martes, 31 de mayo de 2011

La Sopa Boba

He hablado hasta el hastío del desierto gastronómico que rodea mi morada, pero también de algunos oasis a los que acudir en momentos de desesperación. Cierto que cada vez más escasos, pero cierto también que, por fortuna, siempre hay algún rinconcito escondido con el que sorprenderse.

Lo de rinconcito en esta ocasión no podía ser más acertado, pues el hallazgo en cuestión se encuentra oculto en una rotonda de la antigua Nacional VI antes de llegar a Guadarrama. Para dar una idea de lo escondido que está, y también de la torpeza personal de uno, decir que pese a las anotaciones que hicimos y a llevar encendido el GPS, dimos media hora de vueltas por los alrededores antes de encontrarlo.

El restaurante se llama La Sopa Boba y lo viste una acogedora cabaña de madera escondida entre una tupida vegetación. Una decoración austera y desenfadada definida por sus manteles de cuadros y una terraza de luz tenue francamente agradable en la que disfrutamos de la cena pero que no nos permitió hacer unas fotos demasiado presentables por las que pido disculpas*.

La carta es francamente variopinta, donde conviven una cocina creativa de cierta influencia oriental y toda una suerte de carnes exóticas. Costó decidirse ante la amplia y curiosa oferta de entrantes y no tardó en presentarse el Chef, Fernando Limón, para tomarnos nota.

Mientras esperábamos las comandas disfrutamos de un delicioso pan ecológico caliente, de esos que auguran un más que posible salir rodando.

Las tartaletas de buey de mar eran unos curiosos vasos morados de crujiente galleta, rellenos de una farsa con potente sabor a marisco y coronado con fruta roja deshidratada- de nuevo los crujientes-, y unos sabrosos brotes. Un entrante rico y divertido para comer con la mano.


Seguimos con un salmorejo de tomate orgánico con carne de centollo que escapó a la instantánea. Un plato correcto, pero quizás algo mas anodino, y continuamos con unas croquetas variadas que fueron la estrella de la noche, de langostino (casi entero) y puerro de gamba, erizo y alga nori, y de morcilla con salsa de mango. Todas intensas, sabrosas y de delicada textura. Muy buenas y originales.


Mi novia se decantó por un tartar de atún de influencia muy japonesa. Bien aderezado, venía rodeado de un alga nori y con wasabi, helado de yuzu, gelatina de salsa de soja y caviar de salmón entre otros acompañamientos. De nuevo un plato bien pensado y dirigido a que el comensal juegue y disfrute.


Creo que ella estuvo más acertada que yo, no tanto por la calidad de mi elección, sino por su contundencia, y es que el plato de mollejas de lechal flambeadas que me esperaba era demasiado potente para una cena, tanto en intensidad como en cantidad, sobre todo teniendo en cuenta el carácter cuasi-porcino de un servidor que come hasta que empieza a encontrarse mal. Pero en cualquier caso, un excelente bocado para los amantes de la casquería.

En cuanto al vino, decir antes de nada que la carta, pese a no ser muy larga ni demasiado atrevida, sí revela algunas inquietudes de la casa por cosas diferentes o al menos no muy manidas, al contrario de lo que es habitual en la zona.


Imagino que fruto de ese toque original topé con un vino del que llevaba tiempo detrás y que, sin embargo, no había conseguido echarle el guante.

Se trataba del Blanco que elaboran los Peñalba-López, una bodega burgalesa mucho más conocida por sus correctos Tintos de la Ribera del Duero (Torremilanos, vaya), pero donde yo resaltaría un dignísimo cava a base de chardonnay, que tiene pocos competidores en su precio.

Este Peñalba-López Blanco 2009 provenía de un coupage de Sauvignon Blanc y Albillo al 50% con posterior crianza de varios meses en roble; muy prometedor por el binomio frescura y grasa que en principio apuntan estas dos variedades, pero que me decepcionó sobremanera durante su primera media hora, donde se mostró maderizado en exceso y neutro en boca.



