martes, 29 de junio de 2010

De amigos y armonías

Siempre he sido de la idea de que las mejores experiencias surgen sin planear. Así lo fue nuestra última visita a Vianda, en que tras una nueva búsqueda de pisos que nos dejó exhaustos, decidimos llamar a David, in extremis, a eso de la una del mediodía del sábado buscando una mesa.

Hubo suerte, y podía recibirnos, por lo que un fugaz paso por casa me permitió echar mano a un par de botellas bien frescas. Y si vamos al restaurante de un amigo, pues llevamos los vinos, de otro amigo.

Como siempre, el chef calmó nuestro apetito inicial con su siempre solvente batería de entrantes liderados por un refrescante salmorejo.

Empezamos entonces con un Leirana A Escusa 2008, el Rías Baixas al que la casualidad de su elaboración le hizo entrar en la categoría de los mejores albariños que se han hecho, y no lo digo yo solo (también otros como Manuel Gago, Sibaritastur, Adictos a la Lujuria...).

Y si bueno era hace un año, ahora no les quiero ni contar, con la acidez muy presente, pero ya más domesticada, y dando rienda suelta a su potente fruta y a su mineralidad cada vez más germana. Eso sí, sigue siendo recomendable- quizás más aun- jarrearlo un poco antes de servir.

Con la comida se crece, y tras aguantar impasible los envites del vinagre de una ensalada con queso de cabra y compota de naranja, llegó la cima. Un arroz con erizos y algas recomendado (casi exigido) por David, plato que hizo el silencio y después pidió dos orejas y el rabo. Puro socarrat, concentración, mar, punto al dente y equilibrio.

Miramos al vino, él nos miró a nosotros. Estaba claro, no había lugar a medias tintas, o triunfaba o el blanquito se quedaría en paños menores. Probamos. De nuevo se hizo el silencio. Una bocanada de aire fresco con el hilo conductor de la salinidad, pues el albariño se hacía fuerte respetando, limpiaba sin sustituir, pidiendo otro bocado, y este otro trago. Sencillamente brutal, porque nunca atlántico y mediterráneo se entendieron tan bien.

Pero no acaba aquí la cosa, quedaba la parte más hardcore del almuerzo, pues mientras me entretenía mirando el show coral de la hamburguesa ibérica que le servían a mi novia...


...apareció el plato sin concesiones, un soberbio steak tartar sin concesiones. Y si antes pedíamos orejas y rabo, ahora no podemos pedir otra cosa que el indulto, carne bien fresca, picado digno de un samurai y aderezo al milímetro todo en su sitio para hacer las delicias de los carnívoros de verdad (como lo es un servidor cuando hay luna llena).

Y aquí donde los “tinto reserva” quedan en pelotas ante el ataque del huevo, la cebolla y las alcaparras, no estuvo mal el aun novillo Leirana, pero había que sacar la artillería pesada, un Bastión de la Luna Tinto 2008, morlaco, astifino, lucero y primogénito de Rodri, que aunando la fuerza de caiño y loureiro es un ejemplo de terroir bordado con tiralíneas. Aquí las variedades ceden sin desaparecer en beneficio de un fin más elevado como lo es la máxima expresión de un auténtico tinto Rías Baixas.

Armado a unos 15 graditos de temperatura, con su soberbia acidez, y sus escasos 12,5º de alcohol, tras un bocado del tartar, la fusión es sencillamente perfecta. El cuerpo del vino es capaz de sostener el potente bocado sin perjudicar ni un ápice de su delicadeza, y al tiempo, con su carácter salino y mineral refresca e incluso “adereza” de alguna forma la carne, que, tras un trago, da lo mejor de sí. Aunque a mitad de camino ya estábamos llenos, era imposible no terminarse esa ambrosía.

Parece increíble que dos amigos que no se conocen- bueno, en realidad sus trabajos- se puedan llevar tan bien.

jueves, 24 de junio de 2010

La torrija beerenauslese

El título original iba a ser La Torrija Berasategui, en honor al autor de esta nueva forma más refinada, y si quieren más pijotera, de abordar el clásico dulce de cuaresma. El caso es que el juego de palabras con el vino que la acompañará me ha parecido divertido, y así se ha quedado.

