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La improvisación puede llevarte a descubrir cosas fascinantes que de otra manera nunca habrías experimentado. Eso fue precisamente lo que me sucedió durante mis últimas vacaciones en La Coruña, cuando tenía la intención de visitar el famoso restaurante Alborada, recomendado por varios blogueros como Pantagruel y Melvin. Sin embargo, al llegar el lunes por la noche, me di cuenta de que la mayoría de los restaurantes, incluido Alborada, estaban cerrados.

Ante esta situación, tuve que improvisar y buscar algo interesante sobre la marcha. Entre varias opciones, elegimos finalmente el restaurante Artabria: un lugar dirigido por gente joven y dinámica, conocido por su excelente calidad de productos, recomendado incluso por la guía de neumáticos, y con precios ajustados.

Llamamos con anticipación y tuvimos suerte, ya que al llegar al restaurante nos dimos cuenta de que estaba lleno. El local, a excepción de una ventana que permitía ver la cocina, no tenía mucho que destacar en términos de decoración. El servicio fue muy correcto y los tiempos fueron bien gestionados, ni apresurados ni lentos.

La carta no era muy extensa, pero ofrecía opciones de mercado fuera de ella, además de la posibilidad de un menú degustación por 28 euros, lo cual nos hizo dudar un poco, pero finalmente optamos por elegir platos individualmente.

Para empezar, nos sirvieron un aperitivo de mejillones en vinagreta con espuma de patata, que estaba delicioso. Luego probamos unas croquetas caseras bastante sabrosas, acompañadas de patatas paja.

Después llegaron unos cestos de zamburiñas con crema de nécoras. El plato era correcto pero bastante contundente debido a la fritura, lo cual nos indicó que vendrían porciones generosas.

Como plato principal, elegí unos medallones de rape envueltos en bacon, acompañados de risotto de setas. El rape estaba en su punto, aunque consideré que el bacon era innecesario, y el risotto estaba perfectamente cocido. La porción era considerable y me costó terminarla, pero al quitarle el bacon, el plato mejoró mucho.

Mi pareja optó por un enorme entrecot al roquefort, que venía acompañado de unas deliciosas patatas a lo pobre y pimientos de padrón. La carne era de primera calidad y estaba perfectamente preparada.

Para acompañar la comida, elegimos un espumoso del que había oído hablar pero nunca había probado, Danza 2006, elaborado en Valdeorras con la uva godello. El vino era limpio, con burbujas finas y aromas a panadería combinados con notas de piña y un ligero toque de melón.

A pesar de estar bastante llenos, no pudimos resistir la tentación de probar el postre: un semifrío de queso, mango y frutas del bosque. La porción era generosa pero ligera, y la acidez de las frutas contrastaba perfectamente con la textura cremosa del postre.

Al final, la cuenta ascendió a unos razonables 35 euros por persona, lo que convierte a Artabria en una opción muy interesante en términos de relación calidad-precio. Sin duda, consideraré volver la próxima vez que esté en La Coruña.

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