Fue sacando cosillas y levantando un poco el ánimo, incluso atisbando algo de fruta, una untuosidad interesante pero un alcohol que, aunque comedido y no excesivamente molesto, no se veía compensado por suficiente acidez. Ya digo que fue mejorando, y que posiblemente le hubiera venido bien un jarreo o una decantación, pero aun así le faltaba frescura y le sobraba madera. Quizás sea un vino más pensado para el mercado norteamericano. No obstante, acompañó correctamente a todas las viandas y mantuvo especialmente el tipo, frente a lo que se pudiera pensar, con las mollejas.

Por último pedimos un postre fresco para compartir y la expectativa se cumplió con creces gracias a un “mojito que se come a cucharadas”, todos los aromas del famoso cóctel en diferentes texturas. Una de esas copas en las que hay que meter la cucharilla hasta el fondo.


Perfecto cierre al que se sumaron unos petit fours en forma de etéreos bombones caseros que también escaparon a la instantánea.

Magnífica velada por unos 35 euros p.p. y desde ahora uno de los imprescindibles en mi zona (que, desgraciadamente son bien pocos).










*Imagen principal del restaurante y de la botella obtenidas de internet.

martes, 24 de mayo de 2011

Brindis por doscientas más...

En efecto, con esta cumplimos la entrada número doscientos de este blog. Quizás comparado con otras páginas de mayor envergadura ese número será casi irrisorio, pero cuando uno se planta ante el teclado con semejante ordinal, no puede evitar mirar atrás y estar agradecido a cada uno de los que diariamente pasan por aquí, y que son los culpables de que a cada entrada le haya sucedido otra, y otra más, hasta 200.

Pues sí, un servidor no oculta que escribe para ser leído. Sé que va en contra de todos los códigos de falsa humildad pero es así. Porque la satisfacción está en que el mensaje, por absurdo que sea, llegue a algún receptor, y porque pienso que escribir para uno mismo es como beber para olvidar.

Y aquí no bebemos para olvidar, sino para recordar y compartir, por eso he creído que este es un magnífico momento para descorchar una botella del que quizás haya sido el primer vino que nos emocionó, en esta vida 2.0 y que, de una u otra forma, nos ha traído hasta aquí.


Como desgraciadamente no hemos tenido suerte ni paciencia para poder guardar y traernos al presente aquel soberbio 2006, aprovechamos para descorchar un flamante Goliardo Caiño 2008, para el recién llegado, variedad tinta autóctona de Rías Baixas. Se presenta ahora con un rojo algo apagado de reflejos violáceos, traslúcido e incapaz de ocultar nada. Su nariz es intensa y balsámica, fiel al terruño con ese eucalipto en primera línea que se pelea con frutas del bosque, lácteos, canela y algo de cacao, como una queimada.



La boca revela su origen rebelde, de un vino incontrolado en una añada fresca. Imagínense, acidez afilada, casi crujiente, pero con balsámicos y peso de fruta que atemperan el impacto. Muy poderoso en boca a pesar de su engañosa ligereza. Vuelven con fuerza los aromas iniciales, pero con rugosidad y corpulencia que aseguran un largo porvenir y lo convierten ya en un remedio natural contra la morriña, además del acompañante perfecto de cualquier potaje que valga la pena.


Sin embargo no fue este Caiño el protagonista de la jornada, al menos no el único, pues ante una deliciosa anguila ahumada fruto de la celebración, el tema pedía fuste femenino.


Llamamos entonces al hermano pequeño y, a veces, poco reconocido de Goliardo y de Sketch. Se llama Leirana y se apellida Albariño 2010.



Su tímido pajizo claro dio la primera palmada en la mesa con una intensa y seductora nariz de manzana ácida, pedernal, hierbas, azahar y pólvora. Un escándalo rematado en una boca envolvente, punzante a la entrada, seca y muy fresca. Frente a sus antecesores, que suplicaban botella, aparece éste equilibrado desde ya, aunque muy expansivo y con buen músculo. Untuoso y crujiente, hace volver paulatino e in crescendo el recuerdo de manzana y mineral de la nariz, ahora más directo y tremendamente largo, profundo y cerrando con un elegantísimo amargo.


