, lo cierto este este guiso, por sapidez y textura da unas posibilidades tremendas. Irá fenomenal con blancos frescos y incluso con tintos jóvenes y frutales, pero si no se quieren perder la sutileza del rodaballo, que aunque sea de zona obrera, tiene lo suyo, yo les recomiendo un blanco seco, pero no demasiado aromático...

Casualmente había abierto el día anterior una muestra de barrica, cortesía de Bernardo, de lo que será Issué 2010. Recordarán que hace no mucho hablé de su 2009. Si éste era un excelente vino, las trazas del 2010 apuntan aun mejores maneras. El problema, sin duda fruto de la prematuridad, fue que estaba absolutamente cerrado. Tras tres días peleándome con él sacó sutiles aromas de piña por madurar, pedernal, notas herbáceas y un liviano anís estrellado.

Lo que no deja lugar a dudas es su tremenda boca, seca, punzante, fresca, casi agreste, con formidable acidez y músculo. Un carácter mineral y muy borgoñón con muchísima vida por delante, y, sin duda la mejor boca con la que me he encontrado en un blanco de ribeiro por frescura y autenticidad.


Sin embargo, esa discreción de aromas y su rotundidad en boca fue de miedo con la sutileza del rodaballo en contraposición además con la contundencia de su bocado.

Y si la cosa está muy mal y el rodaballo y un buen ribeiro se les ponen fuera de alcance, prueben la receta con unos jureles (chicharros) que son una delicia y un Blanc Pescador de esos, que a las señoras les encantará.


A disfrutar.

miércoles, 11 de enero de 2012

Cositas buenas

Aunque no sea el mejor momento para muchos, casi siempre hay alguna razón para sonreir, y yo siempre he pensado que la felicidad está en las cosas pequeñas. Les hablaré de algunas que, personalmente, me han alegrado el día, y a las que hemos dado el nombre de ese magnífico disco de Paco de Lucía.

La primera es tinta y en botella. Se llama Los Cipreses de Usaldón y es una cabezonería de Rafa Bernabé, fenómeno y amiguete que tuvo el detalle de acercarnos un par de botellas del susodicho. Pueden saber algo más de este vino en este fantástico post de Joan, ante el cual todo lo que yo diga, se queda pequeño y ridículo. Yo solo les esbozo lo básico, suelos pobres de solemnidad en Villena (Alicante), cepas de casi 50 años de garnacha peluda y una filosofía: "dame y te devolveré".


Me gustó cuando lo probé hace unos meses, y me entusiasma ahora. Sus preciosos morados se han apagado un poco. Supongo que parte se ha convertido en fragancia. Arándanos rabiosos, intensa miel de eucalipto, bizcocho borracho, juanolas, hierba fresca, mineralidad, chocolate.

En boca es una bomba de fruta balsámica, ardiente, con frescura, buena acidez, profundidad, tersura, largo recorrido, taninos sabrosos, alegres pero secos, dando forma, como en esa escena de Ghost. De nuevo la fruta, la tierra, la sal, la amplitud, el recuerdo que te hace salivar. Una auténtica delicia que me sirvió de postre tras el pollo plancha (estoy a dieta), pero que, como bien apunta Jose, iría de miedo con unas Patatas a la Riojana.

No saben lo que me alegra desdecirme en mi apriorística aversión por los vinos de estas zonas tan cálidas si es a fuerza de probar sorpresas como ésta. Sin duda ha sido para mí el mejor vino levantino probado hasta el momento, y no crean que no me han pasado por el gaznate privativos Ciscas y Nidos.

Otra de las alegrías nos la trajo esta humilde plataforma que, hace algunos días que mi despiste no me permite controlar, superó las doscientas mil visitas desde que se puso el contador. Bien es cierto que uno no es esclavo de las audiencias, pero desde luego hace ilusión saber que se habla para alguien.

Además, recordando aquella gesta de hace un par de meses llamado Ranking de los 10 mejores vinos por menos de 10 euros, decir a los interesados que, al parecer, no ha sido posible reunir un pack accesible con esos 10 clasificados (como nos pedía el apreciado Gaitero)- uno no es négociant del vino, ni tiene interés en serlo-.


Sin embargo, María Fechoría ha hecho un esfuerzo por poner a disposición del público, y directamente en sus casas, el ganador y mejor blanco, Turonia 2010 y el tinto mejor clasificado, Via Romana 2009, juntos y a un precio francamente atractivo*.


Simplemente agradecer a María Fechoría su esfuerzo por dar continuidad a la iniciativa y dar difusión a estos tan interesantes proyectos.

Finalmente, y por si aún les queda algo de tiempo, decir que si visitan el Rincón de Galicia, aparte de una excelente plataforma en la que hacerse con productos gallegos de calidad, encontrarán en su blog la entrevista que hace unos días le hicieron al que suscribe.





*Me ha parecido importante destacar, en aras a la transparencia, que ni mileurismo gourmet ni un servidor obtienen de esta venta beneficio alguno más allá de la difusión del Ranking, que esperamos se repita el año que viene.

domingo, 8 de enero de 2012

¿Por qué cierran algunos restaurantes?

