Hace no mucho tiempo abrió un pequeño local en Madrid. Desde su escaparate circular podía verse una compleja amalgama de botellas, y, tras ella, una curiosa barra acompañada de tres o cuatro mesas.
Cuando volví por allí – el tema prometía- constaté que no se trataba de un restaurante o un bar al uso, pues no hay una carta o un menú, sino, salvando algunos fijos, lo que ese día haya preparado la esposa de Carlos, que cocina de locura. Ese día probé la mejor lasagna de verduras con la que me había topado nunca. Muy curiosos los manteles individuales, reproducciones de etiquetas de grandes vinos franceses. Desde entonces me he dejado caer por allí con frecuencia, y comentaré con más detalle mi última visita.
Previa reserva nos plantamos allí un sábado por la noche. Había gente, pero no estaba lleno. Un ambiente agradable. Ese día nos decantamos por alternar con las tapas de la pizarra (aunque creo recordar que, a diferencia de otras ocasiones, no había nada fuera de ella).

Empezamos con un surtido de untables* que nunca falla. Este día incluía una mantequilla de sardinas, un pesto de tomate seco y parmesano, hummus según la receta griega (con palmitos en lugar de garbanzos), una crema de atún, un excelente tapenade y la sorpresa de la casa, que en esta ocasión era una curiosa crema de remolacha. Todos muy buenos, únicamente decir que constantemente se nos acababa el pan y teníamos que pedir más.

Seguimos con unas tostas variadas, de sardinas, de jamón, de confit de pato y, las mejores, de crema de camembert con manzana y nueces. Como no quedaba foie (siempre casero) nos decantamos por una terrina de la casa, una especie de paté muy sabroso.
Seguimos con una buena tabla de quesos de la que sólo recuerdo el parmesano, el brie, un queso azul y un pan de higos, aunque había algo más. Desapareció rápidamente.
Y terminamos con los postres, otro punto fuerte de La Cave. Las opciones eran una hipercalórica y concentrada tarta de chocolate. Pecaminosa, para viciosos del género (Aunque parezca finito, el trozo de la foto andaría por el cuarto de Kilo), y el “Tarte-tatin de mi mujer”, un delicado postre de manzana y algo entre galleta y bizcocho caliente que era una golosina.
Aunque la cosa apuntaba en un principio a quedarse con hambre, salimos bien y la cosa se saldó por unos 25 euros por cabeza (éramos cinco). Una pena no haber topado con el plato del día, aunque así ya tenemos otra razón (entre muchas) para volver.
La cave du petit
C/ Ponzano 93
Tlf : 91 535 35 18
*La foto es de 11870.com, como las viandas iban cayendo rápidamente y yo soy muy despistado casi no pude hacer fotos.
4 comentarios:
no has comentado nada sobre lo hablador que es el dueño... jeje
Hay que conocerle. Es un tipo muy majete, en serio. Y además con él se aprende un montón de los vinos menos conocidos de Francia.
Otro sitio mas para mi visita a Madrid...
Me ha llamado la atención ese Viña Bosquera ¿Moscatel y Viura?. Interesante mezcla...
Se están haciendo blancos muy interesantes en Madrid. Hoy mismo he probado un monovarietal de malvar impresionante por menos de 5 euros.
Harás bien en ir por La Cave, sobre todo tú, siendo aficionado a producciones pequeñas y artesanales, allí te puedes volver loco... Y si en tu visita a Madrid necesitas Cicerone, aquí estamos, tengo muchas sugerencias que te pueden interesar.
Saludos,
Publicar un comentario