Como adelantaba en la pequeña entrada anterior, estos últimos días de verano me han dado bastante que contar en lo gastronómico, así que en las próximas jornadas nos iremos desquitando y poniendo un poco al día.
Por diversas circunstancias, nuestras vacaciones comenzaron en Cangas de Onís, coincidiendo con el fin de semana del Descenso del Sella; descubrimos entonces una localidad sobreexplotada por el turismo estacional, pero situada en un bellísimo enclave que justificaba la notable masificación.
Iniciamos nuestra andadura con la fabada correcta de un restaurante sin interés, para continuar, ya en la cena, con una recomendación recibida de varias fuentes, el Restaurante Los Arcos, que tras una corriente sidrería de inconfundible olor, oculta una elegante sala en la que la cocina de mercado es la evidente protagonista, siendo mucho mayores y más interesantes las posibilidades que pueden encontrarse fuera de carta.
Destacaría para empezar un aperitivo compuesto por salmón marinado acompañado del boquerón en vinagre más fino y delicado que posiblemente haya tenido la oportunidad de probar.
Tras otros entrantes poco destacables, entre los cuales recuerdo una ensalada de quesos asturianos que aun hoy no consigo entender muy bien, topamos con un magnífico guiso de callos de bacalao que venía acompañado de un huevo cocido a baja temperatura. Un sabroso bocado de texturas que combinaba tradición y modernidad sin estridencias y pedía más y más pan.
Mientras mis compañeros de mesa se decantaron por distintas formas de carne, revelando todas ellas unas raciones algo excesivas, yo opté por un salmonete fuera de carta que vino acompañado de unas exquisitas trompetas de la muerte. Aunque el punto del pescado era algo mejorable, muy buen plato.
Seguimos con postres muy correctos (recuerden que uno no es goloso) donde destacaría una especie de copa de chocolate con peta-zetas muy curiosa.
De la más que aceptable carta de vinos (en la que se veía la mano de Coalla) escogimos un Selbach Riesling Kabinett 2007 que, en su excelente RCP (16 euros en restaurante) estuvo a la altura en todo momento, y seguimos con un Baltasar Gracián Viñas Viejas 06, como siempre, solvente.
Con entrantes, un principal por persona, postres a compartir y vino salimos a unos 36 euros por persona, lo que me parece más que correcto.
Nuestro siguiente descubrimiento fue en una localidad vecina, Sellaño, y se llamaba El Puente. Se trataba de una tradicional casa de comidas donde por menos de 20 euros se obtiene una tarifa plana de cuchara de primero (guisantes frescos con jamón y, como no, fabada de buena factura estaban entre las opciones) y carnes varias (cabrito, jabalí o ternera) entre los segundos. Postres tradicionales y, sobre todo, un fantástico queso tierno artesano que, al parecer, elabora un pastor cercano en exclusiva para el restaurante. Sin duda, junto con la cercana atención de su dueño, Ricardo, lo mejor de todo.
Y, ya lejos de Cangas y tras un agradable encuentro con Jorge (Sibaritastur) que me hizo descubrir el Gamoneu y el Cabrales de verdad, así como las mejores tiendas de vino de Gijón, nos dirigimos a Casa Gerardo en Prendes.
Como elegimos el menú largo para obtener una idea de toda la carta, no comentaré aquí la experiencia, sino en el blog paralelo. No obstante quiero desenterrar el mito de “más caro que Casa Gerardo”, pues pude comprobar que por unos 30 euros puede disfrutarse allí de la mejor fabada y el mejor arroz con leche del mundo.