Entre mis propósitos para este año, se encuentran volver a nadar, y darle a este blog un punto más reflexivo. De vez en cuando, claro, ya que uno da para lo que da. Lo curioso es que haya sido la tele la que me haya llevado a pensar algo...

No sé si han visto alguna vez un programa llamado “Pesadilla en la Cocina. Lo lleva el chef escocés Gordon Ramsay y el gancho es precisamente en su histriónica personalidad.

Por poner un poco al personal en antecedentes, Ramsay fue un jugador de fútbol frustrado a quien una lesión, a punto de fichar por el Glasgow Rangers, obligó a reconducir su carrera por otros derroteros, que casualmente vinieron a ser los de la cocina. Se formó y tras una brillante carrera por los mejores fogones, incluido el mismísimo Robuchon, acabó reuniendo 12 estrellas Michelín entre sus múltiples restaurantes.




Hoy su imagen es una empresa en sí misma y él ha sabido explotarla a la perfección, como bien demuestran los programas de televisión, como Hell’s Kitchen, Gordon’s Great Scape, Ramsay’s Best Restaurant, que ha protagonizado junto al Kitchen Nightmares que hoy nos ocupa.


La idea de Pesadilla en la Cocina* es la siguiente: se presenta un restaurante al borde de la bancarrota y generalmente en sus últimos días antes del inminente cierre. La gerencia y la cocina (en los paises anglosajones no coinciden necesariamente en la misma persona) no se explican porqué el local está vacío día tras día. Con la finalidad, generalmente desesperada, de sacar el negocio a flote, llaman al programa del chef Ramsay para que les conduzca al éxito, o al menos a la supervivencia.


Gordon se presenta allí. Lo primero que hace es sentarse solo en una mesa, pedir algunos platos del menú y poner a parir la decoración. Es muy borde y salvo que alguna de las preparaciones le guste mínimamente- algo que no suele ocurrir- los prueba, los escupe y los destroza con una mala leche capaz de hundir al cocinero más engolado. "Disgusting"(asqueroso) o "Shit" (mierda) son los adjetivos más generosos y benevolentes que emplea.


Hasta aquí el show morboso que atrae audiencia y le traslada al espectador cierta compasión por el restaurante.

Después entra en la cocina como un elefante en una cacharrería, sacando a la luz los congelados y pre-cocinados que generalmente son la causa de la falta de clientela. La compasión que uno podría tener, desaparece cuando se pone de manifiesto la escasa higiene existente entre los fogones, llegando a aparecer comida caducada y en mal estado, moho, cucarachas e, incluso, ratas. En los casos más exagerados, el propio Ramsay llega a ponerse una escafandra y un mono en plan alarma biológica para limpiar personalmente la cocina. Mola.


Salvando exigencias del guión, a veces poco creíbles, lo realmente interesante es la reinvención del negocio. Siempre y cuando- eso sí- pasemos por alto los dramatismos de lloros, amargas discusiones e, incluso, insultos y reyertas barriobajeras que son las que llaman al respetable y, por tanto, a la publicidad que mantiene el show. Ramsay toma nota de los errores del restaurante en un turno de cenas real, que suele estar repleto, ante la llamada local de la presencia del Chef escocés en el restaurante.


A partir de ese momento empiezan los cambios. Primero, una transformación física del local, que suele pasar de fórmulas caducas y barroquizantes y rancias moquetas, a espacios limpios, minimalistas y diáfanos, junto con exteriores de carteles sencillos y divertidos. Con frecuencia opta por una inteligente aunque poco novedosa, conversión del restaurante en bistró, gastrobar, tapería o como le quieran llamar.


En cualquier caso el tema siempre tiende hacia la informalidad y es que, y aquí coincido con Ramsay, no hay peor cosa en un restaurante que se vista de lo que no es, porque se nota. Por ejemplo, no tiene sentido que los camareros vistan de esmoquin en un lugar donde se sirve pollo al ajillo y la clientela habitual llegue con gorra y pantalón corto.


La metamorfosis continúa en la cocina. Aquí pueden suceder dos cosas, o el cocinero local traga con la propuesta de Ramsay, o sale por piernas tras haber recibido más palos que una estera. Si además es el dueño, no le queda más remedio que tragar.


Estos cambios suelen pasar por la utilización únicamente de productos de temporada, más baratos, frescos y accesibles. Por ejemplo, servir espárragos frescos fuera de temporada, resulta tremendamente caro, el producto es de peor calidad y encima ello no comporta ninguna ventaja sobre quien no los sirve.

Continúa con la reducción de las raciones, en muchos casos, americanamente desmesuradas que suelen ir a casa de los comensales en forma de fiambrera; optimización del trabajo del personal, lo que suele incluir detección y expulsión fulminante de vagos y maleantes; reducción de las extensísimas cartas a una reducida serie de platos entre los que no suelen faltar los mejillones, el salmón y el pastel de carne.


