jueves, 14 de julio de 2011

Pistas Vietnamitas I: Hanoi


Como he dejado caer en entradas anteriores, los últimos quince días me los he pasado en un curioso lugar llamado Vietnam. Lamentablemente su reciente pasado bélico le precede y el árbol de la barbarie, no permite ver el hermoso bosque que es este país, curtido en mil invasiones de chinos, franceses, japoneses y americanos. Pobre aun, pero sin duda con un próspero porvenir.

Antes de nada aconsejar a los que, como al que suscribe, tengan el espíritu Indiana Jones algo atrofiado, este no es un viaje para organizar in situ en plan mochilero, pues por muchas barreras, empezando con la idiomática (el inglés no lleva muy lejos), es mejor contar con un poco de ayuda. En nuestro caso nos la prestó una excelente agencia vietnamita llamada Phoenix Voyages, corresponsal del ECI en la zona.


Gestionaron todos los transportes, visitas, etc, para que solo nos quedara disfrutar. Además muchos de sus guías particulares estudiaron en Cuba durante la guerra y hablan un impecable español. Estuvieron con nosotros, nos llevaron y nos trajeron, nos aconsejaron dónde comprar, nos cuidaron cuando hacía falta, y nos dejaron tiempo libre suficiente para perdernos un poco.



Así las cosas, no se si para evitar el riesgo de resultar tedioso, o por el hecho de que no tengo mucho tiempo; quizás un poco de ambas razones me han conducido a dividir las crónicas vietnamitas en pequeñas entradas, por lo que empezaremos por el principio, que que fue el aterrizaje en Hanoi, una creciente urbe que vive por y para el pequeño comercio, y prueba de ello es el primer impacto que producen las legiones de scooters en todos los sentidos de la circulación, con dos o tres ocupantes y transportando la mercancía que sea, desde gallinas a lichyes, cajas de laca o colchones, si hace falta.


Allí visitamos Pagodas, el Mausoleo y la Casa de Ho Chi Minh, el museo etnológico y, entre otras muchas cosas, paseamos por las orillas de sus lagos.


Quizás una de las peculiaridades que mas extrañará inicialmente al visitante europeo sea que los vietnamitas hacen, esencialmente, su vida en la calle, donde trabajan, descansan, conversan, toman té y, por supuesto, comen.


Y eso lo marca todo.


Ello hace su gastronomía muy visible desde el inicio, y uno advierte que la base es el arroz, que se utilizan muchas especias, y que la influencia de los franceses ha hecho que sean unos importantes consumidores de pan, al contrario que en el resto de Asia.

Pero la contrapartida de todo esto es que todas esas visiones y, sobre todo, fuertes olores, que no se parecen a nada de lo que tenemos en Europa, quizás sea algo agresivo para empezar y nos tuvo algo cautelosos con lo de la comida.

Aun así probamos muchas cosas de su cocina en restaurantes locales. El arroz, por supuesto, siempre al vapor, aunque algo menos aromático y sabroso que la versión thai, muchos salteados parecidos a los chinos, los famosos nem, version mini de los rollitos de primavera, aunque aquí el relleno habitual se compone de cerdo, gambas, setas y fideos de arroz.

El mayor descubrimiento fueron las gambas rebozadas con arroz joven, una especie de crujientísima tempura elaborada con el grano de arroz, cuando aun está verde. Ojo también a las sopas tradicionales, picantes pero deliciosas.

Por si van por allí, un restaurante recomendable para conocer su cocina es Quan An Ngon, donde la cosa dificilmente llegará a los diez euros. Pero para darse un homenaje, muy interesantes el Restaurant del Press Club (buena carta de vinos) y Le Beaulieu, fusion vietnamita-francesa ubicada en el bellísimo hotel Metropole. Tampoco pueden perderse los deliciosos desayunos del Sheraton, aunque está algo más apartado del meollo.

Volviendo a lo del vino, salvo en restaurantes de lujo, la oferta es escasa o prácticamente inexistente. Donde hay lideran los vinos franceses, seguidos de cerca por Sudáfrica y Nueva Zelanda. Al contrario que la comida, no es barato, para que se hagan una idea, un champagne modesto suele rondar el mínimo de los 80 dólares, y de ahí para arriba.

El consuelo es que uno siempre puede entregarse a la suave cerveza vietnamita. Hay muchas marcas, aunque Tiger fue la que más me llamó la atención. Teniendo en cuenta la media de 35 grados y 90% de humedad, les aseguro que el cuerpo pide más una cerveza que una copa de vino.

Eso sí, insistan en que esté muy fría.

6 comentarios:

Jordán Cortés dijo...

Gran experiencia Mariano por lo que veo,te seguire de cerca en tus próximas crónicas. En cuanto a lo de las scooter por todas partes me recordaba a mi viaje a Marruecos a finales del pasado año.

Un saludo

Sibaritastur dijo...

Como te comenté antes de marchar, sabía que la cerveza iba a ser tu bebida de cabecera.
Quedo a la espera de mas entregas...

Anónimo dijo...

Bienvenu Mariano!!!

Me alegro que todo haya salido a pedir de boca (y nunca mejor dicho) tanto la celebración como el viaje.
Quedo pendiente de la siguiente crónica.

Besazos GI desde Barcelona

Mariano dijo...

Hola Jordán,

Suerte en tu periplo británico. Espero verte por aquí de todas formas. Ye lo que tiene la red.

Saludos!

Mariano dijo...

Pues tenías razón Jorge, entre el calor que hace, lo difícil que es encontrar un vino decente, el precio que tiene, y lo buena que está la cerveza (si te la sirven bien fría)...

Mariano dijo...

Gracias compi! Qué tal la super-mamá!?

Un besote!

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