Así las cosas, hay determinados lugares en los que uno ha disfrutado tanto que se siente en la necesidad de volver. Si su dueño es un amiguete, Pablo Romero, del gupo Nove, y además se ha cambiado de local (donde le visitamos con anterioridad), volviendo de la villa de Marín a Pontevedra, en un local, por cierto, mucho más acogedor.
Una entrada elegante, una hermosa barra, a mi juicio desaprovechada, y en la que se podía hacer un poco de gastro-bar (odio el palabrejo, pero todo el mundo lo entiende) y ofrecer una carta curiosa de vinos por copa. Lo siguiente que separa la cocina, que se permite ver al comensal, es una tremenda plancha con enormes posibilidades, y separado por un vistoso perchero y nobles maderas, un agradable comedor separado en dos ambientes.

Ya decididos, Pablo entretiene nuestra espera con una rica espuma de Gin-Tonic, muy efectiva para refrescar y abrir el apetito.
Empezamos, como no, con las ya recurrentes croquetas que el chef borda. Choco y bacalao, perfectas. Crujientes por fuera, cremoso interior y, sobre todo, muy sabrosas.
Seguimos con las vieiras crujientes con ajoblanco. Se confirma el excelente manejo de Pablo con los reboces y las frituras. De nuevo muy crujuentes por fuera y perfectas en su punto por dentro. El contrapunto semiácido y cremoso del fino y suave ajoblanco, muy bien buscado. Buen plato.
Y en el plato principal, mientras mi novia se decantó por un solomillo de ternera con boletus (todo lo correcto que puede ser un solomillo), servidor dejó su elección en manos del chef, que, muy atrevido, me presentó una amenazadora lengua de buey del Valle del Esla estofada, cuyas imágenes no expongo por no herir la sensibilidad del público más impresionable.
Pero es que uno, amante de la casquería fina, adora la lengua. Es un plato que mi madre nos hacía (y bordaba) con cierta frecuencia, pero que, en efecto, no vale para todos los públicos. La de Pablo, pues una de las mejores que he probado en dura competición con la de la infancia (que siempre juega con ventaja). Sabrosa, perfecta en su guiso y jugosa como pocas carnes. Bastaba depositar el cuchillo sobre la pieza, para que éste se deslizase y la atravesara por completo.
Eso si, la ración, generosa hasta lo exagerado, me dejó K.O.
Menos mal que nos acompañaba un soberbio Leirana Barrica 2008, en la que, para mí, es la mejor añada que ha vivido este albariño. Fragante, mineral, cítrico, complejo. Con la madera aun perceptible, pero que se ve vapuleada por una fruta y una rocosidad rotundas, aun crudas en exceso y no aptas para todos los públicos, pero disfrutables ya.
Válido para acompañar unas vieiras, un estofado de lengua, o un jabalí, vivito y coleando si se lo echan. En una palabra: frescura. En dos: im-presionante.
Rematamos la sesión con un postre también fresco (no andábamos ya para torrijas que, por cierto, son la especialidad de la casa), esta alegre espuma de limón con granizado de ron añejo y helado de mango. Uno de esos postres que se acaban rápido y que piden continuar con un combinado. Lástima que hubiésemos quedado después y no diera tiempo para esas licencias… tal vez la próxima.
Si no recuerdo mal, la cosa se resolvió por unos 80 euros en total. En relación con lo disfrutado.
Un notable alto.
7 comentarios:
La lengua... ese plato que todo el mundo come encantado si no sabe que lo es.
El solomillo... más o menos contaba A. García que una señora, en su restaurante, escogía solomillo mientras decía: "Solomillo, que siempre está bien" A lo que él interpeló (con perdón): "Señora, mire si el solomillo es sencillo que incluso una vaca tiene dos".
Ma si non e vero e ben trovato... ;)
Saludos,
Jose
Mariano, esas croquetas que lleban exactamente?, es que ese color...
No puedo con la lengua guisada, es superior a mi, la textura me es imposible pero, habeís probado el
CHOSCOasturiano?, es un embutido tipo botillo pero solo con carne magra de lomo y lengua, ambos de cerdo. Este embutido tanto con grelos en caliente como en lonchas en frío, me vuelve loco.
Con respecto al Leirana ya me habías comentado, solo diré que, A por él.
¡Tengo que volveeeer!
Con la vuelta a Pontevedra ese no se me escapa la próxima vez que vaya por esas tierras. Tiempo ha que le tengo gana.
Por cierto, yo sí soy de la "secta de la lengua" ;-)
Ya se lo de tu otra mitad y los tintos, pero a ese solomillo con boletus y sobre todo a esa lengua estofada le hubiese atizado yo con un mencía ya reposado en botella y con la acidez domada :)
En cualquier caso, todo tiene una pinta de lujo.
Saludos.
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Jop hubiera estado bien la foto.
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