Un temerario desafío a lo efímero, disfrutable ya, pero con promesa de incalculable futuro.


No saben lo que me enorgullece poder afirmar que éste será el vino de mi boda.


Y, desde hoy, ya solo me quedan treinta días... no puedo esperar tanto para abrir otra botella.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Reciclaje de grelos con huevo 65º


Olvidemos molestas interferencias, y vamos a volver a lo que nos gusta, además me alegra especialmente retomar a esta sección, nunca abandonada en la práctica, pero que, ciertamente hacía tiempo que no abordábamos.

Está mal que yo lo diga, pero aquí la proeza merece vítores cuando la materia prima que reciclamos ya es en sí de lo más humilde, si bien no es menos cierto que la receta no obedece solo a la voluntad de no tirar nada, sino además al hecho de que a mi querida consorte no le entusiasma especialmente ese maravilloso producto que son los grelos.



Parece mentira, pero es así, y en tal situación, un tercer día de sobrios lacón y grelos tal vez me hubiera conducido a pernoctar en el sofá. Así que también podemos añadir este post a aquella sección de maquillaje...

Como además de los grelos tenía pan duro y unos fantásticos huevos de caseros, de gallinas libres de pienso caníbal, nos pusimos manos a la obra para hacer algo digno de tanto honesto ingrediente.

Batidora en ristre, hicimos una crema con los grelos, su caldo, patatas cocidas y un toque de nata y AOVE en crudo y enarbolando un wok como escudo, con el pan hecho migas, un poco de ajo sin pelar, un par de dedos de tocino con magro perpetramos unas migas manchegas.

Solo quedaba presentar a la pareja con el huevo cocido a 65º. Si se olvidan de él una hora y la temperatura no pasa de ahí, no falla. (Les recomiendo para tal menester, el termómetro de cocina que venden por siete eurillos en Ikea).


Para acompañarlo, quizás sorprenda a alguno con mi propuesta, pero he de decir que fue muy bien con un Terras Gauda 2009. Sin ser el modelo de producción que yo defiendo en esta zona, he de reconocer que es una bodega que siempre ha sido fiel a una línea muy regular a buen nivel y con un vino que lo sirvan donde lo sirvan, siempre funciona. Además, y al contrario que con otros vinos de corte más industrial en la zona, no están caídos al segundo año.

Un vino muy aromático, con notas de manzana madura, cítricos y herbáceos, que se muestra en boca cremoso, pero con nervio y bien compensado.

Sin complicaciones, y muy interesante para paliar el punto graso de las migas, maridaje local con el grelo y muy solvente con el siempre difícil huevo, capaz -no lo olviden- de dejar por los suelos a un tinto de Toro con dos años de madera nuevísima, y sin pestañear.

No es un vino especialmente barato (supera con poco los 10 euros), teniendo en cuenta su amplia producción, pero lo encontrará en cualquier sitio, y difícilmente le dejará quedar mal ante un público variado.

miércoles, 11 de mayo de 2011

El decadente influyente

Es inevitable que, con cierta periodicidad, aparezca alguna “firma acreditada” en el mundo de la poderosa prensa gastronómica, rasgándose las vestiduras por el dañino intrusismo que suponen a su profesión la suerte de sandeces que publica sin pudor esta patulea de ignorantes e indocumentados, carentes de formación ni criterio alguno, que somos los autores de blogs.

Esta vez la salvadora del lector frente a tanto desalmado ha sido Doña Mayte Lapresta, directora de la publicación Sobremesa, cuya suscripción vengo manteniendo desde hace ya varios años, pero que me planteo seriamente cancelar.



Aunque pueden leer el artículo completo aquí. Me voy a permitir desgajarles unas cuantas perlas.

“…no entiendo cómo una gran parte de la población acuda sin prejuicios a la consulta de opiniones “desinteresadas” y supuestamente independientes de la multitud de blogueros que conforman hoy la cúspide de la opinión…”

Aparte de una frase mal construida, esta afirmación, no sólo presupone la estupidez del lector, posicionando a la autora en un seguramente merecido estamento superior, sino que también se permite dudar sin ambages de la independencia y le existencia de intereses en el discurso de los blogueros. Toma ya.