Volviendo a la torrija, creo que se trata de otro de los ejemplos que demuestran que Martín Berasategui está en otra liga, y que, a diferencia de otros tal vez más mediáticos, es capaz de marcar tendencia y hacer que una receta sea imitada en los lugares más recónditos, como lo es el mítico milhojas de anguila y foie que perpetramos en otra ocasión.

Este postre es un auténtico espectáculo para golosos (e incluso para los que no lo son tanto), con la ventaja de que, como dice Pepe Solla sobre la pastelería, “si sigues la receta, sale”. Además, el resultado, al menos a mi entender, es muy superior al esfuerzo que supone, especialmente si se trata de la versión de un servidor.


Lo primero, la materia prima, y aquí desvelaré el secreto de algunos chefs de renombre, que cuentan con este postre entre sus cartas y cuyo nombre no revelaré. Es necesario un brioche, pero no uno cualquiera. Necesitamos uno untuoso, con mucha mantequilla, pero firme, es decir, que sea capaz de absorber sin deshacerse. Han de saber que si no están dispuestos a hacerlo uds. mismos, la mejor opción, el de Lidl.


Es francamente bueno, y no vean cuantos desayunos disfruté como un enano con el que me sobró, mojado en la leche de los cereales.

Si estamos pensando en cuatro raciones, cortaremos un par de rebanadas de dos dedos de grosor, y, a su vez, recortaremos los bordes, dejando unos prismas rectangulares solo de miga.

Seguidamente mezclaremos en un bol unos 150 ml de nata o leche evaporada (que engorda menos), otro tanto de leche entera, un par de cucharadas de azúcar avainillado (también tienen en Lidl uno estupendo) y un huevo. Batimos bien y mojamos el brioche cortado con la mezcla. Para ello es recomendable un recipiente estrecho que permita que el brioche se empape entero. Si no, habrá que darle la vuelta de vez en cuando. Yo utilicé un envase de helado de vainilla recien vaciado que me vino además fenomenal por el aroma que dejó.


Ahora toca dejarlo macerar toda la noche, aunque si tienen prisa hay un truco, un minuto y medio de microondas y con el calor aceleraremos el proceso de maceración. Yo he probado de ambas formas y créanme cuando les digo que la diferencia no es excesivamente grande, aunque vale la pena esperar.

Si lo hacemos en la víspera guardaremos las torrijas en la nevera hasta el día siguiente, si lo hacemos en el microondas lo dejaremos enfriar unos minutos, y en uno u otro caso lo escurriremos bien del líquido sobrante con la ayuda de una espumadera.

Luego rebozaremos las porciones de brioche en azúcar por todos sus lados para, seguidamente, poner una sartén a fuego medio fuerte con un buen trozo de mantequilla.

Cuando ésta se haya derretido y empiece a burbujear pondremos las torrijas, que deberán dorarse por todas sus caras.

Y listo, sólo nos queda servirlas calentitas, con esa textura medio crujiente por fuera y muy melosas por dentro, y acompañarlas del helado que maś nos guste. De vainilla o avellana van especialmente bien.

Decir que esta la hice al dia siguiente y me quedó un poco deshecha, pero las anteriores, perfectas

Este plato merecía un vino con enjundia que no tapara pero que tampoco sucumbiera a la potencia del postre, y, aunque se tratase de un dulce, que tuviera acidez para no hacer un conjunto especialmente empalagoso.

Acudimos entonces a una excelente versión de la moscatel Made in Austria, este Stiegelmar Beerenauslese 2004. Viñedos de casi 20 años en Lüsswiese, cerca de un precioso lago, en un suelo de arena y arcilla, y con condiciones idóneas para la producción de botrytis.

La vendimia se realizó a mediados de noviembre de 2004 y tras una larga fermentación y maceración en depósito de inox, fue embotellado en septiembre de 2005.

Muy atractivo a la vista con un amarillo dorado muy brillante, y tremendo en nariz con flores secas, mieles, tostados, notas varietales de la moscatel, mermelada de naranja amarga y un creciente fondo de queroseno. Más serio en su boca, bien armada y compensada en su dulzor con buena acidez y un elegante amargor. De un recorrido muy largo, deja aromas de pasificación que recuerdan mucho a los de los míticos Tostados de Ribeiro, más que a un moscatel o a un típico auslese germano.

