Por eso intentaré resaltar alguno de los vinos que podremos catar el sábado junto con quienes los elaboran. Y, en este sentido, me gustaría empezar por un perfil que fue y es realmente inspirador para la esencia de este evento, Bernardo Estévez, un vigneròn de pies a cabeza, con las manos manchadas de tierra con la que se ha comprometido, renunciando a cualquier tipo de tratamiento químico, más allá de lo que ofrece la propia vid y lo que crece a su alrededor, convencido de emplear únicamente variedades autóctonas, con uso de algunas, más conocidas como la treixadura, y recuperando otras como el lado, verdello, albilla o silveiriña.
Por cierto, todo esto en Ribeiro.

Pero no por ello deja en absoluto de ser un hombre de su tiempo, atento a lo que se hace fuera de sus alrededores y permeable a nuevos criterios agrícolas respetuosos en el medio, como lo es el que propone Masanobu Fukuoka, prescindiendo de cualquier abono de origen animal externo a las propias parcelas, y acudiendo únicamente “adobos” vegetales de autofertilización. Todo ello con un seguimiento escrupuloso de los ritmos que marcan el suelo, la flora, la luna y el sol.
Con todo ese bagaje, pero con la humildad de quien quiere seguir creciendo, ha contado con la ayuda de otro viñerón de fila como Xosé Lois Sebio (Coto de Gomaríz), de quien ya hemos hablado alguna vez, para traernos Issué 2009, un blanco de Ribeiro que proviene de
El resultado es un vino pajizo, con una nariz abierta y compleja, con notas cítricas de lima, nueces y orejones, pan tostado y algún torrefacto. Evoluciona a ligeras notas de oxidación y terrosas, como de trufa. Para detenerse.
Su boca es seca, amplia, untuosa, muestra sensaciones grasas que aportan volumen al vino, aunque arropadas con buena acidez, que hacen que su paso tenga más nervio y alegría. Los aromas de la nariz siguen evolucionando en boca, a manzana pasada, nueces y cierta mineralidad, aunque con algún tostado todavía. La madera está bien integrada pero no oculta. Quizás mejore con algo de botella, y sin duda añadas posteriores con la barrica más envejecida, pero es ya sin duda un grandísimo vino.
Seguramente el Sábado podremos conocer su evolución, como también conoceremos a un señor llamado Olivier Rivieré. Un señor orihundo de Cognac que se formó en Burdeos, trabajó en Borgoña y hace seis años recayó en Rioja donde trabajó con Telmo Rodríguez.
Sin embargo no tardó en separarse de él para desarrollar su inquietud por descubrir en Rioja, cepas viejas y terruños singulares sobre los que desarrollar su propio concepto vitivinícola. Así recayó en Cárdenas, comarca de claretes y donde aún quedan algunas garnachas viejas de limitadísima producción.
Sin bodega ni viñas propias –algo habitual en Francia y extraño, al menos aún, en Rioja–, pero con ideas y fe inquebrantable, supervisó, fanega por fanega, cepas difíciles que, por sus extremas condiciones de cultivo y su escaso rendimiento, no encuentran relevo generacional.
Hoy probamos su peculiar blanco,llamado Jequitibá 2008, al igual que un hermoso árbol de origen brasileño. Aquí Olivier apuesta por la viura, desde la creencia firme de que todavía nadie ha extraido todo su potencial, y de que el terruño y las variedades autóctonas son la única forma de obtener autenticidad en un vino.

Con buen criterio Olivier profundiza con el Jequitibá en las raíces de los blancos históricos de Rioja, es decir, muy poca madera nueva y fermentaciones lentas que permitan extraer toda la complejidad que el vino pueda dar.
En la copa, el Jequitibá muestra tímidas notas amarillas, y una nariz directa con notas de piña sin estridencias, almendra amarga tostada y algunos recuerdos herbáceos. En boca se muestra sorprendentemente afilado y de nuevo, directo, fresco, con mucho peso de fruta y cierta mineralidad. Recuerdo que cuando lo probé por primera vez, a ciegas, lo coloqué en Sancerre... Sin duda, y con permiso de los López de Heredia, de las mejores y más expresivas viuras que he probado jamás.
Y seguimos con los invitados al Viñerón para irnos un poquito más al norte, concretamente a Palatinado, donde Dr. Bürklin-Wolf es una de las bodegas de mayor tradición (nada menos que desde el siglo XVI).
La bodega posee unas
Como aperitivo para el Viñerón, traemos aquí uno de sus vinos básicos el Ruppertsberger Riesling Trocken 2009, procedente de las fincas de Ruppertsberg donde han vuelto a arar a caballo y reimplantado su propio clon de riesling. Además entierran cuernos con compostaje en el viñedo.
Un vino muy varietal en nariz, aunque también con ciertas singularidades, mostrando notas de manzanilla, piel de limón, lácteos y mucha pólvora. En boca es sencillo y directo a la entrada que se impone con notas cítricas. Pese a tratarse de una añada cálida, en las que quizás los trocken se resienten, aquí tenemos igualmente una formidable acidez bien compensada con alcohol y un ligerísimo dulzor residual. Se mastica nervio y tensión, y reaparecen en retronasal profundos aromas minerales. Es amplio, salino y largo en su recorrido, con un elegante cierre amargo, incluso algo picante.
Si esto es un básico, no quiero imaginarme las brutalidades que nos encontraremos el sábado...
Espero tener tiempo para, al menos, otra hornada más antes del día apoteósico.
1 comentario:
Este último, me alucina. ¡Tengo que hacerme con unas cuantas botellitas!!
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