Resulta curioso, cuando menos, que dichas dudas provengan de la directora de una revista que, por ejemplo y como pueden ver sin ir muy lejos, publicita en la página contigua una conocida marca de refresco que meses atrás situaba de manera “supuestamente independiente” entre las cinco mejores del país, y muy bien posicionada, por cierto.

Pero sigamos.


“…No siempre nos encontramos con criterios contrastados, firmas relevantes, medios solventes o afirmaciones certeras en este paraíso del saber. De hecho en una navegación por la red son muchas mas las propuestas faltas de respaldo profesional que triunfan e influyen a la hora de tomar una decisión vinícola o gastronómica…”


Con independencia del trasfondo que aquí subyace, cercano al “yo opino, y los demás a callar”, la Sra. en cuestión no ha podido evitar que se le vea el plumero con la idea de la influencia.

Miren, no me consta la existencia de ningún blog gastronómico cuya finalidad sea la de influir en el consumidor, entre otras cosas porque ello no le reporta ningún beneficio. Lo que un servidor pretende- y eso es exportable a la comunidad de blogueros de mi círculo, creo- es simplemente compartir experiencias.

Pero claro, cree el ladrón que todos son de su condición, y desde luego nadie más indicado para influir en el consumidor que un Grupo de Empresas de Comunicación del que forma parte un club de venta de vinos que se anuncia sin pudor en la misma revista, que además ostenta importantes participaciones económicas en bodegas cuyos vinos valora y puntúa, y que a mayores hace publicidad remunerada de infinidad de marcas de vino.


Olé.

¿A cuál de los dos le beneficia una decisión de compra?. ¿Quién es entonces el que intenta influir?.

El delirio continúa, e incluso se viene arriba: “...Parece que el nuevo lector se fía más de una declaración inmediata e irreflexiva sobre un plato efectuada desde un iphone con foto pésima incluida, que el trabajo de estudio, el conocimiento de la profesión, la investigación de la historia y sus protagonistas, la crítica seria que la prensa convencional y muchos buenos periodistas gastronómicos hacen en cualesquiera sean los canales...”.

Antes de nada, reconozco que mis fotos, aunque no son de iphone que es muy caro, son bastante malas. Sin perjuicio de lo cual resulta llamativa la insistencia de esta señora en la idiocia del lector, cuyo babeo a estas alturas del discurso, debe ser proporcional a la incapacidad que muestra el pobre para contener los esfínteres. Una visión, vamos.

Pero me preocupa más el planteamiento fascistoide de que sólo existe una crítica seria cuando está vinculada a su medio y si no, pues es una declaración inmediata e irreflexiva. Me gustaría saber qué haría esta señora si ostentara algún poder de censura, o mejor no, y es que cuando alguien empieza un discurso con el profiláctico alegato de "Evidentemente (no sé donde está la evidencia) soy una absoluta defensora de la libertad de expresión", es recomendable echar a correr, porque con toda seguridad los siguientes renglones vayan destinados a vapulear tal derecho.


Y seguimos para nota porque "no solo está el criterio del autor del blog, sino que aparecen los transeúntes de la página que desean pasar a la inmortalidad con sus comentarios banales o sus afirmaciones cargadas de faltas ortográficas".


Porque si despreciables son los lectores de la página, no les quiero ni contar de las sabandijas que cometen la osadía de opinar.


- Claro, es que ahora aquí opina todo el mundo. ¡Qué horror!, con lo bonito que es el pensamiento único.


Y ahora que menciona lo de las faltas ortográficas, no está de más recordar a la revista que dirige esta Señora que, a día de hoy y salvo error por mi parte, la palabra "advertorial" no existe en la Lengua Española, aunque lo que se pretenda sea camuflar la publicidad de un destilado en forma de reportaje.



¿Es posible que haya relación entre la editorial en cuestión y la ruinosa situación que viven este tipo de publicaciones? (Sibaritas D.E.P. sirva de ejemplo).