Especialmente bueno en su combinación con la torrija y el helado, donde parecía cambiar en cada bocado, ampliándose poco a poco y pidiendo un trago más cuando la torrija ya se había terminado.

Aquí el problema es que tanto la ración de torrija como la botellita de 37,5 cl caen en un volao.

lunes, 21 de junio de 2010

El cocinillas: ¿quién dijo crisis?

En ocasiones, uno olvida el verdadero propósito de esta plataforma, que no es otro que demostrar que la excelencia en lo gastronómico no siempre va ligada al vaciamiento de los bolsillos del pobre ciudadano, por eso me alegra especialmente encontrar nuevos restaurantes en los que este fenómeno se reproduce.

Nuestro último descubrimiento en esta línea ha sido El Cocinillas, un restaurante situado en el corazón de Malasaña, uno de los barrios canallas de Madrid en proceso de reconversión a lo más ”in”.

Lo primero que llama la atención es el aspecto del pequeño local, con una decoración sobria y fresca donde el color blanco hace de hilo conductor entre lo industrial, lo funcional y el mueble de anticuario restaurado. Las mesas algo juntas por el tamaño del local vienen a anunciar la idea desenfadada del proyecto que se confirma con las cartas escritas a mano.

Mientras nos decidimos, toman nota de las bebidas y nos invitan a una rica y aromática mantequilla punto pomada en la que distinguimos albahaca entre otras cosas, acompañada de rebanadas de pan tostado.

Pedimos unos entrantes para compartir que comienzan con una calabaza en papillote, queso de cabra a la plancha y vinagreta de piñones. Aunque lo del queso de cabra es algo bastante manido en casi todos los restaurantes, no está mal la combinación con el punto dulce de la calabaza, lo mejor, el crujiente de los piñones.

Llegan después las croquetas de boletus, sabor suave, fino empanado y bechamel cremosa. Muy bien.


Y terminamos los entrantes con una tortilla de bacalao y piperrada, muy bien preparada y con excelente textura, el único problema fue que algunas porciones de bacalao estaban excesivamente saladas. Imagino que un mayor tiempo de desalado no les habría venido mal, lo que fue una pena pues por el resto se trataba de un excelente bocado.

Como principal un servidor, piscívoro confeso, se atrevió con una suprema de mero acompañada de cus cus con verduras. Apareció la vianda en una vistosa presentación tipo brocheta, tras la que vino un producto muy correcto en un punto de cocción sorprendentemente bueno (quitando orientales, la experiencia madrileña de este gallego deja bastante que desear). La nota negativa de este plato fue parecida a la del anterior, pues si bien el mero estaba perfectamente condimentado, la guarnición mostraba un notable exceso de sal que nos invitó al final a disfrutar del pescado casi en solitario.

Como éste estaba bueno y ya íbamos bastante llenos, no echamos de menos el cuscus en cuestión.

Entre las elecciones de mis acompañantes- que por no importunarles más, no fotografié- me gustaría destacar unas fantásticas albóndigas, tan sabrosas y jugosas como no recordaba ni siquiera las de mi abuela. Si vuelvo, sin duda, será lo que pida.

En el capítulo de vinos, una oferta reducida pero aceptable de tintos, muy cortita en blancos y desgraciada ausencia de espumosos (que, en mi opinión, irían muy bien con esta cocina). Por todo ello (y por que mis acompañantes no estaban muy por la labor), disfrutamos de la comida con una Inedit de Damm, la archiconocida cerveza del imperio mediático-Adriá que escapó a la instantánea (tampoco necesita que nosotros le hagamos más publicidad).

Lo cierto es que la cerveza, siendo un ejemplar turbio y raro, mala no está. Es muy vinosa, con un toque especiado y floral algo dulzón pero que, sin florituras, tiene la virtud de no desentonar con casi ningún plato.

