domingo, 31 de mayo de 2009

Salpicón a mi manera

Supongo que es una de esas cosas que hay tantas recetas como autores y todas suelen estar buenas; yo sigo la del salpicón de atún mi abuela materna (gallega), aunque con algunas variaciones, y en cualquier caso siempre adaptado a lo que tengo en la nevera.

La última vez que me puse el detonante fueron las patatas rojas, los tomates (de verdad, no de plástico) y los puerros que me traje de Pontevedra, concretamente de la plaza de Marín, pues a partir de ahi, nada podía salir mal.



Necesitamos 4-5 patatas (mejor rojas) medianas, dos tomates y un par de puerros (en lugar de la cebolla), 2 zanahorias, una lata grande de bonito en escabeche, tres huevos, alcaparras al gusto, palitos de cangrejo (langostinos para quien le gusten, bogavante... o lo que sea dentro de los posibles de cada uno) aceite de oliva virgen extra (arbequina mejor), sal y un pelín de vinagre.

Para no tardar mucho ponemos a cocer las patatas y la zanahoria ya picadas con un poco de sal gorda y una hoja de laurel. Si no son frescos, descongelamos también los palitos de cangrejo o langostinos en su caso.




Mientras tanto pelamos el tomate, una forma rápida de hacerlo es hacerle un par de cortes y ponerlo un minuto a escaldar, así la piel sale tan fácil como el papel de la magdalena. Hecho esto lo picamos.




Ponemos también a cocer los huevos. Si añadimos sal y un pelin de vinagre, la cáscara también sale mucho mejor (parezco el de Bricomanía con tanto “briconsejo”). Una vez cocidos los ponemos en agua fria.


El toque diferente viene con el sustituto de la cebolla cruda, el puerro, que tras picarlo finamente lo saltearemos un minuto en una gota de aceite y reservaremos para que se enfríe. Así queda más suave y no nos está contando su vida durante todo el día (ni los que están cerca tienen que sufrirlo).




Lo de las patatas y zanahorias es sencillo, sólo hay que escurrirlas y verterlas en la ensaladera, e ir añadiendo el huevo picado, el tomate, el bonito algo desmigado, el cangrejo o langostino en trocitos, las alcaparras y el puerro, ya frío.



Punto de sal, aceite de oliva y vinagre al gusto (a mí me gusta con poco). Sólo queda mover bien y enfriar.


Para acompañar teníamos que tener en cuenta que esto lleva vinagre, que destroza cualquier vino, por lo que nos aventuramos con un espumoso alegre con el que no arriesgar mucho y la verdad es que salió fenomenal.

El conejillo fue manchego, este Ojos del Guadiana Brut, a base de airén y sin pretensiones, pero solvente para estos menesteres, con recuerdos cítricos en nariz de baja intensidad, un fondo de bollos de leche, y una curiosa e inesperada acidez muy refrescante. Sin haberme llamado especialmente la atención, debo reconocer que pudo haber caido la botella entera.



Lo compré en el despacho que la cooperativa del mismo nombre (Ojos del Guadiana) tiene en la calle Santa Engracia de Madrid por unos 3 euros.

¡Señora!, lo que le hubieran cobrado por esto en uno de esos restaurantes de postín en la Sierra que tanto le gustan... y con langostinos no le quiero ni contar.

2 comentarios:

Ander dijo...

Yo le pongo cangrejo de lata y queda de miedo. Lo del espumoso-airen nunca lo había probado. Lo buscaré.

Mariano dijo...

Buena idea lo del cangrejo de lata!

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