Finalmente, tiende a la simplificación y homogeneización de las técnicas y mucho cuidado en las presentaciones. Memorable el capítulo en el que quema con un soplete el embudo que solía utilizar el chef local para dar forma a sus horterísimas ensaladas.


En definitiva, todo esto me lleva a pensar en mi entorno, y en el porqué del cierre de algunos negocios que lo conforman. Evidentemente, faltan algunas cosas para que Kitchen Nightmares pueda tener un verdadero valor didáctico, más allá de su teatralidad. Falta hablar de cosas tan importantes como la política de precios, de turnos, de medios, de proveedores, de vino... etc., que no generan audiencia y no son en absoluto interesantes para el gran público.



Sin embargo sí se pueden extraer ciertas ideas fundamentales que todo profesional de la hostelería debería tener en cuenta y, sobre todo, analizarlo si no le salen las cuentas. Me explico:


- Un restaurante es una empresa y debe tener un plan de empresa (solo con emoción las cosas no salen)...


- Pero un restaurante no es solo una empresa, y sin emoción las cosas pueden no salir. Esto ya no ya no siempre es aplicable, y si no miren los Vips hasta arriba...


- De una cocina sucia, difícilmente pueden salir platos limpios, y el que se encuentre alguna guarrería, les aseguro que no vuelve jamás, ahuyentando a todo su entorno.


- El congelador y el microondas, rara vez aportan algo bueno.


- El producto de temporada es mejor, más barato y encima atrae al público.


- Tener mucho producto en la nevera (del congelador ni hablamos) genera unos costes elevadísimos o una deficiente calidad en el producto y además, salvo en china, el público no valora una carta abundante.


- Tiene que haber de todo, pero un formato desenfadado (ese "gastrobar" del que hablábamos) permite reducir los precios al aumentar el número de clientes por turno, tanto por alternancia como porque se puede servir a más gente al tiempo.


- Por mucho que se empeñen algunos, y otros vengan a intentar demostrar lo contrario, la mayor parte de la gente no es imbécil. Si desde la cocina se respeta la inteligencia y el buen gusto de los clientes, la mayor parte de la batalla estará ganada, y a la inversa.


Como es evidente, esto no es una fórmula del éxito, ni el piernas que suscribe es nadie para darla. Por el contrario, habrá centenares de restaurantes que se vean obligados a echar el cierre a pesar de cumplir con creces estas premisas, e incluso habrá algunos otros que sobrevivan sin problemas a pesar de moverse en una auténtica pocilga, pero la realidad demuestra que bajo la gran mayoría de negocios prósperos existe una importante serie de cosas bien hechas que merece la pena analizar.

Con esto quiero decir, que seguramente la crisis tiene efectos devastadores, pero también en muchos casos sirve de argumento a aquellos que no quieren reaccionar y pensar por qué realmente su negocio se va a pique, porque en términos de esfuerzo es mucho más cómodo dejarse caer y atribuir la culpa a terceros, que intentar resolver el problema.

El simple hecho de que, a pesar de los tiempos que corren, existan lugares- y muchos- en los que hace falta reservar con semanas de antelación, tiene que dar qué pensar. Y si no me creen, intenten presentarse a pelo, viernes noche, en la mayoría de restaurantes medio decentes de Madrid…





* Pueden ver Pesadilla en la Cocina las noches del jueves en Nova.

lunes, 2 de enero de 2012

Algún día tiene que empezar el año

Lo decía hace un rato en el blog de Joan, y lo repito aquí. Creo que el uno de enero es una entelequia que va cobrando forma con la edad, pero que en pocos casos va mucho más allá de un déjà vu tan etéreo como prescindible. Quizás sea porque no vendan periódicos, o por que todo tiene aspecto de haberse grabado algunos días antes.

Si el uno de enero realmente existe, seguramente es el día que Matrix elige para cambiar.

Imaginando cómo debiera ser un día tan aciago, en el que los empachos de diversa índole pasan factura, trato de pensar en cómo lo atajaría si en él me materializara.

Lo tengo claro. Un buen manojo de grelo o berza en su defecto. Muy fresco y bien limpio en cualquier caso, a la cazuela con un par de patatas, un pulgar (uno de verdad, no como el mío) de unto, un hueso de espinazo y un chorizo de algún sitio donde llueva mucho. Hasta arriba de agua y a cocer hasta que toda la casa huela a morriña.

Si no hay tiempo, se pierde algo de alma, pero vale media hora larga en la olla express. Al final lo corregimos de sal.

Y si esto, calentito, por si solo te arregla el cuerpo, no les quiero ni contar con una copa de Manzanilla La Guita. Se queda uno preparado para el cambio de ciclo Maya, o lo que le echen. Si ello supone el cierre de Telecinco, yo estoy dispuesto a asumirlo.

Por lo demás, les dejo con uno de mis propósitos de este año, que es recuperar el Blog Paralelo. Que lo disfruten.



Vinos y lugares para momentos inolvidables

Galicia entre copas, SEGUNDA EDICIÓN

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