Contra mi voluntad, se tomó la decisión de optar por los postres mas vistos, una tarta tatin de manzana, muy correcta, aunque lejos de lo que da de sí este dulce en Le Petit Bistrot o en La Cave du Petit, y el típico Coulant-Fondant-Souffle de chocolate con helado que hoy día está en casi todas las cartas, así que para qué iba a fotografiarlo.

Finalmente quisiera destacar un aspecto que me sorprendió muy positivamente, que fue el hecho de que , sin preguntar, nos pusieron una jarra de agua con hielo. Esta es una costumbre europea muy alejada de lo que ocurre en España, donde tienes que dar gracias si te preguntan antes de encasquetarte el botellín de agua mineral que luego te cobrarán a tres o cuatro euros.

Con esto el sitio demuestra una clara (y a mi juicio inteligente) voluntad de destacarse en la delicada situación actual que vive nuestra economía, y, concretamente, el sector de la hostelería, y que a día de hoy pasa necesariamente por que el personal pueda salir a comer, disfrute, salga satisfecho y haya gastado poco.

Por lo demás, una velada fenomenal en un restaurante al que me gustaría volver cuando esté un poco más rodado. Decir además que el servicio estuvo excelente y muy agradable en el trato, pese a que el local estaba lleno.

El peligro, que como está teniendo cierta repercusión mediática, por lo visto ya es dificil encontrar mesa, y caiga entonces en los vicios en los que cayeron otros.

La impresión final, pues muy buena, sobre todo teniendo en cuenta el precio; salimos a unos veinte euros por persona.

El Cocinillas
C/ San Joaquin 3
Madrid
915 232 960

jueves, 17 de junio de 2010

De espárragos y generoso

Entre tanto evento y tanto piso por ver, me voy dejando las entradas escritas atrás.

Retomando el testigo que dejamos el otro día con los tirabeques, seguimos a tope con la temporada gracias a unos magníficos espárragos con los que me hice en una de las visitas al mercado de chamberí con las que me obsequio cuando voy a visitar a mi querida abuela.

El espárrago fresco y cocinado en casa, cuando es bueno, es una auténtica delicia, digna de ser comparada con el guisante lágrima o con las angulas si me apuran. Y si es navarro, pues mejor que mejor.

Aunque creo que en su preparación hay que tratar de ser respetuoso y dejarse de florituras, su delicadeza es contradictoriamente potente, y permite que nos luzcamos en el aderezo. Aunque este suele ser la mayonesa, que cuando está hecha en casa es una gozada, aproveché la ocasión para rizar un poco el rizo y optar por la variante gala de la salsa, la holandesa. La idea es parecida, una emulsión a base de huevo en la que el aceite se ve sustituido por mantequilla.

Volviendo a los espárragos, su preparación únicamente requiere un buen pelado- para el que el clásico artilugio pela-patatas va perfecto (yo estoy encantado con los que venden en IKEA tipo Gilette Sensor). A continuación solo hay que cocerlos en agua salada hirviendo, no muy fuerte, durante unos veinte minutos, para simplemente escurrirlos y dejarlos enfriar.


Lo de la holandesa ya es más complicado. Teóricamente hay que blanquear unos 100 gramos de mantequilla (fundirla y retirarle el suero, para quedarnos solo con la grasa) y reservar. Por otro lado poner 3 yemas de huevo en un cuenco, ponerlas al baño maría y batir con insistencia con la varilla mientras vamos añadiendo la mantequilla en hilillo.

Créanme cuando les digo que yo estuve mas de media hora batiendo y aquello no ligaba ni con la más fea, así que impaciente de mi (ya eran casi las 10 de la noche y había hambre) metí la mezcla en el sifón con una carga, agité en plan barman y serví sin contemplaciones sobre los espárragos.

No se si el resultado se parecía algo a la original, pero la textura y el sabor quedaron bien. En cuanto a la gilipollez de la presentación ni la comento porque me quedó bastante hortera, pero el objetivo se consiguió, los espárragos estaban tremendos (quizás más por mérito de la madre naturaleza y el agricultor que el de un servidor) y el acompañamiento le hacía bien los acordes sin eclipsar.


