Siempre me pasa lo mismo cuando vuelvo a Madrid después de pasar unos días en Pontevedra, que me entra la morriña. Ya sé que la solución es volver entrar en la rutina diaria, y que se pasa enseguida. No obstante hay técnicas para atajarla, o, al menos, para adaptar el medio a algo parecido a lo que me encontraba allí. Esto consiste, básicamente, en conectar el humidificador y meterme en la cocina para preparar las viandas que me he traído bajo el brazo.

En este caso fueron unos huevos de casa, un queso San Simón y un pan de maíz los secuestrados. Y es que adoro ese pan. Hay pocos bocados parecidos a un trozo bien tierno con un poco de mantequilla portuguesa con sal... Pero claro, creo que ningún endocrino autorizaría una cena a base de eso, así que había que currárselo un poco más. Se me ocurrió entonces porqué no preparar un plato “antimorriña” en el que incluir todos aquellos ingredientes, un revuelto de pan de maiz con San Simón.

Para ello separamos la corteza del pan y picamos la miga finamente, pusimos aceite de oliva y un par de ajos golpeados y sin pelar en una sartén, y tras saltear un poco a fuego fuerte para extraer los aromas del ajo, incorporarmos las migas, que seguimos salteando mientras bajamos un poco el fuego. Como si de unas migas castellanas se tratase, introducimos la mano bajo el grifo y salpicamos un par de veces con algo de agua para hidratar el pan y evitar que se quede seco. Todo sin dejar de mover.

Una vez cocinado retiramos los ajos, y sólo queda añadir dos o tres huevos, punto de sal, mover un poco y apartar del fuego, acercándolo de nuevo si está muy líquido pero para volver a retirarlo inmediatamente y evitar que se quede seco.
Servimos y acompañamos de un trozo de San Simon vuelta y vuelta o con un golpe de soplete.
Yo le puse también un experimento; como aquí no se tira nada, la corteza del pan sobrante, que había retirado en una lámina fina, la freí, y la añadía al plato aportando así un agradable elemento crujiente. Para redondear podemos espolvorear con un poco de pimentón de la vera.
Yo le puse también un experimento; como aquí no se tira nada, la corteza del pan sobrante, que había retirado en una lámina fina, la freí, y la añadía al plato aportando así un agradable elemento crujiente. Para redondear podemos espolvorear con un poco de pimentón de la vera.

Un bocado contundente pero tremendo.
Y para acompañar seguimos con la morriña y, aunque el huevo y el vino no se llevan muy bien, no pude evitar buscar un mencía, pero con cuerpo y grado para ponerse a la altura de sabores y texturas potentes. Surgió entonces este Sabatelius Carballo 2007, mencía de la Ribeira Sacra, subzona de Chantada, y con una crianza de siete meses (si no recuerdo mal) en barricas de roble. Vivos colores bien cubiertos e intensa nariz de arándanos, regaliz negra, tocino curado y un tufillo de sudor y monte que daban una complejidad muy interesante. Atractivo. Amplio y seco en boca. Jugetón y poco goloso. 13 grados de alcohol que pasan absolutamente desapercibidos. Cierta longitud. Tiene una acidez destacable y una ligera presencia tánica que tal vez inviten a guardarlo algún tiempo a ver que pasa, pero a mí me gusta mucho ya, me pide seguir bebiendo.

Creo que su acidez es lo que acompaña mejor al plato, refrescando y ayudando a pasar cada bocado.
3 comentarios:
Como te lo trabajas, zi zeñor. De ese vino nunca había oido hablar.
En breve tenemos que hacer sopa de ajo, como quedaría con ese pan de maiz?
Pues el vino superó con mucho las expectativas (creí que iba a ser uno más) y por algo menos de 12 euros...
Lo de la sopa con pan de millo, lo veo un poco difícil porque es muy compacto y se deshace con el agua, pero por probar...
;)
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