Yo ya sé que es muy atractivo poner a los bloggers a caldo, pero, ¿no tendrá que ver también su decadencia con que quizás el lector no es tan estúpido como esta gente quiere hacer ver?, ¿puede que dicho lector, en su estulticia, se haya dado cuenta de la valoración de un producto por cuya publicidad se ha pagado al medio, tal vez no sea objetiva?. Quién sabe.

Menos mal que aun quedan medios, royales academias, y algún que otro acertado blog de buen cubierto, con tipos sobre-cogedores siempre dispuestos a criticar un restaurante previo pago. Si no, ¿qué sería de nosotros?.


Y como la editorial, a pesar de todo esto, nos considera amigos (no quiero ni pensar qué hacen con sus enemigos), les voy a dar un consejo "de amigo": si para intentar salir de su situación de decadencia, necesitan arrojar porquería a los demás de manera indiscriminada, posiblemente el final esté más cerca de lo que piensan, no obstante, hagan su declive un poco más digno mostrando algo de respeto o, tan siquiera, un ápice de educación, y demuestren así que toda esa formación de la que presumen, ha servido para algo.

domingo, 8 de mayo de 2011

Troglodita 2.0


No me gustan las redes sociales.

No sé si por falta de tiempo o por incapacidad física de asumir tal flujo de información.

Sin embargo supongo que una vez que uno se embarca en esta doble vida del vouyerismo de internet, no le queda más remedio que asumirlas y aceptarlas, así que siguiendo los consejos de mi amigo Gonzalito (@ggarre), me lanzo al "second life" de twitter y facebook. Esta entrada es la prueba viva.

La cosa creo que es más o menos así... @mil_gourmet

Que la fuerza nos acompañe.



* Imagen extraída de internet.

martes, 3 de mayo de 2011

Tocar el cielo

El otro día hablábamos de vinos que hacen soñar, y tras la experiencia de este domingo, tal vez exista un estado aun superior de otros que, directamente, hacen tocar el cielo.

En este sentido, creo que pocos pueden presumir de haber recibido nunca el regalo perfecto, y seguro que casi ninguno, de que su Suegro haya sido el autor del presente.

Pues bien, este es mi caso, y no lo digo para ganar puntos porque, para su desgracia, la entrada de un servidor en su familia, es prácticamente irreversible.

La alhaja en cuestión fue esta flamante botella de Castillo Ygay del Marqués de Murrieta, Gran Reserva Especial de 1959. ¿Qué decir?. Pues qué menos que abrirlo juntos con alguna vianda que no le hiciera sombra.

Con más de cincuenta años a sus espaldas, daba casi miedo abrirlo, y por si las moscas, había otra botella en la recámara para paliar las consecuencias del posible desencuentro, pero no fue así, nada más lejos.

No sé si tiene mucho sentido hablar de sus finos tonos granates, ya algo apagados, y ni siquiera si es necesario dar testimonio del delicado aroma de guindas en licor que precedía a la caja de habanos y a la tierra mojada con los que nos deleitó.


Creo que lo fundamental es hacer un homenaje a su soberbia boca, pausada, elegante, con nervio y tensión que obligan a apretar los labios a su paso para no dejar escapar un solo matiz. Taninos muy pulidos, pero aun secantes y afilados en perfecta armonía con acidez y alcohol.


De manera pausada, como todo lo bueno, vuelve a desplegar los finos aromas de la nariz, las guindas, el tabaco de abuelo, las pimientas, con tremenda longitud. Y cada trago respira más vida.


En ningún momento estuvieron a la altura los comistrajos que preparó un servidor, que poco más pudieron hacer que languidecer ante tan majestuosa obra del hombre.


Un vino, que ya no es ni reserva, ni tinto, ni rosado, es un vino fino de Rioja, de los que casi ya no se hacen. Imagínense, le gustó a mi novia, que solo toma blancos.


Irrepetible.

Vinos y lugares para momentos inolvidables

Galicia entre copas, SEGUNDA EDICIÓN

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