Y han de saber, a quien no lo sepa ya, que esta combinación de huevo y espárrago, ahí donde la ven, es capaz de dejar en pelotas a todo un Pingus, así que optamos por un valor seguro, Jerez, con un amontillado. Y como yo escucho a Carlos Herrera por las mañanas y me parece de fiar, nos decantamos por el de su Alacena. Es el primero de sus vinos que pruebo y, desde luego, el tema apunta bien.

Un delicioso dorado, casi caoba muy complejo en nariz. Nueces, pasas, almendras tostadas, aceitunas negras y hasta pegamento imedio. Y van saliendo más y más cosas.

Muy seco en boca, donde arranca salino y se hace untuoso en el recorrido. Es persistente, elegantemente amargo y muy amplio. Deja muchos recuerdos de frutos secos (piel de almendra) e hierbas medicinales. Un gran jerez.

Y aunque el vino es potente, si lo servimos como se debe, osea fresquito, no crean que el plato se queda atrás, pues de hecho se verá- como se vió- ensalzado por el carácter salino del amontillado, sin perderse la delicadeza del espárrago, pero aportando complejidad para enriquecer el conjunto.

Pido disculpas si a alguien le apetecía intentarlo con la receta, porque a estas alturas no debe quedar en el mercado más espárrago blanco que el enlatado, pero todos sabemos que si lo hubiera todo el año (como le pasa al tomate) no estaría igual del bueno.

martes, 15 de junio de 2010

Dos lineas y un vino de Finca

Seré sincero. Tras haber escrito a unas cuatro hojas sobre la experiencia del Concurso de Vinos del Noroeste, he decidido, creo que con buen criterio, no publicarlas.

Lo que empezaba como un elogio a la buena organización del concurso y lo enriquecedor de la experiencia, pronto desencadenaba en un divagar de dudas sobre los concursos de vino en general, los sistemas de puntuación, el tiempo concedido a cada vino... etc.

Como no me apetece meterme en berenjenales y ni la gran mayoría de compañeros de cata ni los propios ganadores lo merecen, he preferido dejar la cosa como está. Así que pido disculpas a todos aquellos que esperaran un comentario sobre el certamen y que por coherencia interna no haré.

Creo que he sido muy afortunado de poder participar en un evento como este, lo he pasado muy bien, he aprendido un montón, y mis palabras solo pueden ser de agradecimiento, que hago además extensivo a estas tres botellas que formaban parte del premio y de las que daremos buena cuenta para dar testimonio por estos lares.


Por otro lado sí querría destacar que entre todos los eventos que nos preparó la organización y el Excmo. Ayuntamiento, hubo tiempo para una escapada a una bodega cercana, Losada.

Se trata de un proyecto joven centrado en la elaboración de tintos de crianza con el propósito de hacer expresión de terruño sin complicaciones. Para ello han adquirido una importante extensión de viñedo viejo, en ocasiones prefiloxérico, y han construido una flamante bodega donde el diseño queda al servicio de lo práctico, y donde la gravedad es utilizada con inteligencia para evitar el mayor número de procedimientos mecánicos de trasiego.

El resultado son tres gamas de vino bien diferenciadas. Una es Losada, cuya materia prima proviene de los contratos con viticultores de la zona en producciones que ellos mismos controlan. La segunda es Altos de Losada, elaborado con las fincas de su propiedad, y la tercera y más alta es La Bienquerida, a partir de la finca del mismo nombre.

Tuvimos la oportunidad de probar los dos últimos. Altos de Losada 2007 es un 100% mencía de fincas de Valtuille de Arriba y Pieros, donde el suelo es mayoritariamente de arcilla. Se cria durante quince meses en roble francés de 225 litros. El resultado es un vino expresivo, pleno de fruta y vainillas nobles, sedoso, sensual y acaramelado en boca. Bastante pulido ya.

La Bienquerida es otra historia. Una sola finca, deseada antaño por los productores del lugar. Cepas muy viejas de Mencía, Estaladiña y otras variedades sin identificar que hacen del vino una expresión pura del suelo, de esquistos de pizarra, piedras y arcilla. Se cría en barricas de 500 litros para evitar excesos y únicamente se producen 3.000 botellas y 450 magnum.

