La perfección es un rollo, e intentar alcanzarla debe ser más aburrido todavía. Llevada al mundo de la estética, por ejemplo, hace pensar en la terrible vida que deben llevar las modelos; me echo a temblar. Solo un maratón de 24 horas del programa de Jorge Javier Vázquez o una sesión en el dentista sin anestesia, se me hace más tenebroso y oscuro que una vida a dieta de un tomate o una zanahoria al día.
Afortunadamente, aquí somos imperfectos, y además nos gusta la imperfección, que es lo que hace la variedad. Y como decía el Pingüino (en mi ascensor), “En la variedad está la diversión”.
Llevada al mundo del vino, son esas pequeñas imperfecciones las que hace que una copa permanezca en la memoria, y las que permiten que sus gustos, y los míos no tengan por qué coincidir. Hoy reunimos tres bien distintos con el denominador común de ser excelentes vinos a pesar de atesorar algún defecto que los distingue.
El primero es parte de los restos de la visita, hace un par de años, a uno de los pocos Chateau que quedan en Rioja, una bodega familiar llamada Heredad Baños Bezares y situada en Briñas, pueblo cercano al mítico Haro, las cepas de entre 40 y 60 años, situadas alrededor de la casona familiar, donde es todo propio y, en su mayor parte de tempranillo, con algunas parcelas de viura.
Los suelos pobres y el baño del Ebro hacen de este un viñedo de libro en el que la familia hace vino con tiento y honestidad. La casona esconde bajo sus cimientos una larga hilera de cuevas en las que descansan las barricas que en su día Blanca nos mostró.
Cayó su Reserva 2001, 100% tempranillo cortado a mano y seleccionado en mesa, despalillado, 12 días de fermentación y 7 de maceración. Finalmente 12 meses de barrica y el resto crianza en botella.
Ignoro donde se puede adquirir en el mercado, ya que yo lo compré en la bodega por unos 10 euros entonces.
Seguimos con otro curioso y lamentablemente irrepetible vino, se trata del Vinyes Arrancades 2008 del productor natural Laureano Serres, un vigneron con todas las letras que practica el cultivo ecológico y casi heroico en la zona de Terra Alta (Tarragona)
El vino es un blanco a base de macabeo (viura) cuya última añada es, precisamente, esta 2008, ya que las cepas de más de 100 años de la finca Baseta, de ubicación privilegiada e irrepetible suelo arcilloso años fueron arrancadas por su propietario (que evidentemente no es Laureano pese a que los últimos 5 años la parcela fue directamente controlada por la bodega) para obtener las correspondientes ayudas de la Unión Europea (imagino que, contradictoriamente, más lucrativas que la propia producción).
La última vendimia fue a finales de octubre de 2008, año en que la afectación del mildiu hizo que la maduración fuera sensiblemente más lenta. El viñedo fue cultivado de manera natural, sin empleo de abonos químicos. El vino fermenta con sus levaduras, sin empleo de otras externas macera en inox y se embotella en enero de 2009. La producción es de 500 botellas.
Y terminamos con un chollo que encontré en Lavinia en uno de esos momentos en que quieren deshacerse de determinadas botellas y las colocan a mitad de precio. Se trata de un tinto del loira llamado Mosse Bois Brettault Anjou 2006. Los productores, René y Agnes Mosse, pertenecen a ese grupo de pioneros de lo biodinámico y poseen viñedos en Anjou y Coteaux du Layon Villages. Tienen 8.5H de Chenin, 3H cabernet sauvignon y cabernet franc, y algunas parcelas de Gamay, Grolleau y Chardonnay. Sus parcelas están plantadas con una densidad de 5.500 cepas por hectárea y se localizan en la periferia de 1 km en torno a la bodega.
El suelo en su mayoría está compuesto por rocas metamórficas, sedimentarias y volcánicas del suelo de pizarra y arenisca. Los tratamientos contra el mildiu, oidio y gusanos son orgánicos. Elaboran sus preparados biodinámicos para ayudar a resistir a la enfermedad y aumentar la vida microbiana del suelo. Aquí podéis ver un excelente reportaje sobre los productores.
Este Anjou es un coupage de cabernet franc y cabernet sauvignon que se presentó con un fino picota de capa media, y una potentísima fruta roja, aun por madurar, bayas goji, té negro y suaves notas de sidra y manzana.
Al fondo aparecía algo de oxidación. Su largo recorrido comienza fresco y vibrante en boca, con el fino dulzor de los cítricos maduros. Aparecen poco después unos taninos bien apretados pero que conjuntan a la perfección con su fantástica acidez (ojo, no apta para todos los públicos) y un alcohol que pasa prácticamente desapercibido, con el peligro que ello entraña. Deja frescos recuerdos cítricos y florales que recuerdan más a blancos complejos.
La mejor manera de disfrutarlo es a unos 14-15 grados. Yo lo acompañé de una deliciosa mortadela siciliana (una de mis debilidades) con una pizca de pimienta recién rallada y fue de maravilla.
Quizás con el tiempo se afine y se haga más fácil y popular, pero a mí me gusta ahora. Costó 9 euros, si bien el precio habitual es 18. Un regalo.
Y hasta aquí el mes de marzo, pues nos vamos de vacaciones y volveremos la semana que viene con las pilas cargadas (espero) y alguna historia que contar.
Feliz Semana Santa.