martes, 26 de abril de 2011
Albóndigas "suecas" para invitados
martes, 19 de abril de 2011
Cuando un vino te hace soñar
Pero no cualquier albariño, sino cepas centenarias en suelo granítico de escasa profundidad, en torno a un hermoso palomar que da nombre a la cuveé.
Tras una cuidadosa selección de las mejores uvas, Eulogio elabora este albariño criado en fudres de 2.500 litros que, tras diez meses de crianza, dan lugar a 2.450 botellas y 50 magnum (quien los pillara). Por cierto, si no lo he dicho ya, se llama el Zárate El Palomar 2006, y lo que diga es poco en relación a lo que a un servidor y a su otra parte contratante, les hizo disfrutar.
Precioso y evocador dorado que nos dio a la vista, anticipando unos suntuosos aromas entre lo cítrico y lo compotado que daban paso a un potente mineral, tal vez pólvora, quizás canto rodado.
Sigue con notas terrosas, mermelada de higo, mieles y un ligero especiado. Sutil pero complejo, y francamente atractivo.
Luego, como en Borgoña, lo mejor: la boca. Cremoso, glicérico pero con formidable acidez, opulento. Todo en su sitio. Redondo, cítrico otra vez. Nervio y grasa a partes iguales. Más aromático en boca, donde aparecen los balsámicos, mentolados, de nuevo los cítricos y algo de eucalipto. Intensidad, justa persistencia, equilibrio... no sé que más decir que no sea un taco.
Me recuerda a los girasoles de Van Gogh, a Puligny-Montrachet, o a una Tocata y Fuga cuando la interpreta Vanessa Mae...
Catado con cinco añitos a sus espaldas, pocas dudas me quedan ya sobre el potencial de esta variedad con el tiempo, independientemente de cómo se elabore, siempre y cuando se haga bien.
miércoles, 13 de abril de 2011
Comienza la temporada... guisantes y rosado
jueves, 7 de abril de 2011
Cuando la sencillez es virtud
domingo, 3 de abril de 2011
Desayuno con burbujas
Creo que es una de las mejores sorpresas que, sin un especial despliegue, se le pueden dar a alguien; bien para celebrar algo especial, o simplemente porque es fin de semana. Supongo que estos últimos son los mejores, por aquello de que no se esperan.
Yo hice un experimento al efecto hace unos días y el resultado fue tan bueno que merece ser compartido.
En esta tesitura, ¿a quién no le gustan los churros? Quizás para las porras haga falta un pelaje especial (aunque uno lo tiene, entiendo que no así todo el mundo), pero unos churros bien hechos complacen a casi todo el personal.
Domingo. 9,00 de la mañana. Allí me fui en la búsqueda de una docena, alguna porra y, como no, el chocolate, paradigmático maridaje del churro, pero, ¿el único?, quizás no. Recordé en el trayecto la existencia en mi haber de una curiosa botella de un espumoso de Colet, se llama Vatua!, que en catalán significa algo parecido a ¡caramba!. Arriesgaremos.
Vatua! Es un vino espumoso del Penedés (que no Cava), fruto de un coupage de moscatel (50%), parellada (40%) y gewurztraminer (10%). Con tal elenco de variedades no hace falta hablar de la búsqueda de un vino fragante y exótico, lo que unido a la doble fermentación, su carácter estrictamente seco y su crianza de 18 meses en rima, nos traslada a un producto sorprendente por su carácter diferencial.
Pero lo que aquí no hay que perder de vista – aunque muchos se reirán de mí (no les culpo)- es el sublime maridaje con los churros. La frescura y la verticalidad del vino arropan sobremanera al frito, pidiendo más y más y haciendo un conjunto realmente agradable aunque peligroso. Me explico, si uno con un chocolate se toma tres churros, aquí dan ganas de apretarse una docena y la botella entera.
Aunque no sea con esta deliciosa curiosidad, les animo a intentar la armonía burbuja-churro, aunque sea para darle un toque glamouroso al ya de por sí aciago domingo.