El resultado es un vino tímido al inicio, con algún cuero, que va cediendo a una fruta roja implacable y a una impactante mineralidad. En boca se muestra más anguloso pero más noble también que su hermano pequeño, hace gala de una excelente frescura y, sobre todo, pide que se le deje descansar en la botella, al menos, un par de añitos más, si bien ya es un vinazo.

Eso sí, éste no ganará concursos...

Por cierto, si alguien quiere leer la entrevista a un servidor al hilo del Concurso, dejo este enlace del blog de Boffard.

miércoles, 9 de junio de 2010

Una sidrería diferente

Ya hemos vuelto de Ponferrada, una experiencia memorable, de la que, por ahora, no sé muy bien qué contar y como hacerlo, ya que, entre otras cosas, poco puedo decir de los vinos (catados a ciegas) y de un premio que aun no se ha resuelto. Mientras me lo pienso hablaremos de un interesantísimo restaurante recientemente descubierto...

Y es que aunque nuestra búsqueda de piso, como tal, está dando pocos frutes, se está revelando como una fantástica fuente para conocer restaurantes interesantes en los aledaños de la A-6. He de decir que este último lo debemos a una sugerencia de mis queridos suegros.


Se trata de un restaurante ubicado en Majadahonda llamado La Sidrería, nombre que a priori invita a pensar en calamares fritos y choricillos a la sidra (que no tienen por qué estar mal, ojo). Pero nada más lejos de la realidad. El local es pequeño pero muy coqueto y acogedor, decorado sin estridencias, pero con mucho tino y aprovechando bien cada espacio. Su propuesta, cocina elaborada, sin una identidad clara, pero jugando con criterio y buen producto.

Tal y como nos recomendaron, llegamos con reserva a pesar de ser un viernes al mediodía. De no haber sido así, nos hubiéramos quedado sin sitio, pues estaban completos y, de hecho, tuvieron que decir que no a muchos que, al rato, hicieron entrada.

Por la semana se puede comer a la carta, pero el menú (20 euros vino e IVA incluidos) era tan atractivo que ni nos lo planteamos. Ofrecía cinco opciones de entrantes, otras cinco de principales y tres o cuatro postres. Por lo visto cambia todos los días.

Mientras nos decidíamos llegó un inesperado aperitivo, consistente en un rico y refrescante gazpacho de sandía y un curioso ravioli de carne de inspiración indudablemente mexicana delatada por el maíz, el cilantro y un toque de picante. Buen comienzo.

Yo elegí como entrante una ensalada de pulpo con patata y vinagreta de piña. El pulpo estaba fresco pero en su punto y con un aderezo diferente pero que no desentonaba. Una forma refrescante de disfrutar del cefalópodo ahora que empieza a apretar el calor.

Por su parte mi novia se decantó por unos potentes canelones de marisco. Pese a no ser un plato de los que yo pediría (por eso del marisco), estaban francamente sabrosos y con entidad suficiente para ser plato único.

Llegaron a continuación, de un lado, un confit de pato con piñones y frutos rojos, sencillamente sensacional. La carne cocinada en su punto y muy bien acompañada con el punto ácido de los frutos rojos que hacía frente de maravilla al componente graso del ave. Pese a la descomunal ración no pude evitar comérmelo prácticamente entero.


Del otro lado una Popieta de Cabracho acompañado de risotto de verduras y una serie de florituras que no recuerdo. Como se puede comprobar, era un plato muy barroco.

Siempre he pensado que cuando la preparación más conocida de este pescado es en pastel, tiene que ser por algo. Nada que discutir en su preparación ni en sus aderezos, pero el conjunto, por la poca gracia del cabracho, era algo anodino.

Pedimos vino blanco con el menú, y nos sorprendieron con una botella de Viñas del Vero Chardonnay, servida y refrescada de forma impecable. Sin ser un borgoña, supera con mucho las expectativas que genera un menú del día, y de hecho pudo enfrentarse con solvencia a todos los platos, siendo una referencia que, por sí sola, tranquilamente superaría los 15 euros en una carta comedida.

*La foto está extraida de la red. No es la botella que nos sirvieron.

Y seguimos con los postres, mi novia disfrutó de una fresca mousse de yogur con frutos rojos, y yo de una extravagancia de chocolate cuyo nombre no recuerdo pero que haría las delicias de cualquier adicto al cacao. Chocolate negro cubriendo una especie de bizcocho húmedo y muy concentrado y mermelada de frutos rojos (creo recordar). Venía muy lleno del confit, y a pesar de ello y de la contundencia del postre, no pude evitar atacarle con voracidad hasta casi terminarlo.

Con el café llegó alguna sorpresa más en forma de petit four de coco y el amable ofrecimiento de un licor o una copa de Reymos. Eso y el hecho de ver el local absolutamente lleno afianzó mi idea de que el éxito de un restaurante (como en casi todo negocio) es casi seguro si se superan las expectativas del comensal sin agujerearle la cartera.


Pero las cuentas no me cuadraban, materia prima de 9, preparación de 9, servicio de 9 a precio de 5?... Una pequeña conversación con el maitre me dio una pista... ¿escuela de hostelería?...

En cualquier caso 100% recomendable (eso sí, por la semana, el fin de semana los precios vuelven a la “normalidad”, sin ser en absoluto disparatados).

Alguien que sabe mucho de esto, me dijo anteayer que no basta con hacer una cocina magnífica para que un restaurante funcione. Detrás tiene que haber un proyecto empresarial y algo me dice que aquí lo hay.

La sidrería
Calle de San Roque,
Majadahonda
916392346

viernes, 4 de junio de 2010

Hemos ganado...

Escribo un par de líneas desde el exilio para compartir un poco la alegría que nos ha dado esta gente del III Concurso de Vinos del Noroeste.

Desde luego creo que cualquiera de los post participantes- entre los cuales estaban varios autores que yo considero maestros- tenía, como mínimo, calidad suficiente para haberse llevado el premio también.

Ahora toca lo mejor- y lo más dificil- catar todos esos vinos con un increible elenco de profesionales del sector. Uf, creo que me voy haciendo más pequeño...

... bueno, nos vemos en Ponferrada.

miércoles, 2 de junio de 2010

Un par de cosillas antes de irme de puente

¡Sí!, me voy, huyo como alma que lleva el diablo de esta urbe que a primeros de junio ya nos atenaza con insufribles latigazos de calor mañanero. El lector habitual ya puede imaginar que voy del Padornelo p'allá...


Pero no quiero desaparecer sin dejar un par de cosillas. Una es que el viernes pasado, saltándonos los protocolos que nos impiden acudir a reuniones de mucha gente, nos dejamos caer por un evento bloguero que realmente valió la pena, por el evento en sí (en Coque, uno de los mejores restaurantes de Madrid, dirigido por Mario Sandoval) y por la gente tan maja con la que allí topamos. Para el que quiera profundizar un poco más, dejamos la crónica en el blog paralelo.

Otra es recordar que el próximo lunes, para hacernos menos duro el regreso, se celebra en Madrid el "Petit Comité", donde intentaremos volver a saltarnos los protocolos y pasar un buen rato rodeados de vinos naturales.

Por último, la gente de Wikio nos envía su listado de junio sobre los blogs vinícolas más influyentes y, de nuevo, aparecemos bien posicionados. Creo que técnicamente hay páginas sobre el tema mucho más rigurosas, más interesantes, con mejores contenidos y, seguro, mejor elaboradas que esta, así que todo se lo debemos a los que, por la razón que sea, han conectado con nuestra forma de ver las cosas y habitualmente pasan por aquí, a los que comentan, a los que nos enlazan... a todos, gracias.


1Mileurismo Gourmet
2De vinis
3weirdo.es
4SIBARITASTUR
5Adictos a la lujuria
6Roco&Wines
7Descorche
8Patio
9La trastienda de...
10Enturismo a tu Aire
11Blog de Jordi Melendo
12La otra botella
13Sobre Vino
14Observatorio de vino
15elvi.net
16Universal de Vinos
17La Guarda de Navarra
18Turivino
19Mario Estevez
20Baba O´Wines

Ranking descorchado por Wikio



Vinos y lugares para momentos inolvidables

Galicia entre copas, SEGUNDA EDICIÓN

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